martes, 25 de noviembre de 2025

Vuelve la mula al trigo


En su artículo de hoy en La Razón (“La farsa del cincuentenario de la Monarquía”) Luis María Anson señala que “el sanchismo reinante excluyó a Juan Carlos I del cincuentenario de la Restauración Monárquica, convirtiendo los actos en una farsa”. Y añade líneas más abajo que Felipe VI, en su discurso, olvidó recordar a su abuelo Juan de Borbón, “aquel hombre que --a criterio de  Anson-- fue rey de derecho de España, se enfrentó durante 36 años a la dictadura desde el 16 enero 1941, fecha de la abdicación de Alfonso XIII, hasta el 14 mayo 1977, fecha de su propia abdicación”.  Vamos a ver si somos serios de una vez y ponemos cada cosa en su sitio. Alfonso XIII perdió la corona el mismo día que se marchó cobardemente de España, el 14 de abril de 1931. Ese día se trasladó a Cartagena; y allí, esa misma noche, tomó un barco que le apeó en Marsella donde comenzó su exilio, para no regresar jamás. Atrás quedaba un balance negativo: la Semana trágica de Barcelona, el desastre de Annual y  el golpe de Estado de Primo de Rivera respaldado por ese monarca, quizás su mayor desacierto. Y como cada acción tiene su reacción, el 17 de agosto de 1930 en el llamado Pacto de San Sebastián se reunieron en esa ciudad vasca representantes de casi todos los partidos republicanos españoles, donde acordaron poner fin a la Monarquía y proclamar la Segunda República Española. En octubre de 1930 a aquella alianza se sumaron en Madrid, el PSOE y UGT. Alfonso XIII, como digo, con su apoyo al dictador había violado y dejado en suspenso la Constitución de 1876. Seamos claros: a Alfonso XIII España no le debe nada; a su hijo Juan, tampoco; y a su nieto, Juan Carlos I, puesto a dedo por Franco, menos. La democracia llegó a este país por el empeño de todos los españoles. En efecto, Juan Carlos I heredó todos los poderes del sátrapa y tuvo que desprenderse de esa “pesada mochila” si deseaba permanecer y no tomar, como su abuelo, otro billete de ida a Cartagena. Todo lo demás son pamplinas y hablar por no callar. Pero antes de terminar, le recuerdo a Anson que ni siquiera Álvaro de Figueroa, el político que fue más fiel a Alfonso XIII, estimó otra salida que no fuera su exilio; y que durante toda la guerra civil, tanto el rey sin corona como su hijo Juan se posicionaron a favor de los sublevados. Digo más: su nieto, el Emérito, no paga impuestos en España desde que se marchó a vivir a la isla de Nurai (Abu Dabi) rodeado de lujo, tranquilidad y un alto grado de anonimato.  Por eso digo que a los Borbones nada les debemos los ciudadanos españoles, entre los que yo me encuentro.

 

lunes, 24 de noviembre de 2025

La carrera infernal

 https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/4c/Alfonso_XII_with_his_second_wife.jpg

 

Esto de la política ya se parece al circuito de Indianápolis. Aliança Catalana, que casi ha logrado una transferencia del 10% de Vox (que en Cataluña lidera Ignacio Garriga) ya le disputa el tercer puesto a Junts, que perdería la mitad de los votos en las próximas elecciones catalanas; y ese mismo partido, Vox, también, se acabará tragando al Partido Popular adelantándole por la derecha con el voto de jóvenes desencantandos el día que Sánchez decida terminar con la actual legislatura, que yo creo que será antes del verano. Todos se encuentran con la vista puesta en la parrilla de salida y los mecánicos repasan motores, estudian los mejores lubricantes y ponen a prueba los mejores bólidos. Pero como dice el castizo: “No pasa nada. En peores plazas hemos toreado”. Hemos vuelto a resucitar la figura de Franco en el quincuagésimo aniversario de su muerte y la proclamación de Juan Carlos I la hemos celebrado viendo en la televisión pública la película de 1958 “¿Dónde vas, Alfonso XII?” con la muerte de la reina Mercedes de Orleans de ‘fiebre tóxica esencial” por no decir tifus, basada en la obra teatral del mismo título de Juan Ignacio Luca de Tena y estrenada en el 'Teatro Lara' de Madrid un año antes. Y ahora, como segundo plato, nos colocan otro serial sobre Victoria Eugenia de Battenberg, casada con el hijo póstumo de aquel breve rey de tamaño y de reinado, de padre desconocido y muerto en El Pardo el 25 de noviembre de 1885 a las nueve menos cuarto a. m. (mañana hará 140 años), sin que pudiese remediarlo su médico de cabecera, Laureano García Camisón.  Aquel galeno señaló que “la causa inmediata de la muerte  -y así lo precisó en un artículo publicado en El Liberal-  fue consecuencia de de una ‘bronquitis capilar aguda’, desarrollada en el curso de una tuberculosis lenta”. Más tarde, aquel Borbón restaurado en España por el 'abrazo de Vergara' se casaría con María Cristina de Habsburgo-Lorena, la misma señora que encargó el cuento de “Ratón Pérez” a su confesor, el jesuita Luis Coloma, para su hijo con motivo de la caída de su primer diente de leche, como dejé escrito ayer.

domingo, 23 de noviembre de 2025

Ramón, de apellido Pérez

 

