miércoles, 31 de mayo de 2023

Pésame por un gato

 

Hay noticias en la prensa que producen consternación. Así, hoy leo en El Progreso de Lugo: “Un incendio en el cuarto de la caldera de un piso de Baralla acaba con la vida de un gato”. Siento no poder asistir al entierro del minino, del que desconozco su nombre, porque Baralla me queda un poco lejos, en Los Ancares. Además, en mi viejo mapa de carreteras no aparece ese topónimo sino Neira del Rey, a 11 kilómetros de Becerreá. En la actualidad, Baralla agrupa a 30 parroquias, con lo que añadiría dificultad para poder acudir al domicilio del difunto gato y dar el pésame a sus familiares, o sea, a los dueños de la casa, a los que supongo destrozados de dolor por la pérdida irreparable. Dicen que un gato tiene siete vidas por caer siempre de pie incluso en alturas muy elevadas. Pero el fuego todo lo devora. En la Edad Media, a los gatos se les atribuían poderes sobrenaturales y mágicos, tanto que eran considerados aliados del mal y de las brujas. Y esas creencias se fueron reforzando con el tiempo. Se dice que los gatos ocasionaban el mal do aire, que hacía que los gallegos viesen ver cosas donde no las había, verbigracia: ver cerdas o vacas recién paridas, sapos, culebras, y el más frecuente, ver una persona muerta o simplemente el ataúd. Pero también existían remedios para echar el mal del cuerpo: el humo de hierbas el día de san Juan, o recogida de espadañas, que más tarde había que esparcirlas por donde pasaba la procesión del Corpus, y que luego se recogían y se quemaban sobre una teja, dando nueve vueltas alrededor del humo al tiempo que una pitonisa rezaba unas oraciones; el método pexegueiro, similar al anterior y el remedio daba resultado si el arbolito (pérsigo) se secaba;  buscar un tojo que creciera cerca del mar, arrancarlo con la mano izquierda antes del orto y llevarlo a casa sin hablar con nadie durante el camino. Se quemaba, se echaba la ceniza en un barreño y se colaba sobre un  paño blanco. Había, en fin, mil fórmulas para disipar la mala suerte. Tal vez por eso, en Galicia nadie enciende un cigarrillo con una vela porque puede ser un peligro para un marinero. También para un gato cuando está en su séptima vida, claro.

martes, 30 de mayo de 2023

Glosolalia

 

Cuenta la prensa que la consorte del Jefe del Estado, Letizia Ortiz “sorprende hablando ucraniano en un acto de la Cruz Roja”, con motivo de la entrega de la Medalla de Oro de esa institución a Nikola Polishchuk  en el Círculo de Bellas Artes, de Madrid. Dicho así, pareciese que la consorte del rey tuviera el don de lenguas, esa facultad milagrosa concedida según la Biblia por el Espíritu Santo; o sea, la glosolalia pentecostal  que también decían poseer los encantadores de serpientes de los Apalaches. Parece ser que la consorte del rey se limitó a decir  laskavo prosymo do Ispaniyi”, que traducido quiere decir “bienvenido a España”. De eso a hablar en ucraniano va un abismo. Entender el idioma ucraniano es comprender en ese idioma “Puesta de sol” de Isaak Bábel o “Corazón de Perro” de Mijail Bulgákov, pero decir tres palabras de saludo no es tener glosolalia. Hasta servidor de ustedes se atrevería a decir tres palabras en ruso, mandarín, gallego o esperanto tras ensayar un poco frente al espejo, sin poseer don de lenguas y considerando que sólo sabe hablar en castellano y no muy bien. Si les digo la verdad, me costaría más trabajo aprender de memoria algunas estrofas de “Extremeñas”, de Gabriel y Galán, por ejemplo de “El Cristu benditu”, donde dice aquello de “Triste ya aginao / de la ermita me fui pa la vera; / solitaria y abierta la vide / y entrémi por ella. / Con el alma  llenita de jielis, / con el pecho jechito una breva/ y la cara  jaciendo pucheros/  lo mesmito que un niño de teta”. Porque decir “laskavo prosymo do Ispaniyi” es como decir eskerrikasco (muchas gracias) al camarero que te lleva al velador una caña de cerveza y éste te contesta: ez horregatik (no hay de qué). Pero aquellas frases lapidarias “ A relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor” , el “Madrid is fun” o la “romantic dinner in Madrid de los Austrias” , que dijo Ana Botella ante el COI en 2013  (durante la presentación de la candidatura madrileña a los Juegos Olímpicos de 2020 y que se marcharon a Tokio), todavía consiguen que se estén mondando de risa los redactores de “Time”. Cuando no se sabe  una lengua, lo más sensato es hablar en el idioma que uno conoce. Ya saben el aforismo: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Lo que no se debe es quedar como Cagancho en Almagro.

