sábado, 26 de julio de 2025

Fodechinchos

 

 Hace ya tiempo leí, creo que fue en El Progreso, que un restaurante de Mera, llamado “Puerto Martina Bar”, cerró sus puertas del 12 al 19 de agosto el pasado año por la prepotencia y exigencias de los “tontos de la meseta”, especialmente de Madrid (a los que una empleada del local denominó como ‘fodechinchos’, por su carácter altivo e irrespetuoso), que hacen peticiones como pedir agua embotellada y pinchos gratis.  Ignoro  si este año tomarán las mismas medidas. En ese sentido, Ignacio Vidal-Folch publicaba “El chulo madrileño goza de buena salud” (en el diario digital The Objetive, 23/08/24)  con el que estoy en algunas cosas de acuerdo. Decía: “El fenómeno del turista paleto, prepotente y altivo no es específicamente español. ¡También son de vergüenza ajena los jóvenes franceses en Barcelona!”. Y se lamentaba del fastidio que provocan los turistas madrileños, no todos, claro, sino algunos prepotentes, herederos del chulo de toda la vida, que en la capital saben ser más comedidos  --porque saben que allí siempre hay un pistolero más rápido y se exponen a ser expulsados bajo la invocación al derecho de admisión que asiste a todo restaurador, e incluso, en caso de contumacia, a un guantazo--, pero en cuanto salen del foro se comportan con prepotencia, como los paletos sin remedio que son”. Y hacía alusión Vidal-Folch en aquel artículo a la medida tomada por los dueños del restaurante de Mera al que líneas más arriba hacía referencia. Vidal-Folch aprovechó para contar una anécdota, que reproduzco textual: “El otro día, almorzando en el chiringuito de la playa de Frejulfe, en Asturias, asistí a la llegada de un grupito de chulos madrileños. Tres hombres canosos, de buen aspecto, y sus mujeres. Resulta que debido, en parte, al cambio climático, el turismo en el norte de España se ha disparado, y en concreto el servicio en aquel chiringuito estaba desbordado por el éxito. El camarero les pidió que aguardasen unos minutos, pero los chulos, clamando que habían reservado por teléfono, que aquella era la hora convenida y que «si no sabéis gestionar es problema vuestro», se apoderaron de la única mesa vacía, haciendo signo a las mujeres de que ni escuchasen las razones del camarero, que la cosa la solventaban ellos, y se sentaron, con las piernas bien separadas para que reposasen bien cómodos sus cojones, sin duda de tamaño descomunal. Y a partir de ahí todo fue desdén para el servicio, palmadas para reclamar más prontitud, cerveza y vino, pescado fresco y risotadas con las tres fulanas, encantadas de tener unos machotes que saben imponerse para defender sus derechos, porque ellas lo valen”. Hay algunos madrileños ("fodechinchos”) a los que les pones una parpusa de cuadros blancos y negros sobre la cabeza y, que cuando viajan, están convencidos de que “la tranquila gente de provincias” son simples figurantes de “La verbena de la Paloma”. Y además de hacer el ridículo por tal percepción, se equivocan de lo lindo.


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