lunes, 28 de julio de 2025

El vacacionero

 

 

Hoy está “cumbre” Miquel Giménez, como diría el torero Jesulín de Ubrique, en su columna en Voxpópuli. Hace referencia a aquellos que se van de vacaciones y, a su regreso, te explican con todo lujo de detalles los itinerarios por ellos recorridos en unos pocos días. Señala que “las personas discretas, limpias y que usamos moderadamente el ácido acetilsalicílico nos vemos sometidas cada año por estas fechas a la misma tortura”. Y aclara que “hay que huir de los que van a la quinta porra a recorrer selvas y pillar la triquinosis, el beri-beri o las cagaleras de la muerte para ver no sé qué ruinas de un templo; aléjense haciendo la señal de la cruz de los que se recorren montañas, desiertos, valles, secarrales y demás terrenos inhóspitos con una mochila a la espalda porque el viaje es el destino y no sé qué chorradas más; no hagan ni caso cuando les cuenten lo que es y lo que hay en una gran ciudad como Londres, París, Roma, Berlín, Venecia o Nueva York tras una estancia de tres días. No vale la pena gastar saliva en esos tipos que se creen que el turismo es sumar kilómetros y alpargatas rotas en lugar de sumar cultura”. A mi entender, lo bueno que tiene el ferragosto es que las ciudades pierden habitantes, se va más tranquilo por la calle, baja el ruido de los motores y hay más sitio en los cines y restaurantes. Ya lo dijo Francisco Silvela: “Madrid en agosto, sin familia y con dinero, Baden Baden”, pese que algunos atribuyan la genial frase  a Mariano Osorio,  tercer marqués de la Valdavia. Claro, Silvela vivió en unos tiempos en los que solo veraneaban algunos pudientes madrileños que tenían segundas residencias en el Norte o en fincas en Gredos o de la Sierra de Guadarrama. Al resto, casi todos los mortales, solo les quedaba poder refugiarse en las sombras de El Retiro o de la Casa de Campo y darse chapuzones en los diversos remansos del río Manzanares. En los barrios humildes las familias tomaban la fresca a la atardecida, cenaban y echaban alguna partida de cartas con la compañía de un botijo, antes de ir a dormir. Pero, además, podían disfrutar el mes de agosto de tres castizas verbenas: la de san Cayetano, san Lorenzo y La Paloma, donde había bailes populares, sonido de organillos y merenderos como el de ‘La Bombilla’. Como dice el proverbio: el buey suelto bien se lame. Es preferible --como señala Miquel  Giménez-- “aguantar a un cabronazo que ya te tiraba piedras a la cabeza a los seis años que tener que hacerlo con un tío al que no conoces de nada y  tienes que soportar en el apartamento de al lado, compartiendo autocar en un viaje organizado o, Dios no lo quiera, viviendo en la misma casa rural”. No cabe duda.

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