jueves, 31 de julio de 2025

Ferragosto



 

Escribe Ussía en El Debate que “el futbol femenino no es futbol ni femenino”. Este hombre, además de falócrata, es tonto del haba. En fin, sea acaba  julio, el don julio de las rebajas, y entramos en un ferragosto inquietante, donde aprietan las calores; se procesa al Fiscal General del Estado; se confunde a los menores inmigrantes con la moneda falsa (que de mano en mano va y ninguno se la queda); la banca española bate récords de beneficios; los vocingleros tertulianos de las televisiones discuten de cosas muy aburridas;  y los periodistas se dedican a descubrir  triquiñuelas de políticos que alguna vez en su vida falsearon en sus currículos sus estudios universitarios. El último ha sido el comisionado del Gobierno para la dana valenciana del pasado 29 de octubre, José María Ángel. Los títulos académicos, los que sean, son la garantía demostrable de que aquel que lo consigue a base de estudios está supuestamente capacitado y legalmente autorizado para ejercer una función relacionada con su licenciatura. Pero en el ejercicio de la política, por ejemplo, cualquier ciudadano mayor de edad puede ir incluido en una lista cerrada y llegar a ser diputado o concejal si esa lista donde figura su nombre está suficientemente votada y el aspirante se encuentra dentro de ella por deseo de su partido.  Da igual que éste sea inteligente que necio, electricista que notario, en una oligarquía de partidos. Pero cosa distinta es falsificar un título académico para aspirar a un puesto en el funcionariado público con determinadas exigencias previas. Falsificar un título, como falsificar una firma o cualquier otro documento, es un delito tipificado en el Código Penal, pero declarar una mentira en el “currículum vitae”  no constituye delito sino una osadía exenta de castigo, que si cuela, cuela. Y algunas veces hasta cuela. A lo largo de mi existencia he conocido pastores de ovejas inteligentísimos capaces de dar lecciones de vida y abogados incompetentes e incapaces de salir airosos de un sencillo pleito con todas las bazas a su favor por su manifiesta estulticia. Yo no pienso salir de vacaciones. He perdido el “meyba” color cagalita. Me lo dejé olvidado, además de una caracola, en el último apartamento playero, hace ya mucho tiempo. Menos aún en un ferragosto confuso lleno de tropiezos y peligros sin cuento. Prefiero seguir en mi ciudad, en este Baden-Baden de película muda, sin explicador, y con ritmo de pianola que no termino de descubrir. Sigo las consignas de Ignacio de Loyola, que hoy es su día, cuando dijo aquello de  “en tiempos de tribulación no hacer mudanza”. Además, tres mudanzas equivalen a un incendio como el de Santander. Siempre se deja lastre sin ser cargado en el capitoné.

 

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