lunes, 29 de mayo de 2023

Glosa peregrina

 


El rasero de los medios no es igual para la izquierda que para la derecha. Aquí no ha pasado día sin que los comentaristas de prensa echaran pestes sobre la ayuda que el PSOE necesitó  de Bildu, Podemos y otras formaciones para poder  gobernar. Se dijo de todo. Lo peor, quizás, que Sánchez estaba en manos de separatistas y de terroristas. Hoy Gabriel Albiac, en su artículo “El quinquenio fraudulento”, publicado en El debate, señala: “Hubo un Pedro Sánchez que, con pie ya en la presidencia, anunció a los discípulos populistas de Perón, Castro y Chávez, que por nada del mundo formaría gobierno con ellos. 'No podría dormir tranquilo', explicó. Hasta que dio con el somnífero adecuado. Iglesias fue vicepresidente y su señora fue ministra de la cosa”. Los comicios municipales y autonómicos celebrados ayer dieron una clara ventaja al PP, que ha arrebatado al PSOE casi todo el poder autonómico si exceptuamos  Castilla-La Mancha. Hoy Sánchez, consciente de ese fracaso en las urnas, ha decidido adelantar las generales al 23 de julio, en plena canícula vacacional, cuando los españoles prefieren ir en chancletas por los malecones playeros que acercarse a los colegios electorales para depositar su voto. ¿A quién beneficiará? Eso lo sabe hasta el tonto del paseo. La suerte está echada, o  “alea iacta est”, como parece que dijo Julio César después de cruzar el río Rubicón con sus legiones el siglo I a. de C. A mi entender, ese periodo vacacional  tendrá como consecuencia directa que se produzca una gran abstención. Pero el PP, ganador en los comicios de ayer, como digo, va a necesitar de la ayuda de Vox si pretende gobernar en muchos ayuntamientos y en algunas comunidades autónomas. Se va a reproducir de forma generalizada el perniciosos “efecto García-Gallardo” porque nadie ayuda gratis, y la ultraderecha de Santiago Abascal impondrá, consecuentemente, a derecha del advenedizo Feijóo  parte de una doctrina retrógrada que los españoles creíamos tener superada.  Pero con la derechona ocurre como con las hojas del calendario, que cuando al transcurrir los días parece que marchan, vuelven. El franquismo, para nuestra desgracia, sigue presente en la memoria colectiva. El caso de Madrid, con mayoría aplastante de Díaz Ayuso y de Martínez Almeida, es un claro ejemplo de lo que señalo. El poder, cuando no llenas, te lo llenan y cuando no eres capaz de hacer política, otros la harán por ti. Pues eso. Llegarán las generales y “con la grande polvareda” desaparecerá Sánchez entre las bambalinas de ese teatro de polichinelas como desapareció don Beltrán, aquel hidalgo del siglo XVII, en Roncesvallles: “Luego adelante passé / para ver si mas vería / y vi al arca de Noé, / que venía trotando a pie / tañendo una cheremía / y bailó la mariposa / vestida de tafetán / y cantando con su glosa: / “En los campos de Alventosa / mataron a don Beltrán”.

domingo, 28 de mayo de 2023

El arte de curar

 

Repasando “El arte de Enfermería” (II parte) para pobres y enfermos, compuesto por José Bueno y González, prior del convento del Hospital de la Santa Misericordia de El Puerto de Santa María, e impreso en la oficina de don Juan Nepomuceno Ruiz (Madrid, 1833), existe un apartado dedicado a cómo deben administrarse las sanguijuelas en el paciente, que pueden colocarse en cualquier  lugar de su cuerpo, a condición de que éste sepa distinguir entre las sanguijuelas buenas y las malas. Las buenas son largas y delgadas, con la cabeza pequeña, de color pardo verdoso, con seis fajas amarillas moteadas de pardo en su dorso y manchas amarillentas en su abdomen. Sus movimientos son ligeros y vigorosos, y al contraerse con rapidez se compactan.  Las malas tienen la cabeza grande, el dorso con rayas azules y suelen ser venenosas. A las sanguijuelas había que hacerlas pasar hambre, para que se agarrasen pronto a la piel del enfermo. En el momento de su aplicación era menester limpiar el sitio donde iban a colocarse con agua con azúcar o leche, antes de colocar la boca del sanguijolero. Aclara el tratado: “Cuando se aplican a la margen de ano, deberá limpiar bien el sitio, procurando no se introduzcan en el recto, pues eso ocasionaría grandes daños; mas si por un efecto involuntario se introdugese (sic) alguna, deberá inmediatamente hechar (sic) una enema con agua y sal, la que se repetirá hasta que salga la sanguijuela. Si se desprendieren antes del competente tiempo, se mandará sentar al enfermo en un sillico (sic) con porción de agua caliente, a fin de que con el bao (sic) se relage (sic) aquella parte, y fluyan las picaduras la sangre necesaria”. Como podrá comprobar el lector, el “Arte de Enfermería”, requería de una pericia extrema a la hora de aplicar al enfermo sanguijuelas, ventosas, unturas y sinapismos (emplastos hechos con polvo de mostaza destinado a producir rubefacción o revulsión, ya que “sinapi” procede del griego y equivale a la palabra mostaza). Quizás, desde el milagroso “Torniquete de Petit” en el siglo XVIII no se había avanzado tanto en Medicina hasta el conocimiento del “Método del doctor Trueta contra la gangrena, la septicemia y las heridas de guerra mediante el lavado abundante de agua y jabón, extracción de cuerpos extraños, escisión de los tejidos desvitalizados e inmovilización de la parte afectada con un vendaje de escayola. Aquel método salvó muchas vidas y amputaciones durante la Guerra Civil, cuando todavía no habían hecho su aparición los primeros antibióticos de forma generalizada en España, salvo pequeñas dosis en algunos cafés o coctelerías, como "Chicote", (siempre de "extranjis" y servidos por limpiabotas) en la Gran Vía de Madrid.


