Nunca
dejó de sorprenderme ese olor característico que desprenden los libros
antiguos. Todavía me ocurre con un
ejemplar de Gente Menuda
correspondiente al primer semestre de 1936. El segundo semestre nunca se
publicó por causa de la Guerra Civil. Pues bien, se trata de un libro de
coleccionables (Gente menuda era el
suplemento dominical de Blanco y Negro)
heredado de mi madre, que era adolescente en el momento de ocurrir el golpe de
Estado. Da igual abrirlo por una página que por otra. Siempre el mismo olor y
sus hojas cada vez más amarillas. Y dentro, los breves cuentos de Graciella; de Aurelia Ramos; de Josefina
Bolinaga; de Celia Machón; de Gloria de la Prada; de Elena Fortún…, y los dibujos de Serny, de Areuger, de Estebita, de
Fervá, de Teodoro Delgado y de Orbegozo.
También se incluía en cada ejemplar una “Página
de los lectores”, la última, donde los niños publicaban dibujos. En el
número correspondiente al 31 de mayo hay dibujada una carabela a plumilla y
debajo pone: “Ramón Sáinz de Varanda,
once años”. Faltaban muy pocas fechas para que a su padre, médico de
Iriépal (Guadalajara) lo fusilasen los republicanos. Pero, ¿por qué razón los
libros viejos huelen bien? La respuesta
la tiene Pedro Gargantilla, médico
internista del Hospital de El Escorial. Según él, se debe la degradación de la
celulosa. Hay ciertos compuestos volátiles que se liberan al aire, entre ellos
la lignina, un polímero orgánico que se forma a partir
de la degradación
de la celulosa que desprende un olor a vainilla y que es
responsable de que amarillee y se amustie el papel.
domingo, 30 de septiembre de 2018
Sobre un calendario de bomberos
En
un artículo de opinión en El Periódico de
Aragón, Antonio Piazuelo, bajo
el epígrafe “Ideas de bombero”, critica
que el concejal de Servicios Públicos del Ayuntamiento de Zaragoza, Alberto Cubero, de ZeC, haya “bloqueado”
las ayudas a un calendario de bomberos por “fomentar un canon de belleza
socialmente impuesto”; es decir, que aparezcan “hombres desnudos de torso para
arriba, muy musculados”. Y en eso lleva, a mi entender, razón Cubero. Se puede
hacer un calendario de bomberos con fotografías referentes a su trabajo
cotidiano en beneficio de la sociedad, ora apagando incendios, ora rescatando a
accidentados de tráfico atrapados en el interior de sus vehículos, etcétera. No
se debe confundir -y en eso estoy de
acuerdo con el edil- el Cuerpo de Bomberos con los cuerpos de los bomberos.
Cubero, todo sea dicho, desató la polémica el pasado mes de junio con un tuit de dudosa gracia donde relacionaba
a Luis Carrero Blanco con el
ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque. En @cubero_alberto dejó escrito el pasado 6
de junio a las 18.05 horas: “Pedro Duque,
el segundo ministro astronauta en España después de Carrero Blanco, que también
voló muy alto”, e incluía un montaje fotográfico en el que se podía ver la
cabeza de Carrero dentro de una escafandra. Es cierto que la recaudación de los
calendarios de bomberos se destina a la ONG Dona
Médula Aragón, que realiza campañas para concienciar a la ciudadanía sobre
la necesidad de aumentar el número de donaciones, pero ese calendario, tal como
está planteado, no coincide con las políticas de género del Consistorio. Dicho
de otro modo: el fin no justifica los medios.
sábado, 29 de septiembre de 2018
Mejor aún, llevarlo a Burgos
Leo hoy en
el diario El País que los nietos de Franco pretenden enterrar los restos de
su abuelo en la catedral de la Almudena, si se exhuman del Valle de los Caídos.
