Hay gente que no
está más anieblada porque no entrena.
Ahora Lambán cuenta a Aragón TV que el próximo sábado piensa
pedir al presidente del Gobierno que se permita a los niños salir a pasear de
forma ordenada y razonable. Lambán debería saber que los niños no pasean,
juegan. Y para ello deben ir acompañados de personas mayores. Sólo le ha
faltado decir que los niños salgan a pasear con sus abuelos, las personas más
sensibles al coronavirus, si los padres están trabajando. El presidente de
Aragón desconoce, por lo que se desprende, la razón por la que los niños no
pueden salir a la calle. Desde luego no es por miedo al Sacamantecas o al Hombre del
Saco, dos personajes que tanto miedo produjeron a los chavales de mi
generación. Entre el Sacamantecas, el Hombre del Saco, los cochamanderos que
nos daban susto con las penas del infierno y los charapotes que nos recetaban
contra la astenia, no sé cómo llegamos a
la edad provecta. En este país de furris nos trataban los ganadores de una
guerra con gusanos en la conciencia como si fuésemos moñacos y no supiésemos
distinguir entre un damasquino y una duraznilla. A Lambán, este dueño del
alcachofal, por lo que veo, también se le amontona el juicio y acaba de
quitarse el cambuj para hacer una entrada de pavana como quien hace un favor
que nadie le pide. Ser político es lo que tiene.
sábado, 28 de marzo de 2020
jueves, 12 de marzo de 2020
Imitar a Gauguin sin salir de casa
Acabo de leer varias veces una entrevista que hoy Ima Sanchís ha hecho al sociólogo Rémy Oudghiri en La Vanguardia. El entrevistado se dedica a hacer encuestas sobre
los modos de vida de la gente. Ese sociólogo cree en la Literatura, el Arte y
la belleza. Y la entrevistadora resalta una frase de Oudghiri: “Para ser, tienes
que dejar de ser muchedumbre”. Y hace referencias a Petrarca, Rousseau, Flaubert, Gauguin y Tolstói como
ayuda de todos ellos para poder comprender de alguna manera la huida de la
gente y de la presión que ejerce para poder ser uno mismo. Pero esa huida debe
ser temporal “para poder alejarse de la
tiranía de la ciudad, que -como decía Petrarca- es gregaria, conformista,
borreguil, que tiene el juicio en los talones, donde la multitud siente
fascinación por el destello de las apariencias, nunca por el fulgor de la
verdad”. Rousseau, por otro lado, señalaba “la necesidad humana de volver a la
naturaleza, de confundirse poco a poco con el paisaje, en un renacimiento”.
Eso lo entendió bien
Gauguin, el pintor posimpresionista que, tras llevar una vida acomodada en una
empresa financiera se marchó a la Martinica, donde descubrió un paisaje de gran
colorido. Y allí surgió el Sintetismo,
un estilo sui géneris caracterizado
por la representación no imitativa y la separación de la imagen pictórica en
zonas de color fuertemente contrastadas y a menudo delineadas en negro. Posteriormente
estuvo en Tahití y las islas Marquesas, donde aquel primitivismo fue
atemperándose. Oudghiri aprovecha la entrevista para sacar a colación al
biólogo Henri Laborit, quien
defendía que “para ser feliz en este mundo es tan importante estar en él como
evitarlo. La vida -decía- es un vaivén entre esos dos mundos, y la huida es una
apertura, un portal, una escotilla...”. Quizás, el aislamiento impuesto por el Covid-19, sirva a algunos ciudadanos para
reflexionar y descubrir a través de la Literatura otro mundo de gran colorido
que está en el interior de la lectura pausada, sin tener que ir hasta la Martinica,
como hizo el pintor parisino.