sábado, 27 de mayo de 2023

Por las trochas de Orduña

 

Recuerdo,  cuanto  siendo más joven, me acercaba a la taquilla de estación de ferrocarril para adquirir un billete a Bilbao. Me extrañaba que nunca hubiese fila aunque sí mucha gente en la sala de espera y en los andenes. “¿Para dónde lo quiere?”,  me preguntó el empleado con cara de estar haciendo mal la digestión. “Para Bilbao-Abando”, le contesté lacónico. El empleado tomó un cartoncillo marrón perforado en el centro, lo puso sobre la ranura de una maquinilla articulada, presionó con dos dedos para que se grabase la fecha en la parte superior trasera y me lo entregó. Cuando apareció el revisor para picar los billetes con su sacabocado descubrí que casi todos los que viajaban en mi departamento lo hacían gratis o pagaban menos. Los motivos eran diversos: unos eran empleados de Renfe y llevaban un kilométrico, otros eran militares, otros utilizaban descuento por pertenecer a familias numerosas…Pagar íntegramente un billete de tren lo hacían muy pocos viajeros. Algo parecido sucedía en las taquillas de los teatros municipales. El que más y el que menos ocupaba asiento en butaca de patio, o de palco, sin haber pasado por taquilla, por el hecho de ser funcionario. Llegué al convencimiento de que a la gente le gustaba darse importancia cuando viajaba o asistía a una función de teatro sin rascarse el bolsillo, y que media España vivía a expensas de la otra media. Hasta llegué a pensar que, tales gorrones, cuando se sentaran en el diván de un café, esperarían pacientes la llegada de un conocido dispuesto  a compartir mesa de velador  y a correr con el gasto de su consumición y el sobrevenido por el chocolate con churros de su contertulio. Comprendí lo caro que resultaba viajar en tren o asistir a un espectáculo cuando el recinto era de dominio municipal. Tenía razón aquel viajero que compartía conmigo departamento cuando me aceptó un cigarro de “ideales” y que éste, en agradecimiento, rompió el hielo silente con una frase lapidaria: “¿Sabe usted?, viajeando se dislustra uno mucho”. “Ya, ya…”, le contesté resignado mientras la locomotora “Mikado” silbaba con la fuerza de “El Grito”, de Munch, al rodear la herradura que el camino de hierro circunvalaba en la Sierra de Garobel, en el Puerto de Orduña, donde se cobijaban  buitres, cuervos y grajos. Y en lo alto, en el Pico del Fraile, asomaba la talla de Nuestra Señora La Antigua entre precipicios vertiginosos.

viernes, 26 de mayo de 2023

Hay que abrir el ventanuco

 


