jueves, 2 de octubre de 2025

La flor de la raspilla

 

 

Hoy, haciendo un crucigrama después del desayuno me ha aparecido una palabra que desconocía: “Raspilla”. La pregunta era:  ”¿Cómo se llama la flor de la raspilla?”. No tenía ni idea y ha salido sola, al cuadrar otras palabras. La flor se llama nomeolvides. Me gustó el nombre. Por curiosidad he acudido a otras fuentes y he sabido que también se llama miosotis, una flor silvestre de color azul que aparece en los meses de septiembre y octubre, y  que proviene del griego “myos” (ratón) y “otis” (oreja) porque sus hojas son pequeñas, suaves y puntiagudas, parecidas a las orejas de ese, para mí, bello roedor.  Pero en otras fuentes he podido comprobar que nomeolvides proviene del latín “non te obliviscar”, que significa “no te olvidaré”, y que en ‘lenguaje de las flores’ equivale a ‘amante eterno’. No tiene nada que ver, sin embargo, con otra flor: “la flor del amor”, o “la flor de Amancay”,  amarilla y bonita, que brota en la Patagonia argentina durante el verano austral y que tiene hasta una leyenda que leí casualmente en el diario Clarín, de Buenos Aires, el 8 de abril de 2024. Sobre lo que contó en aquel suelto Adolfo Moretti, ingeniero forestal del Parque Nacional Nahuel Huapi, extraigo un breve resumen: “Cuenta una leyenda que la joven Amancay logró salvar de la muerte a su enamorado Quintral, hijo de un poderoso cacique, tras hallar una hermosa flor. A cambio, la muchacha debía entregar su propia vida a un despiadado cóndor, que fue diseminando las gotas de su sangre por los campos: de ellas nacieron miles de flores, las mismas que hoy embellecen parte de la Patagonia argentina. Se trata de una liliácea que tiene tépalos muy llamativos. Al sur de los Andes, en la frontera con Chile, habitaba la tribu de los Vuriloche.  Cuando él enfermó, Amancay encontró como posible remedio a sus males una flor en lo alto de la montaña que había transportado en el pico un cóndor. Pero el cóndor le dijo a la muchacha que la sanación de su amante merecía  un sacrificio de ella.  Le entregó la flor a cambio de darle su corazón, que el cóndor se llevó volando. Durante el vuelo, las gotas de sangre que fueron cayendo sembraron el valle de esas flores amarillas con pintas más oscuras como testimonio del amor que Quintral sentía por aquella dulce muchacha".

miércoles, 1 de octubre de 2025

Don Inda en el recuerdo

 