Azcón, a piñón fijo
Dice Azcón que “Zaragoza no es Madrid, pero podríamos llegar a su situación”. Este iluminado alcalde dice cosas de Perogrullo. Pues claro que pueden aumentar los casos de infectados por el coronavirus. Pero él, como máxima autoridad en Zaragoza, no fue capaz de suprimir la FIMA, ni las avalanchas de la Cincomarzada en el Parque del Tío Jorge, ni el 8M. Sobre la Semana Santa también se ha manifestado y ha dicho que “es demasiado pronto para tomar una decisión”. ¿Y cuándo será demasiado tarde? Todas esas cosas las ha dicho Azcón tras reunirse con Badiola, director del Centro de Encefalopatías y Enfermedades Transmisibles Emergentes de la Universidad de Zaragoza, quien ha advertido que “el coronavirus ha generado una situación de emergencia” y ha apostado por "coger al toro por los cuernos" y adelantarse a los acontecimientos con medidas. Ha añadido que “el virus es muy contagioso, y no se sabe qué va a pasar”. Pero Azcón, ya lo ven, como el que oye granizar. Va a piñón fijo, como si la creciente preocupación ciudadana no fuese con él. Los políticos de la derechona más rancia, como los obispos que creen estar en posesión de la cuerda de trenzado, tal vez entiendan que con procesionar la imagen de un cristo con mucha sangre, el preocupante asunto del Covid-19 se arreglará de forma milagrosa. Por lo pronto, ya sabemos que el próximo día 18 los oscenses podrán venerar en el altar mayor de la Catedral al Santo Cristo de Milagros, como hicieran los antepasados en 1497, cuando se sacó a las calles la misma imagen como consecuencia de la mal llamada peste. También está prevista para ese día la celebración de una misa pontificial. En Huesca todavía se recuerda cuando el Cristo de los Milagros, tras sudar sobre los hombros de Juanet Cavero durante aquella procesión del siglo XV, acabó con la epidemia de escorbuto (esa la mal llamada peste), “que comenzaba con erisipelas y podredumbre de encías de tal suerte que la inflamación y putridez impedían a los pacientes el tránsito de la comida: el hedor era intolerable, y todo el cuerpo se resentía de los más crueles dolores”, como dejó escrito Francisco López de Villalobos, médico de Carlos I y de Felipe II en un libro impreso en Salamanca, titulado “Sumario de la Medicina, en verso mayor; y un tratado de la enfermedad de las bubas, que no hemos visto”. Todo ello puede leerse en “Epidemiología española: o historia cronológica de las pestes, contagios, epidemias y epizootias que han aparecido en España desde la venida de los cartagineses hasta el año 1801…” (en dos volúmenes), escrito por Joaquín de Villalba. El escorbuto, la temida enfermedad de los marineros que demostró James Cook, es una enfermedad producida por carencia de vitamina C y contraída en los grandes periplos navales, en cuyas dietas no había frutas ni hortalizas. Se propagó por la falta de higiene. Pero a lo que iba, moreno. Hay que ser valiente y decir que este año no habrá procesiones. ¿Qué espera el alcalde Azcón para tomar esa decisión? ¿A que aparezca otro Juanet Cavero, ahora con un escapulario de Vox y lanzando hisopadas con agua de Carabaña? Si no es así, no se entiende.
