lunes, 30 de septiembre de 2019

Obsolescencia



 De la obsolescencia programada hemos pasado a prescindir de aquellos operarios que  reparan los fallos de los electrodomésticos. Ya nade repara un televisor o una lavadora. La razón es simple. Entre salida del operario, piezas de recambio y horas de trabajo invertidas hacen un montante parecido al que resulta de adquirir un aparato nuevo con dos años de garantía. ¿Cuánto tiempo dura un ordenador? ¿Cuánto tiempo dura un  teléfono móvil, o un lavaplatos, o un colchón? Leo en El correo de Andalucía un interesante artículo de Ricardo Gamaza (“De la media de nailon a la e-chatarra”) donde recuerda la fecha  del 15 de mayo de 1940 en la que la empresa Dupont sacó a la venta las primeras medias de nailon en Estados Unidos. Se acababan las carreras y tener que ir a esos chiscones a la entrada de los portales donde unas señoras las arreglaban por un módico precio. Aquellas medias eran irrompibles. Ello fue causa de que los empresarios empeorasen el “milagroso” producto para que tuviesen fecha de caducidad. Desde entonces hasta ahora todo tiene fecha de caducidad. En el caso de la moda sucede algo parecido: cambiar las solapas de las chaquetas, acortar o alargar las faldas, cambiar las hechuras de las corbatas… Pero existe una clara diferencia. Los electrodomésticos que se estropean hay que cambiarlos por otros, pero la moda siempre vuelve. Es cuestión de tener un buen fondo de armario y dejar dormir la indumentaria obsoleta, como las oscuras golondrinas, hasta mejor ocasión, sabedores de que siempre retornarán las chaquetas de tres botones, las corbatas anchas y los zapatos de chúpame la punta. Conservo una vieja máquina de escribir Underwood que tiene ya más de noventa años y sigue escribiendo. Sólo necesita ser limpiada y engrasada cada cierto tiempo. Ricardo Gamaza cuenta que “para los países pobres nuestra basura es una fuente de ingresos. Veamos un ejemplo: 100.000 teléfonos móviles pueden contener casi 2 kilos y medio de oro, equivalentes a 130.000 euros, más de 900 kilos de cobre, valorados en 100.000 euros y 25 kilos de plata que se pueden vender por más de 27.000 euros. Pero lograr este botín en las montañas de basura conlleva graves riesgos para la salud de los recicladores que no tienen muchas más opciones para poder sobrevivir que rebuscar y desguazar la basura electrónica llena de productos altamente contaminantes”. Ya lo dijo Calderón de la Barca en un fragmento de “La vida es sueño”: “…y cuando el rostro volvió/ halló la respuesta, viendo/ que otro sabio iba cogiendo/ las hierbas que él arrojó”.

domingo, 29 de septiembre de 2019

Demoscopias




Estos días, en los debates políticos (como, por ejemplo, el de los sábados por la noche en La Sexta), los tertulianos se limitan a hablar de los últimos sondeos sobre inclinación del voto y de algo que tiene mucho que ver con la democracia: la aritmética parlamentaria. Eso está muy bien, pero no escucho hablar sobre contenidos de programas, que es lo que en realidad deseamos conocer. La demoscopia es, según los diccionarios, la técnica de estudio que tiene por objeto el conocimiento de opiniones, preferencias y aficiones de los ciudadanos a través de sondeos de opinión. Aquí solo se escucha el nombre del gurú José Félix Tezanos y su barómetro del CIS. Ahora parece ser que hay una variante a tener en cuenta: la irrupción  de Más País, la plataforma con la que Íñigo Errejón concurrirá a las elecciones del 10 de noviembre. Lo que parece acertado hoy, deja de serlo mañana. Y vuelven a estar presentes los acertijos de los agoreros; y tornan, también, a estar presentes los nuevos cálculos. El politólogo alemán Ernst Fraenkel, en su ensayo “Origen y significado político de la crisis parlamentaria” (Folia Humanística. Ed. Glarma. Tomo V, núm. 53, 1967), señala algo que debería hacernos reflexionar: “El camino victorioso de la demoscopia ha actuado desilusionadoramente sobre el elector particular, en cuanto le ha hecho ver que la emisión de su voto es psicológicamente una elección libre; pero sociológicamente está determinada. El camino victorioso de la demoscopia ha traído como consecuencia para los partidos el que dirijan su llamada a los electores establecidos y el que tenga lugar una campaña electoral alimentada artificialmente, mecanizada, que no logra ya despertar ningún interés genuino. Esta campaña electoral es una forma de aparición de propagandas científicamente comprobadas, manipuladas, que sólo logran hacer más evidente aún el alejamiento del ciudadano respecto del Estado: este alejamiento se hace patente por la falta creciente de interés de los miembros ciudadanos, dentro de los partidos y las asociaciones, por la vida interna de tales organizaciones”. De haber vivido hoy, no sé qué hubiera pensado sobre lo que acontece en España.

