Leo en La Razón que “Victoria Federica hace un guiño a la infanta Elena con su estilismo color vitamina, perfecto para el verano”. ¡No me mates con tomate! Ahora resulta que existe el ‘color vitamina’, que según veo en la foto que acompaña al reportaje, es lo más parecido al color gualda de la bandera española. Parece ser que la hija de la infanta se dedica a dar lecciones de estilo a través de fotografías en las redes sociales. Marta Pedraza, autora del suelto que aparece en ese diario cuenta que “en las apariciones públicas de madre e hija siempre vemos una afinidad en cuanto a estilismo se refiere, compartiendo ciertos puntos con una fusión entre lo clásico y lo bohemio” y que parece ser que ‘adoran todas las chicas pijas’. Pero, ¿qué se entiende por una fusión entre lo clásico y lo moderno? Habrá que preguntarle a la hija de la hermana del rey qué color tienen las vitaminas en función de los compuestos químicos que las forman, según su letra, claro. En fin, con el espectáculo de la hambruna y niños esqueléticos que estamos viendo en la población gazatí por culpa de los judíos cada día en los telediarios, comentar que existe el ‘color vitamina’ en los vestidos que luce la ociosa ralea de sangre azul 'ducados' produce quemazón en los mondongos de la gente sensible, que haberla, hayla. Por lo visto, gualda es un matiz dentro de la paleta cromática de los amarillos, que se asemeja al color de la flor de la gualda, también llamada reseda luteola, que crece en las cunetas donde reposan esqueletos sin nombre y en los caminos polvorientos del páramo cañí. Pero Gualda también el nombre de un lugar de Guadalajara incorporado a Cifuentes como pedanía en 1974, entre Trillo y Valdelagua, en la diócesis de Sigüenza. Aparece descrita en el noveno volumen del “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar” de Pascual Madoz. En Gualda ('Gualdalajara') nació en 1922 el banderillero Félix Alcalde Yagüe, conocido como El Melenas, de corta trayectoria profesional, que debutó en la Plaza de las Ventas de Madrid en 1935, no se sabe si vestido en aquella ocasión de vitamina y azabache o de catafalco y plata, por decirlo en jerga taurina. De haber vivido hoy, podría habérselo preguntado a Antonio Díaz-Cañabate, al que sin gustarle la lidia de toros bravos fue el crítico taurino más respetado durante treinta años, o a José María de Cossío, autor de la mejor enciclopedia taurina.
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