martes, 10 de marzo de 2020
Miedo a lo desconocido
Me da la sensación de que el Gobierno que preside Sánchez no está por la labor de
prohibir las masificaciones en Valencia por las fiestas de san José ni los espectáculos callejeros de la Semana Santa en
Sevilla, Málaga, Valladolid y otras ciudades de Carpetovetonia pese al serio aumento del peligroso Covid-19, que no tiene medicamento que
lo ataje. El fervorín religioso lo
acapara todo en un país, el nuestro, donde se lee poco a Nietzsche y donde a la gente lo que le mola es disfrazarse, da
igual de moro que de cristiano, con tal de participar de lleno en los performances
callejeros de clamor y murga con ocasión de lo que sea menester. Es un paso más
en la “psicología de la convicción”. Decía Nietzsche que “la mentira más
habitual es aquella por la que uno se miente a sí mismo; el mentir a otros es
relativamente el caso excepcional”. De ahí que el hombre de partido, también el de fervorín acendrado, se convierta por necesidad en un mentiroso. Sánchez
es consciente de que la Semana Santa andaluza y las mascletás y la quema de ninots
valencianos dejan en hoteles,
restaurantes y tiendas un dinerillo nada despreciable. No descubro nada si afirmo
que Sanidad ha prohibido actos de más de 1.000 personas en Madrid, La Rioja y
Vitoria, que se han impedido los viajes del Imserso,
que se están vetando los viajes directos desde Italia, que las compras en las grandes
superficie se están produciendo de forma compulsiva, que los actos deportivos
se celebrarán sin espectadores, que se ha cerrado el Congreso de los Diputados
una semana, etcétera. Por si todo ello fuese preocupante, el coste económico
puede llegar a ser demoledor, pese a las ayudas ofrecidas (25.000 millones de
euros) por la Unión Europea. Todavía tiene nuestro país en la memoria la
pandemia de 1918, la mal llamada “gripe española”, que se llevó por delante a
260.000 ciudadanos; y en todo el mundo 50 millones (dos veces y medio más que
los fallecidos en la Primera Guerra Mundial) entre ellos a un abuelo de Donald Trump, Apollinaire, Humberto de
Saboya, hijo de la segunda mujer y prima carnal del que fuese rey de España Amadeo I, y Jacinta Marto,
la pastorcilla portuguesa protagonista junto a otros dos hermanos de las apariciones
marianas de 1917 en Cova de Iría.
Zapatero, a tus zapatos
El catedrático de Prehistoria de la Universidad de
Zaragoza Francisco Burillo Mozota ha
propuesto la peregrina idea de convertir la España despoblada en paraísos
fiscales. Es decir, que si usted tiene un negocio de botijos o castañuelas en
una de esas aldeas difíciles de encontrar en los mapas debe pagar menos impuestos,
como sucede en el Archipiélago Canario, en Ceuta y en Melilla. Tal idea la
expuso ayer ante la Ponencia sobre Asuntos Europeos de las Cortes de Aragón. Lo
que ya no sabemos es lo que pensará sobre esa teoría la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que igual te
cuadra un balance que te enyesa una pierna, ahora que busca nuevos ingresos vía
impuestos para intentar cuadrar los Presupuestos Generales del Estado. Yo no
dudo que el catedrático de Prehistoria Burillo sea todo un experto en lo
referente al hombre primitivo desde su aparición en la Tierra hasta la
invención de la escritura y la domesticación de animales y plantas. Pero ello
no quiere decir que el catedrático Burillo sepa, no sé si sentado en una
mecedora, cómo arreglar los problemas de España. Hasta podría ocurrir, ya
puestos, que cualquier día nos aoje con una hechicería. El catedrático Burillo
puede opinar de lo que le venga en gana. Pero también debe conocer que un
zapatero no debe ir más arriba de las sandalias, como mantenía el pintor Apeles, si hacemos caso a Plinio el Viejo. Los españoles, hartos
de pagar impuestos, tasas y demás gabelas, algo vamos aprendiendo. Por ejemplo
que si un curandero te mete una varita mágica por el ano no te cura la
epilepsia, o que si unos ciudadanos pagan menos impuestos, otros deberán pagar
más, si se quieren cuadrar aunque sea a martillazos esos Presupuestos a los que
antes hacía referencia. Imagine el catedrático Burillo que aplicando su esplendorosa
idea se favoreciera, sirva como ejemplo, a Solanillos del Extremo, en la provincia
de Guadalajara, que posee 104 habitantes. Un lugar encantador desde donde se
divisan las Tetas de Viana, esas dos muelas calizas de tierras erosionadas y
casi inaccesibles por la verticalidad de sus paredes. Al poco tiempo, muchas
sociedades mercantiles de los más diversos lugares, también grandes
multinacionales, instalarían en ese pueblo alcarreño sus respectivos domicilios
sociales y fiscales, pero no sus fábricas. El catedrático Burillo posiblemente sepa que Suiza es
el mayor y uno de los más antiguos paraísos fiscales. Y que su fiscalidad
cambia según el cantón. En el de Friburgo, por ejemplo, el impuesto de
sociedades puede ser de 7’6% y se rebaja al 5% en el caso de cobro de
dividendos y otro tipo de ingresos. Y como rematadera, muchas empresas obtienen
periodos de carencia de hasta 10 años, en los que están exentos de pago. ¿Eso
es lo que propone el catedrático Burillo para la España despoblada? ¿A quién
beneficiaría? Zapatero, a tus zapatos.