Ahora, cuando nos enteramos que la clínica dental donde murió una niña de seis años en Valencia no tenía autorización para anestesiar con  sedación intravenosa (y a cuyos familiares doy mi más sentido pésame y un fuerte abrazo), leo en El Debate que un concurso para familias de 'Institutos Odontológicos', bajo el lema “Ponle nombre al Ratoncito Pérez”, busca el nombre de pila de Ratoncito Pérez, ese personaje de cuento burgués que ideó Luis Coloma con motivo del primer diente de leche que se le cayó Alfonso XIII en 1891 y publicó al año siguiente, a fin de  “acercar la salud bucodental a los niños a través del juego y la diversión y convertir la visita al dentista en una experiencia agradable y positiva”. El premio al ganador, por sorteo, consistirá en un viaje a 'Disneyland París'. El ratón del cuento vivía en una caja de ‘galletas Huntley’ en una casa de la calle Arenal, número 8, donde está y continúa estando la ‘Confitería Prast ‘y donde hoy existe un museo en el que se recrea todo un mundo infantil, con pequeñas habitaciones como si se tratase de una casa de muñecas y donde se organizan cuentacuentos y talleres con recortables. Existe una leyenda donde se señala que bajo esa casa madrileña existe un pasadizo que conecta directamente con la caja fuerte del Banco de España, donde Ratoncito Pérez, acompañado del rey Buby I (apodo germánico de aquel pequeño rey asustadizo, como lo demostró también en 1931) recoge monedas que luego pone de forma dosificada bajo la almohada de los niños a los que se les ha caído una pieza dental. En la cultura nórdica existe otro personaje similar: el Hada de los Dientes, provisto de alas y varita mágica. El manuscrito original de Coloma, de trece páginas, lo conservó Alfonso XIII durante muchos años en sus habitaciones privadas y actualmente se custodia en la cámara de seguridad de la Biblioteca del Palacio Real de Madrid. La primera edición ilustrada de ese libro se publicó en 1911 con ilustraciones de Pedreró, y cuatro años más tarde hubo una versión inglesa traducida por Ada Margarette Moreton con ilustraciones de George Howard. Como decía, fue en 1902 cuando se publicó el primer cuento del Ratón Pérez en un libro que contenía ocho relatos bajo el título de Nuevas Lecturas’. En el año 1911, se publicó -como también decía- una edición separada dedicada al entonces príncipe de Asturias Alfonso de Borbón y Battenberg, hijo de Alfonso XIII y que no fue coronado. Desde hace años, una puerta liliputiense se encuentra en la parte inferior de unos de los accesos a la estación de metro ‘Banco’,  junto al Cuartel General del Ejército, hecha por un ciudadano anónimo, y que años después fue vandalizada. Sin embargo, la empresa pública ‘Metropolitano de Madrid’ informó en julio de 2021 que la pequeña puerta ya estaba reparada, para alegría de los niños. Pero no deseo terminar sin proponer como Ramón,  nombre de pila elegante, que desearía para Ratón Pérez, de apellido vulgar y escasa genealogía. No sabría decirles por qué. Es solo una ocurrencia.

 

sábado, 22 de noviembre de 2025

El arte de la pobreza


Leo en la prensa que los turrones y polvorones han subido considerablemente de precio en los supermercados. Si aplicamos el dicho “contra el vicio de pedir, la virtud de no dar”, todo arreglado. Eso es algo que no debe importar al compulsivo consumidor. Cuando lo tradicional, como es el caso de los turrones, sube de precio, se deja de comprar y que a los de Alicante, Jijona o Estepa les den por donde le dieron a Frasquito, que tampoco sé quién era ese señor ni qué le dieron y por dónde. Los dulces engordan y de nada sirve echar andorga en diciembre para tener que perder peso en el gimnasio en enero.  Este es un país de pobres de solemnidad donde prima la ostentación y boato, como puede verse en las bodas, primeras comuniones y entierros, donde nunca se remienda de viejo. Las bodas deben contar con muchos invitados, las primeras comuniones con muchos meapilas y los entierros con muchas flores. En España no se remienda de viejo aunque estemos comidos por la piojera y la carcoma del resentimiento. Decía Camba que los mendigos viven de ser pobres y que la miseria es una industria que, a veces, se eleva a la categoría de un arte. Y añadía que al suprimir la mendicidad, millares de personas quedarían sumidas en la miseria. Las navidades se inventaron para que la gente fundiese la paga extra, comprase turrón, hiciese regalos, cenas familiares y despidiese el año en los cursis salones de los casinos de las ciudades pequeñas con frac prestado, soplando matasuegras y bebiendo copas de cava infame. Pero nadie cae en la cuenta de que el frac es una chupa con faldilla terminada en pico que suele oler a naftalina y que solo sienta bien a los músicos de grandes filarmónicas y a aquellos pocos que están en posesión de bandas cruzadas (del hombro derecho a la cadera izquierda por encima del chaleco) concedidas por algún mérito de diverso orden; verbigracia: Mutilado por la Patria con enucleación de testículo, Caballero Amante de la Capa Parda de Chiva Alistana, y todo un rabo de recompensas para personajillos de diversa ralea, ignorantes de en el pecado llevan la penitencia, dicho sea sin intención irónica ni deseo de molestar. No tenemos motivos para el optimismo, pero a todos nos gusta el faralá, las lentejuelas, el toreo de salón, presumir de rancia hidalguía y darnos un poco de importancia.