lunes, 30 de noviembre de 2020

Elogio del papel del bocadillo

 

Desde que era niño, recuerdo que en los púlpitos se venía contando que la Navidad representaba el nacimiento del Redentor, que había nacido para nuestra salvación. Lo que nunca supe era de qué se nos tenía que salvar. Ahora, ya de mayor, con ocasión de la pandemia de Covid-19 que se está llevando a la gente por delante, los medios lanzan la idea de que debemos “salvar la Navidad”, refiriéndose a que los comercios, la hostelería y el resto de los pequeños negocios pasan por su peor momento económico. Cierto, todo se va al garete como un  castillo de naipes. También la prensa de papel y los que escriben en ella. Ya no sé con qué vamos a envolver el bocadillo. Decían que la letra impresa de la prensa de las rotativas era deletérea para envolver comida. Pero los bocadillos, sobre todo los bocadillos de chorizo de Pamplona, sabían mejor gracias a las tintas, se comían con más apetito y, de paso, permitían la lectura de las esquelas, algunas de ellas muy ocurrentes. Sobre todo las esquelas del ABC, con apellidos muy largos y rimbombantes en las que aparecían poniendo el broche hasta el nombre del director espiritual del finado y el de la fiel servidora. Y con un poco de suerte podías hacer hasta el crucigrama de Pedro Ocón de Oro. Con el papel parafinado es distinto. Lo cierto es que no hemos dejado de comer bocadillos pero sí de envolverlos en papel de prensa. El formato digital lo ha trastocado todo. Las noticias flotan en la nube del ciberespacio, como sucede con la idea que tenemos de nuestra redención. Existe un axioma jurídico: el honor es medido por la dignidad de quién lo da, la ofensa por la dignidad de quién la recibe. Vale, ya hemos sido redimidos y dentro de unos días veremos cómo beben los peces en el río. Pero ahora, si no es mucho pedir, que nos dejen en paz comernos el bocadillo extraído de un sudario de papel cargado de tintas con noticias que ya no interesan a nadie.