Todo un despropósito. Los nietos del
dictador desconocen un acuerdo del Concilio Vaticano II donde se especificó que no
hubiese tumbas en los templos, y así se fijó en el canon 1242 del Código de Derecho Canónico de 1983, que señala: "No
deben enterrarse cadáveres en las iglesias, a no ser que se trate del Romano Pontífice, de sus propios
cardenales u obispos diocesanos, incluso eméritos". Por esa razón, Adolfo Suárez y Amparo Illana, o Claudio
Sánchez Albornoz (que está enterrado muy cerca de ellos) ocupan un espacio
en el claustro, no dentro del templo. En otro canon,
en el 1239, se establece que “ningún
cadáver, ni siquiera el del Papa o el de un obispo, puede estar enterrado bajo
el altar; en caso contrario, no es lícito celebrar la misa en él”. Me viene a
la memoria la cripta de El Cristo, en la catedral de Santander, donde bajo el
altar están enterrados, además de las cabezas de san Emeterio y san Celedonio,
aparecidas a la deriva a bordo de una chalupa,
los cuerpos de muchos santanderino asesinados durante la Guerra Civil. Por
cierto, mal llamada “cripta” desde el momento en el que para su acceso hay que
subir unos tramos de escalera. Es, realidad, la iglesia baja de una colegiata
convertida en catedral reinando Fernando
VI por deseo de Benedicto XIV en 1754, desde entonces convertida en parroquia.
En esa catedral casó a mis padres el entonces obispo José Eguino Trecu. Pero, ya puestos a rizar el rizo de los despropósitos, propongo que a Franco lo
trasladen a la catedral de Burgos y le habiliten una sepultura cerca de la del Cid Campeador, pero al estilo del Doncel en la catedral de Sigüenza,
donde el dictador aparezca recostado sobre su sarcófago y bajo un arco de medio
punto leyendo “Raza”, escrita por un tal Jaime de Andrade. Enmarcado en la lápida funeraria, el texto: “En el día de hoy cautivo y desarmado el
ejército rojo…etcétera”; y en la parte inferior de la hornacina, la siguiente inscripción: “Todo atado y bien atado”. En la entrada de la catedral, junto al Papamoscas, en el ventanal del triforio,
cuando suenen las horas y mueva el brazo
derecho y abre la boca, podría aparecer un cartel donde pusiese: “Es el mejor. La Historia lo dijo y yo no
miento”, inspirado en la etiqueta modernista del Anís del Mono, dibujada por Ramón
Casas en 1898, uno de los símbolos (junto con el toro de Osborne, el calimocho, el "sol y sombra" y el carajillo)
que mejor han reflejado las costumbres de este país durante muchas
décadas.
jueves, 27 de septiembre de 2018
Sobre un autógrafo de la Dolores
Desde
2016 se celebra en Calatayud el performance “La
Dolores, un viaje en el tiempo” que consiste en una recreación de esa
entrañable Ciudad en el siglo XIX, donde en un ambiente de época se rememora la
ya legendaria figura de Dolores Peinador,
sobre la que hay referencia de la existencia de siete óperas o zarzuelas,
veinte obras dramáticas, más de cincuenta composiciones musicales y cinco películas.
Pero descubro un chat (10/06/2016) en un blog
de Miriam Tarazona (“Dentro del misterio”) donde, bajo el
epígrafe “La leyenda de la Dolores, la de
Calatayud” puedo leer algo que
desconocía. Miriam Tarazona, a partir de un autógrafo de Dolores Peinador
intenta “descubrir” cómo era su temperamento. Y la grafología arroja el
siguiente resultado:
“Se trata de
una persona individualista y desconfiada respecto al entorno social, con mente
de deducción rápida y temperamento nervioso. Es muy reservada respecto a sus
emociones y sentimientos. De personalidad muy acusada, gusta de guardar las
distancias. No rehúye la polémica, es más, le agrada, pero su actuación social
es conciliadora. De ideales elevados, con apreciada finura intelectual y
espiritual. Posee mucha iniciativa y combatividad, con grandes deseos de
emerger”.
A
mi entender, no es difícil revelar el temperamento de Dolores Peinador una vez
conocida la biografía del personaje. Algo parecido, mejorando lo presente,
podría haberse deducido de la grafología de Doloretes, personaje ficticio de Carlos Arniches, plasmado en una zarzuela en un acto y tres cuadros
con música de Amadeo Vives y estrenada en el Teatro Apolo de Madrid el 28 de julio de 1901. Se trata de un mito
muy parecido al de la Dolores en la zona de Alicante con un argumento sencillo:
“el tío Pere y la tía Tona viven preocupados por su nieto Visentico,
que lucha en la guerra de Filipinas. Al regreso de la guerra, Visentico
descubre que su novia Doloretes le ha sido infiel con Nelo, el hijo del
alcalde y del que Doloretes se ha enamorado. Visentico jura venganza, que se
cumple cuando Nelo descubre que Doloretes había ya conocido a otros muchos
hombres antes que él. Por cierto, existe una famosa pintura de Doloretes, obra
de Cecilio Pla, plasmada en la
portada de “Blanco y Negro” del
08/11/1902; ejemplar que por fortuna debe de estar por casa.