sábado, 28 de septiembre de 2019

El peine no aparece



Una noticia aparecida hoy en la prensa local aragonesa, referida a la custodia de un alijo de bebidas alcohólicas custodiadas en la Jefatura de Policía de Zaragoza, da idea de  cómo anda el aceite del candil. Todo comenzó cuando el Grupo de Hurtos de la Policía Nacional requisó 2061 botellas a un chino, Ronglong W., en el Camino de las Torres. Ese alijo estuvo depositado en los calabozos de la Jefatura de Policía, en el paseo de María Agustín hasta que un mando del Cuerpo decidió que las botellas fuesen trasladadas al cuartel de la calle General Mallandía por hacer hueco en previsión de posibles detenciones durante las fiestas pilaristas y la necesidad de tener libres dichos calabozos. Esa necesidad perentoria ha conseguido, por asociación de ideas, que me viniese a la mente algo leído en Cambio 16 referido un alcalde de El Ronquillo (Sevilla) al poco tiempo de morirse Franco. Aquel regidor, de nombre Francisco Senín Fal, había amenazado con meter en la cárcel al concejal Javier Gordo Vázquez. Resulta que en uno de los plenos, el edil se opuso a la aprobación del acta por parecerle excesivos los gastos de representación mostrados por Senín por diversas comidas celebradas en el Restaurante Curro, propiedad del alcalde. El concejal Gordo exigió al secretario del Ayuntamiento que hiciera constar en acta su desacuerdo.  Senín, malhumorado, le contestó a Gordo: “En el acta figurará lo que a mí me dé la gana, que para eso soy el alcalde”. Pero Gordo insistía en las irregularidades del alcalde. En un momento de la refriega verbal,  Francisco Senín le enseñó los dientes: “Tú eres un comunista –le dijo- y ahora mismo te voy a meter en la cárcel”. En ese instante suspendió la sesión y avisó por teléfono al sargento de la Guardia Civil que se requería su presencia inmediata en el Ayuntamiento. Una vez allí, Senín  invitó al sargento a sentarse, con estas palabras: “Siéntese usted aquí, por si tengo que meter a alguien entre rejas”. Pues bien, también en la Jefatura de Policía de Zaragoza era necesario dejar despejados los calabozos “por si había que meter a alguien entre rejas” durante las fiestas del Pilar. Pero lo cierto es que el peine no aparece. Entre tanta polvareda desapareció don Beltrán; es decir, que se han esfumado 359 botellas del licor y champán francés en su día incautados al chino Ronglong; y, en consecuencia, la titular del Juzgado número 6 de Zaragoza, Natividad Rapún, ha abierto diligencias. Ignoro si la jueza Rapún llamará para que se siente a su lado a la delegada del Gobierno, Carmen Sánchez, o al jefe superior de Policía, Juan Carlos Hernández Muñoz, “por si tiene que meter a alguien entre rejas”, como pretendió hacer el alcalde Senín con el concejal Gordo en aquel episodio disparatado de la España cañí.

viernes, 27 de septiembre de 2019

La manzana huera



Cada vez que voy a Collado Villalba veo de inmediato el impresionante Guadarrama y la  crecida cruz del Valle de los Caídos. Y cuando me despierto por las mañanas y levanto la persiana vuelvo a verlo. Es como el dinosaurio en el cuento de Augusto Monterroso.  Sólo deja de percibirse la cruz cuando cambia el tiempo y una bruma densa se extiende por la sierra como una mortaja. Ahora, cuando vuelva por allí, seguiré viendo el mismo paisaje y la misma cruz pero tendré la seguridad de que Franco ya no está en el interior de ese santuario como el gusano dentro de una manzana huera.  Ha costado conseguir echar al inquilino momificado, al que hubo que coserle la manga de la guerrera al pantalón para que con el rígor mortis no pudiese levantar el brazo derecho después de muerto, como sucedía con el miembro viril de “Don Andrés octogenario” en la canción de Krahe. Ya sólo falta que José Antonio cambie de lugar y pase del suelo del altar mayor a un lugar con menos protagonismo, es decir, el sitio donde se hallan los huesos de miles de fascistas y republicanos que nadie alcanza a ver en su visita a la catacumba. Sólo de esa manera podrán cicatrizarse las heridas que produce el recuerdo de tanta muerte inútil. Nunca es fácil el olvido, menos aún cuando miles de cadáveres continúan en las cunetas, en las tapias de los cementerios y en pozos de difícil acceso, como son los casos de Caudé (Teruel), de Siétamo (Huesca), o en la planicie de la sierra de Pándols (Tarragona). Lo de José Antonio es distinto. Lo fusilaron en Alicante, estuvo en una fosa común de la cárcel, donde dos años después lo trasladaron al nicho 515 del cementerio de Nuestra Señora de los Remedios. Terminada la guerra civil, el 19 de noviembre de 1939, se exhumó su cadáver y se decidió trasladar sus restos a El Escorial en el mismo ataúd, ahora cubierto de terciopelo negro, en una serie de etapas que duraron diez días por falangistas y en turnos de 10 kilómetros de recorrido, siempre subido en andas y entre salvas de fusilería. Durante ese tiempo se decretó luto nacional. Por las noches caminaron con antorchas por pueblos silentes. El día 28 de noviembre la comitiva llegó a Aranjuez y luego a Madrid, dónde el fúnebre cortejo atravesó la Gran Vía hasta la Plaza de España. Allí fue recibido por las autoridades. Dos días después, el 30 de noviembre,  su féretro penetraba en el Monasterio siendo recibido in situ por  Franco. Y allí, a los pies del altar mayor, permaneció hasta el 31 de marzo de 1959, un día antes de la inauguración oficial de la cripta perforada en Cuelgamuros. Y los restos de José Antonio tuvieron que recorrer 14 kilómetros hasta su destino definitivo a paso de caracol; es decir, a 3 kilómetros por la hora. Los relevos se hicieron cada 100 metros. Una vez enterrado el Ausente, el abad mitrado benedictino, Justo Pérez de Urbel (verdadero nombre, Justo Pérez Santiago) ofició una misa de réquiem. Lo de “Urbel”, sin acento, tal vez se debiese a que ese abad había nacido en 1895 en Pedrosa de Río Úrbel (Burgos).

