El resultado de este quilombo es que Sánchez está más solo que nunca. Los socialistas de base no saben por dónde les sopla el aire, los ministros andan desconcertados, y los socios de Gobierno aprietan las tuercas para pedir la luna o terminar con la Legislatura pasándose al enemigo. La soledad, la maldita soledad, la que anida en el alma de los perros abandonados en la carretera, es la misma soledad que ahora siente el protagonista de este sainete trágico-cómico que se alzó con la peana y con el santo el día que levantó a Rajoy de la Moncloa, no por un alzamiento, que eso es para la gente sin recursos, sino por una moción de censura. Fue cuando Sánchez le dijo a Rajoy: “Arza pa´rriba, polichinela” mientras le estrechaba la mano. Rajoy abandonó su escaño en el Congreso (que fue ocupado por el bolso de Soraya) y se marchó a un bar para ahogar sus penas, parecidas a las de Boabdil el Chico al abandonar Granada. Hay que echar para atrás la moviola para recordar cuando, hace ya un porrón de años, los españoles nos enterábamos de que Arias Navarro había dejado en la más absoluta soledad al Borbón, presentándole su dimisión en los momentos más difíciles, con Franco agonizando en La Paz y la “Marcha Verde” casi en la frontera del Sahara. También, cuando Nicolás de Cotoner, marqués de Mondéjar, tuvo que ir a buscar a Carnicerito de Málaga por todo Madrid por orden de Juan Carlos para que recapacitase. Hasta que, al fin, ya cansado de buscar hasta en las alcantarillas, pudo dar con sus huesos en el lugar más insólito, en la peluquería de caballeros del Hotel Palace. El culebrón de este verano no ha hecho más que empezar. Ya se sabe quiénes son los malos en la trama argumental, pero falta tirar del hilo para que afloren más personajillos secundarios, más actores de reparto de chicha y nabo que se lo han estado llevando crudo con mordidas de perro enrabiado y risas de hiena. El culebrón, por ahora, tiene buena pinta.
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