 Con el triunfo de la Guerra Civil por los militares golpistas españoles y la ayuda de falangistas, requetés, moros, fascistas italianos, nazis alemanes, el apoyo del clero, de los terratenientes rurales, del rey exiliado y de su hijo don Juan (el primero dio dinero para la causa y el segundo, apareció por Dancharinea para engancharse como voluntario sin éxito e intercambió cartas con Franco) y de buena parte de la burguesía más retrógrada, el militar gallego se incautó de numerosos proyectos de embalses realizados durante la II República, muchos de ellos auspiciados por Indalecio Prieto, durante el corto periodo que estuvo a cargo la cartera de Obras Públicas, en su deseo de dinamizar la infraestructura económica de un país anclado en la desidia en carreteras, obras hidráulicas y ferrocarriles, apostando por el perfeccionamiento de las vías de mayor circulación y muy especialmente las de los principales núcleos urbanos y sus cercanías, tales como el túnel de Guadarrama, que acortó la distancia entre Madrid e Irún, el directo Madrid-Burgos y el impulso a la electrificación de las grandes líneas. Don Inda, como le llamaba Azaña, quiso  hacer de su breve paso por ese  ministerio un elemento dinamizador de la economía nacional, como instrumento de lucha contra el paro y contra los desequilibrios regionales. Pero el golpe de Estado fascista y la posterior guerra terminaron por arruinar sus pretensiones. Hoy, cuando muchos políticos se dedican al trapicheo más vergonzoso, cuando algunos concejales sueñan con la concejalía de Urbanismo por rebañar, cuando la curia católica solo piensa en inmatriculaciones de catedrales, iglesias y ermitas (en un guiño de tomarse el desquite por la Desamortización de 1836) y donde se dio la circunstancia de que se hizo hasta con la titularidad eclesiástica de la Mezquita de Córdoba (inscrita en el registro de la propiedad de Córdoba el 2 de marzo de 2006 por 30 euros, sin publicidad y sin pagar impuestos) por todo el papo, nadie recuerda, digo, a Indalecio Prieto, que llegó a Bilbao con siete años, procedente de Oviedo a la muerte de su padre, que jugó en la explanada donde se asentaba “El Amparo” de las hermanas Azcaray, y que siendo un mocoso se vio obligado a vender periódicos por las calles de Bilbao, demostró más tarde, dentro de las filas del PSOE, una capacidad de trabajo y una integridad moral dignas de encomio. Lo que aquí señalo viene a cuento con dieciséis pueblos que emergen de las aguas del embalse de Luna cada vez que hay sequía. El proyecto de aquel embalse, destinado principalmente a garantizar el regadío en la comarca del Páramo leonés y la Ribera del Órbigo, se redactó entre 1935 y 1936, aunque las obras se adjudicaron en 1945. El cierre de las compuertas para iniciar el embalsado comenzó en junio de 1951, y el proceso de llenado continuó hasta la inauguración oficial de la presa por el sátrapa en septiembre de 1956. La noticia salió en el NO-DO. Los habitantes de aquellos pueblos, (se estima que unos 1.100 ciudadanos), tuvieron que ser desalojados y reubicados, un proceso que se considera que estuvo marcado por el desarraigo y unas indemnizaciones consideradas insuficientes. Lo de siempre: "jodidos y agradecidos". Algunos de ellos se reubicaron en pueblos cercanos que se salvaron de la inundación o en otras partes de la provincia, mientras que otros emigraron a diferentes lugares de España o incluso de América. Aquellos pueblos desaparecidos tenían nombre: Arévalo, Campo de Luna, La Canela, Casasola, Cosera, Lagüelles, Láncara de Luna, Miñera, Mirantes de Luna, El Molinón, Oblanca, San Pedro de Luna, Santa Eulalia de las Manzanas, Trabanco, Truva y Ventas de Mayo. Todos con sus respectivas peculiaridades, aparecían entre las páginas de los 16 tomos del “Madoz” (entre 1845 y 1850).  Hoy todo está digitalizados y cualquier ciudadano puede tener acceso a su consulta. Otro día, con más tiempo, comentaré algo sobre los “villagodios” de don Niceto en el Bilbao de principios del siglo XX, cuando a un hijo de papá, al pobre “Marquesito” (ese era su apodo cuando todavía vivía su padre, José de Echevarría, marqués de Villagodio, que en 1892 había comprado 70 vacas a la ganadería del duque de Veragua y dos sementales), se le metió en la cabeza fundar una ganadería e incluso llegó a construir una plaza de toros en el bilbaíno barrio de Indauchu para que los lugareños disfrutasen de la bravura de sus reses. Desgraciadamente para él, ya en la inauguración de la plaza, se vio que sus toros eran  mansos y sin casta ni trapío. El público, enojado, arrojó almohadillas y otros objetos a la arena y abandonó las gradas. Los sueños de gloria de aquel niñato se desvanecieron y, a partir de ese espantoso y ridículo episodio, se habló de la ‘ganadería del Marquesito’ como la de “los toros que sólo servían para carne”. Pero, en contrapartida, parece ser que los chuletones de aquellos novillos, los famosos “villagodios”, si eran de excelente calidad. No hay mal que por bien no venga.

 

La culpa, el cambio climático

 