La presa señala la confirmación de Sofía, segunda hija de Felipe VI, en una parroquia de Aravaca, como si ello importase de alguna manera al conjunto de los  ciudadanos que conforman un Estado no confesional, caso de España. La confirmación de la segunda hija del rey es un acto privado que solo concierne a ella y a su familia. Con ese acto solo se demuestra que la Familia Real es católica practicante, algo que debe respetarse en unos tiempos, los actuales, en los que la Iglesia Católica está perdiendo fuelle y la ciudadanía se ha ido alejando de los templos a pesar de que el Estado continúa manteniendo, inexplicablemente, una relación de privilegio que quedó plasmada y sellada en el concordato suscrito con la Santa Sede de 1979. El monarca goza de ciertos privilegios, como la inviolabilidad y no estar sujeto a responsabilidad; y la Monarquía, el hecho de ser hereditaria. Como contrapartida a esos extraordinarios privilegios, tanto la Familia Real como la Casa Real  (instituciones diferentes) también deben ser extraordinariamente transparentes, cosa que no sucede, al no estar sujeta a la Ley de Transparencia. Se da la paradoja de que en la Casa Real, quienes trabajan en ella reciben un salario público, pero no ocupan un cargo público, ya que todo el personal puede ser nombrado y separado libremente por el rey sin estar obligado a cumplir los principios de publicidad, mérito y capacidad como sucede en la Administración Pública. Por otro lado, resulta farragoso, casi imposible, conocer el coste global de la Casa Real, porque, además de la asignación anual que recibe directamente de los presupuestos generales del Estado, buena parte del gasto se reparte entre distintas partidas de los diferentes Ministerios. No se puede ni se debe ser solo selectivo en transparencia de cosas tan nimias como una confirmación; o sea, un sacramento por el que los bautizados se integran de lleno como miembros de la Iglesia. La transparencia de la Monarquía debe estar relacionada con todo aquello que a los españoles,  acribillados  a impuestos, nos interesa de verdad. Si los españoles hubiésemos conocido esa transparencia cristalina a la que hago referencia, posiblemente se hubiesen evitado ciertas situaciones embarazosas y poco éticas del sucesor de Franco que aquí, inexplicablemente y sin saber por qué motivo, se siguen destapando con cuentagotas. La prensa, cobarde y vasalla hasta la grosería y que presumía de ser independiente, nunca contó lo que sabía. Se produjo un pacto de silencio durante demasiado tiempo. Solo las grabaciones del comisario Vallejo consiguieron que entrase un tenue rayo de luz por la tronera. Tras la abdicación  del anterior jefe del Estado,  cierto sector de la prensa y un buen puñado de escritores abrieron la caja de Pandora y se pusieron a investigar la verdad de lo que ocurrió realmente el 23F, entre otros asuntos espinosos para el Emérito y que se consideran “secretos de Estado”, lo que significa que permanecerán sellados bajo siete llaves al menos los próximos 50 años. Entonces se sabrán cosas enigmáticas, cuando ya solo interesen a los historiadores.

jueves, 25 de mayo de 2023

Elogio de lo gallego

 

Mi deseo no es comer en un restaurante de lujo sino en un restaurante de Lugo. Hoy leyendo a Javier Rivera en el diario El Progreso he descubierto que se puede comer bien por doce euros. Rivera descubre para mi sorpresa un restaurante sin muchas pretensiones pero con una cocina excelente. Se trata del hostal Monterredondo,  en Parajes (N-540), parroquia de Pastoriza, cerca de Meira y próximo al nacimiento del Miño, donde se puede degustar una excelente comida casera. Los platos favoritos son el cordero al horno, la costilla asada, el bacalao a la portuguesa, los pinchos morunos, los callos, las parrochas fritas (sardinas), la bacaladilla y el salmón a la plancha. Y entre los platos de cuchara, fabada, guiso de carne, lentejas y potaje de garbanzos. Dispone de un vino de la Ribeira Sacra, albariños y riojas. El menú, como digo, es de doce euros, pero también se puede optar por el plato único a nueve euros.  El recorrido desde Zaragoza hasta Pastoriza puede hacerse en 7 horas. A mi entender, Galicia es un buen lugar para hacer turismo. Se come bien, la gente es cordial y el clima es muy agradable. Personalmente, pese al tiempo transcurrido, todavía recuerdo de niño mis largas estancias veraniegas en Lugo, en casa de mis abuelos, los paseos por la muralla, las visitas casi diarias al Parque Rosalía de Castro y los  recorridos por El Cantón y por diversas callejuelas incluida la Rúa Nova donde podían verse muchas tabernas y notarse ese olor casi perenne a humedad que todo lo impregnaba. ¿Existe algo más dulce que la "muñeira de Chantada"? Para mí, no. Y qué decir de las comidas: el pulpo a feira que tanto se come por san Froilán, las filloas,  el caldo, la empanada… Mi abuela, durante aquellos paseos, solía llevarnos algunas tardes a la Catedral. Todavía recuerdo la talla barroca de la Virgen de los Ojos Grandes y  la custodia presente en el centro del altar mayor. Cuentan que Pedro de Mezonzo, abad y obispo de Iria-Flavia, de Lugo, Orense y Compostela, respectivamente, se inspiró en una minúscula talla primitiva de esa virgen (de solo 21 centímetros) que ya se veneraba en el año 897,  para componer la letra de “Salve Regina”, donde se dice: “vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”. La actual imagen barroca se incrustó en la girola del templo en el siglo XVIII y es obra del tallador imaginero  Miguel Romay. He vuelto en otras ocasiones por Galicia. El viaje, aunque largo, merece la pena. Nunca defrauda.