lunes, 9 de marzo de 2020
Afán recaudatorio
Una noticia aparecida hoy en Heraldo de Aragón me llena de sonrojo. Hace referencia a la
recaudación por multas de tráfico practicadas por la Policía Local. Tal
recaudación está por debajo de las previsiones de “crecimiento”. Dicho así, pareciese que estuviéramos hablando de
los beneficios del “Santander”. El
Ayuntamiento había previsto recaudar 10 millones de euros pero sólo se han
recaudado 8’8 millones; y esa cifra es sensiblemente menor que en 2018, cuando
se recaudaron 10’5 millones por ese concepto. Un descenso equivalente al 16’3 sobre el año
anterior. Señala ese diario que “se trata de una de las partidas que más cuesta
anticipar a los responsables municipales, ya que no solo fluctúa en función
del número de sanciones, sino que también influyen la morosidad por parte de
algunos conductores o los descuentos por pronto pago”. Ese
descuadre en las previsiones recaudatorias parece que son debidas principalmente a las
campañas de sensibilización, a la carencia de agentes (300 plazas vacantes en
la Policía Local) y a una reducción paulatina del tráfico rodado en la ciudad.
A ver si nos entendemos: lo que le interesa al Ayuntamiento de Zaragoza es que
los ciudadanos incumplan las recomendaciones de la DGT, que dejen el turismo
encima de las aceras y en los parterres cuando no encuentren aparcamiento, que
utilicen el auto hasta para ir a comprar el pan, que vayan a velocidades
inadecuadas para que puedan ser captados por los radares, que no paguen las
multas de inmediato para no tener derecho al correspondiente descuento , y por
último, que se incremente considerablemente el número de agentes, para que
multen mucho, para que se puedan cumplir las expectativas y aumenten los
ingresos municipales a mayor gloria de Jorge
Azcón, actual alcalde al que no tengo el gusto de conocer. Los municipios
necesitan recaudar para poder gestionar. No cabe duda. Pero también hay que saber
gestionar bien el dinero que procede de los ciudadanos, pese a que la egabrense Carmen Calvo dijera que el dinero público no es de nadie (29 de
mayo de 2004 en entrevista de ABC). Dice
un verso de Ezra Pound: “El latín es sagrado, el trigo es sagrado”. Ello viene a
cuento con la anécdota del topónimo egabrense (de Igabrum, referido a la
sacerdotisa de Isis Isiaca Igabrensis) que creo haber
contado ya alguna vez: Parece ser que el ministro José Solís, natural de Cabra (Córdoba), pronunció un discurso en
las Cortes Españolas sobre la reforma educativa en el que abogaba por menos
latín y más gimnasia. Desde su escaño escuchaba Adolfo Muñoz Alonso, entonces rector de la Universidad Complutense,
que al hilo del parlamento de aquel demagogo se iba cabreando. En un momento
dado, cuando Solís se preguntó "¿para qué sirve hoy el latín?", Muñoz
Alonso replicó desde su asiento: "Por ejemplo, ministro, para que a su señoría,
que es de Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa más fea". Yo también a
la actual vicepresidenta primera del Gobierno la llamo egabrense por ser de
Cabra y por no decirle otra cosa. En resumidas cuentas, ya por terminar, no se
deben hacer nunca previsiones sobre el dinero que “podría” recaudar el
Ayuntamiento por las expectativas de futuras multas de tráfico. Las apuestas a
futuro, que lo sepa el Alcalde, siempre tienen un precio de financiación.
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