Leo en la prensa regional que “empresas, alcaldes y geógrafos urgen revisar las infraestructuras de Aragón ante el cambio climático”. Pero, ¿qué infraestructuras deben revisar? A ver si resulta que el hundimiento de la calzada y la caída de un camión de basuras en Teruel, en la madrugada del pasado martes, es por culpa del cambio climático.  A ver si resulta que el hecho de que  se derrumben edificios en el casco viejo de las ciudades,  como aconteció en el número 21 de la calle san Francisco de Teruel, el 13 de junio de 2023,  es por culpa del cambio climático. ¿Y el desplome de la calle Ginebrosa de Alcañiz el 19 de agosto de 2025? Porque ahora va a resultar que la caída al suelo de la ‘Fuente del Torico’ y el ‘Torico’ en 2022 fue consecuencia del cambio climático. Pues no, señora Buj. La caída del camión de basuras fue consecuencia de tener calles infames; la casa de la calle san Francisco se fue al suelo por una falta de revisión técnica seria de edificaciones; el desplome de la calle Ginebrosa de Teruel, ídem del lienzo; y el desplome del “Torico” fue consecuencia directa de una mala praxis durante la retirada de 23 sogas que adornaban la plaza con motivo del Congreso Nacional de Toros de Cuerda. Estoy de acuerdo en que hay que revisar las infraestructuras de Aragón que se encuentran en mal estado. Pero una cosa es el cambio climático y otra muy distinta la incompetencia manifiesta de determinados alcaldes y de ciertas empresas contratadas por los ayuntamientos, donde se suele optar por aceptar las ofertas más baratas, o las del chapucero cañí, primo de la conocida de un tío de una edila de Urbanismo, de Asuntos Sociales, o vaya usted a saber de qué organismo dependiente, que todo lo sabe. La misión de los geógrafos es distinta. Suelen Identificar patrones y elaborar predicciones sobre los potenciales eventos naturales. Pero una cosa son los meteoros (hidrometeoros, litometeoros, fotometeoros y electrometeoros) y otra muy distinta es la ineptitud de muchos responsables municipales que confunden los meteoros con los meteoritos, los fastos con la eficacia y el culo con las témporas. Y no señalo a nadie, se señalan ellos solos.

 

lunes, 29 de septiembre de 2025

El obliterador


Un pastor de ovejas, al que conocí hace muchos años, me comentaba que “pasada la virgen de septiembre (no sé a qué virgen se refería, aunque supongo que al ramillete de vírgenes que con diversos nombres tienen su fiesta el 8 de septiembre) el tiempo cambiaba a peor”. He notado que es cierto, que tenía razón aquel tipo. Ayer tuvimos un domingo de tormentas; y, en algunos puntos, también de inundaciones. Es difícil luchar contra los meteoros, como bien sabía Mariano Castillo y Ocsiero, que vendía como churros su ‘calendario zaragozano’ y que todavía puede encontrarse en los quioscos. A la muerte de Mariano Castillo en 1875 siguió con los pronósticos uno de sus hijos. En la actualidad, los autores  de ese calendario son los hermanos Luca de Tena quienes han heredado los derechos de la publicación, trabajan con los datos que les proporciona el Observatorio Astronómico de Madrid  y, no sé, qué quieren que les diga: se ha perdido la gracia. No es fácil hacer previsiones a largo plazo. De cualquier manera se intuye que lloverá en Valencia cuando veas al presidente de esa Comunidad, un tal Mazón, entrar en “El Ventero”, o ir a Murcia. En octubre pasado se desataron las riadas y el tremendo drama cuando ese señor no se encontraba presente en los lugares del diluvio valenciano; ayer, que también diluvió, tampoco. Había ido a Murcia, donde hubo una reunión de los barones de su partido político en torno a su líder, Núñez Feijóo, que es el gurú, el sabio Kalikatres que dice tenerlo todo atado y bien atado para cuando Sánchez se marche, que será al final de la legislatura. Núñez Feijóo carece de programa político, pero es conocedor de cómo combinar la estancia de los que llegan en patera con la concesión de unos puntos, tras haberse inspirado en el carné de conducir. Para ello será necesario, además de entregarles a los advenedizos una manta colorada tras desembarcar, proveerles de una cartulina mensual dotada de 31 recuadros. Y cada vez que alguno de los recién llegados cometa una falta, un guardia de la porra, al que se le habrá provisto de un obliterador parecido al que llevan los revisores de los trenes para picar billetes, se encargará de hacerle un taladro en forma de trébol de cuatro hojas en el escaque del día que corresponda. Y cuando ya carezca de puntos, se le remitirá a su punto de partida conducido por una pareja de guardiaciviles, en el supuesto de que se sepa el lugar de donde zarpó. Y si se desconoce, que suele ser lo habitual, se le podrá dejar a su albedrío en los montes de Beni Said, que se coronan por el collado de Tizzi Azza, para no gastar mucho queroseno con el helicóptero durante el traslado, con el permiso de Mohamed VI, claro, al que en compensación le habremos donado a ese monarca el islote de Perejil, el peñón de Vélez de la Gomera y dos huevos duros.