miércoles, 26 de septiembre de 2018
Como el perro del hortelano
El editorial de El País hoy es demoledor. Bajo el epígrafe “Un estilo insoportable” señala, y señala bien, que “los Gobiernos
tienen el encargo de plasmar sus políticas en los Presupuestos Generales del Estado de cada año. Para llevarlo a cabo
deben cumplir un único requisito: alcanzar la mayoría parlamentaria en el
Congreso de los Diputados. Merced a una enmienda del PP, aprobada en 2012, eso
no es así en España sino que se da prevalencia al Senado, lo que no es habitual
en ningún Estado de la UE. Para reaccionar ante esta situación anómala, el
Gobierno de Pedro Sánchez buscó un
atajo tan legal como discutible: la introducción de la senda del déficit en una
ley que no tiene nada que ver con ese asunto. La Comisión de Justicia del Congreso avaló esta vía, pero en última
instancia la Mesa del Parlamento, con
el voto del PP y de Ciudadanos, contradijo a la comisión. Como consecuencia, no
habrá reforma de la ley de estabilidad presupuestaria (para evitar el veto del
Senado), y lo que es peor, el Gobierno no podrá, previsiblemente, presentar sus
Presupuestos que, como todos ellos, tienen como objetivo mejorar la situación
económica y social del país. Hasta aquí el procedimiento. Pero todas estas
argucias tienen su corolario político: impiden gobernar a quien está
legítimamente en el ejercicio del poder”. El editorial de El País no entiende, como no entendemos la inmensa mayoría de
ciudadanos demócratas, “la innecesaria identificación de una formación joven
como Ciudadanos con el más viejo y resabiado estilo político practicado por el
PP”. Un partido político que “demuestra que prefiere un país desgobernado antes
de que sea otro quien gobierne. Tampoco es la primera vez en que los populares
prefieren la parálisis de las instituciones de todos, antes de que el
funcionamiento de la democracia conduzca a un relevo en los órganos de gobierno
de las instituciones: el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional y los
medios de comunicación públicos son buenos testigos de este estilo de
desgobierno”. Hay poco que se pueda añadir. Al Partido Popular no le interesa
que se produzca ese relevo por tener rabo de paja. Quedan muchos asuntos por
resolver en sede judicial que les afectan por una corrupción sin parangón en el
resto de Europa. Y ante tal penosa situación sólo quedan dos soluciones: o
esperar a que muchos delitos prescriban, o a que parte del Poder
Judicial que ellos nombraron en su día a dedo se pongan de perfil. El caso del
teniente fiscal del Tribunal Supremo, Luis
Navajas, que ha pedido a la Sala de lo Penal de esa alta Institución que no
investigue al presidente del PP, Pablo
Casado, por las presuntas irregularidades en su máster cursado en la Universidad Rey Juan Carlos, “al no
existir indicios incontestables de la existencia de responsabilidad penal” por los delitos de prevaricación
administrativa y cohecho impropio, además de estar prescrito por haber pasado
cinco años, pone de manifiesto cómo anda el aceite del candil. Como bien
escribía Antonio Aramayona, profesor
de Filosofía, en su artículo “La Derechona”
(El Periódico de Aragón, 02/02/2005),
“la derechona cuenta con el dinero más casposo de España, con el
conservadurismo más reaccionario, con Botella, Acebes, Michavila y los Legionarios de Cristo, con el Opus Dei de Trillo, con los adictos
al "Gibraltar, español" de
los años cuarenta y cincuenta, con toda la nostalgia más ultramontana y
extremista. La derechona cuenta también con el silencio y la pasividad de esos
grupos y partidos que tienen a gala llamarse de izquierdas, que parecen
sentirse como pez en el agua arremetiendo contra el árbol más cercano y
perdiendo de vista a la vez el bosque, el horizonte, el rumbo y los objetivos
que realmente merecen la pena”. Aramayona se suicidó el 5 de julio de 2016
después de haber escrito: “Es el momento justo de morir. Ni demasiado pronto ni demasiado tarde. Es el momento justo de
quedar abrazado a mi muerte libre, a esa muerte (como dice Nietzsche) que viene a mí porque yo quiero”. Tenía 68 años.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)