Colón en la pintura



Ahora, cuando sólo faltan unos días para la celebración de la Hispanidad, aparece un libro de Juan Eslava Galán, “La conquista de América contada para escépticos” (Planeta), que desmorona muchas mentiras repetidas hasta la saciedad. Se sabe que el descubrimiento de América por Cristóbal Colón se produjo por error, que éste pretendía ir hasta Japón y se encontró con una isla, La Española, que creyó que era como un obstáculo salvable en su rumbo hacia su soñado destino. En una entrevista que en La Vanguardia hoy hace Víctor M. Armella a Eslava, el autor del libro hace referencia a la obsesión de aquellos navegantes por llegar a las Indias: la especiería. Cuenta que “pimienta, clavo, canela nuez moscada, comino…, les chiflaba a los europeos y pagaban lo que fuese. Rendían más beneficios que hoy la cocaína”. Y cuenta la anécdota de que Colón “regaló” unos indios a Isabel I de Castilla, y que ella los liberó. Colón  aceptó el proyecto de navegar en busca de las Indias Occidentales con ciertas exigencias: la concesión a su regreso del título de Almirante del Mar Océano, cargo de virrey  y gobernador de las tierras conquistadas y el diez por ciento de las posibles ganancias. Los consejeros de la reina Isabel entendieron que aquellas exigencias del marino eran desorbitadas y éste decidió marchar a Córdoba. La reina le volvió a llamar y aceptó y firmó las capitulaciones, como puede apreciarse en un óleo de Wenzel von Brozik. Pero las cartas náuticas de Colón estaban erradas en lo referente a la magnitud de la milla náutica. En consecuencia, estaba convencido de que Japón se encontraba a  2.400 millas de Canarias, cuando en realidad estaba a 10.600. Existe otro lienzo, esta vez de Dióscoro de la Puebla, donde puede verse a Colón el 12 de octubre de 1492 arrodillado en Guanhani, sosteniendo con su mano izquierda el pendón de Castilla, junto a un fraile que eleva un crucifijo frente a unos indígenas, desnudos y atónitos, ante la presencia de los recién desembarcados. Finalmente, hago referencia a otro lienzo, un óleo de Francisco García Ibáñez, donde los Reyes Católicos reciben a Colón en Barcelona en abril de 1493. Colón portaba siete indios, así como papagayos, plantas y frutos diversos. A la vuelta de su segundo viaje a América, fue discutida por los colonos su labor como gobernador de las tierras descubiertas. Se sabe que, en 1495, envió un primer cargamento de 300 esclavos indios para que un socio suyo los vendiera en Andalucía; y que en 1498 expidió cinco carabelas más repletas de esclavos. Fue recibido en Burgos y los reyes le disculparon y le encargaron un tercer viaje. Pero nada más llegar a La Española, en agosto de 1500, el corregidor Bobadilla apresó a los tres hermanos Colón y los devolvió encadenados a España. Para el que esté interesado en el tema, le recomiendo la lectura de “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, de Bartolomé de las Casas. El cuarto viaje de Colón fue una sucesión de desastres. Para terminar, haré referencia a otro cuadro, esta vez de Claude Jacquand, pintado en 1870 y conservado en el Museo de Le  Havre, donde puede contemplarse a un Colón roto, postrado en un sillón frente su hijo Diego poco antes de su muerte en Valladolid, ocurrida el 20 de mayo de 1506.