domingo, 20 de julio de 2025

Una tardebodense se rompe una pierna

 

Soy consciente de que en verano hay poco material de noticias del interior, es decir, de España, si exceptuamos   el caso Montoro“, donde se forzaban  reformas legales en tiempos del PP mediante pagos a unos sinvergüenzas, las fiestas en los pueblos, la masacre de gazatíes a manos de los judíos israelíes, el asunto de Ucrania, las calores, los incendios forestales, el aumento de la xenofobia  y poca cosa más. Como consecuencia de ello, la prensa de papel señala sucesos de menor calado por alimentar el morbo de sus lectores. Así, por ejemplo leo en El Correo de Zamora la siguiente noticia: “Una mujer de 74 años se rompe una pierna en Otero de Bodas”, que le sobrevino cuando tomó la decisión de hacer senderismo en la ruta de El Muelo de la Vieja. Un helicóptero de emergencias la trasladó a un hospital  de Zamora donde un enfermero le inutilizó la pierna con una férula. El Muelo de la Vieja es un otero de forma cónica que abriga Otero de Bodas. En esa localidad, los abuelos suelen preguntar a sus nietos si son capaces de saber cuántos cestos de tierra fueron necesarios para hacer El Muelo de la Vieja. Esa absurda pregunta fue contestada por un zagal con cierta sabiduría: “Depende cómo sea el cesto”. Ello me recuerda cuando en cierta ocasión un baturro vio por primera vez el mar Mediterráneo en Salou, que es donde veranea la mayoría de los aragoneses. Alguien le preguntó qué le parecía la inmensa cantidad de agua. Y el baturro de Pedrola, creo que era de Pedrola, tras quitarse la boina y rascarse el colodrillo, le respondió muy serio: “No sabría decirle. Es más ancho que el Ebro, pero más largo…” Pues bien, por Otero de Bodas y a la falda de El Moruelo de la Vieja transcurre lo que queda de la XVII Vía Augusta, que unía Braga con Astorga. Cerca de ese lugar, dentro de la sierra de La Culebra, se encuentra un paraje inhóspito y temido por las gentes de los alrededores, Tozoloslobos,  que se convirtió, según afirman los más ancianos del lugar, en el sitio ideal para abandonar los cuerpos de las esposas difuntas, para que sirvieran de alimento de lobos y alimañas. Y en ese paraje, según una leyenda, se suicidó ahorcándose en un cermeño Gil Otero de Biedma, caballero de la corte de Enrique IV, tras deshonrar a la dama equivocada. También se cuenta por los tardebodenses que por esos parajes dejó una huella de herradura en una piedra el caballo de Santiago Matamoros. Será así, claro.

 

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