lunes, 28 de febrero de 2022

Sin un atisbo de esperanza


 Soy consciente de que en España existen muchos núcleos de población que carecen de los más mínimos servicios. Y que esos municipios están regidos por alcaldes que no cobran por su función; y que, en ocasiones, hasta ponen dinero de su bolsillo por desplazamientos a las diputaciones provinciales, o a cabeceras de comarca, para resolver asuntos.  Lo malo es que esos pequeños pueblos, en su gran mayoría, tienen  alcaldes y concejales presentados por partidos políticos, que desde Madrid intentan manejarlos a su antojo. Ahora dicen, por poner un ejemplo, que el ministro Garzón va en contra de los intereses ganaderos españoles. Pues nada, los alcaldes y concejales de ese grupo político, en el acta de uno de sus plenos tiene que hacer constar su “malestar”  aunque ese pueblo carezca de ganadería sostenible. Los alcaldes de pequeños pueblos, digo, se convierten en corifeos de aquellos que dominan el cotarro desde despachos lejanos. Hace unos días, sin que yo lo hubiese solicitado, recibí el acta de un pleno celebrado el 10 de enero de 2022 en sesión ordinaria correspondiente a un  municipio cercano a Calatayud de apenas 500 habitantes, presidido por un alcalde del Partido Popular. En aquel pleno estaban presentes cuatro concejales y había dos ausentes, de los siete que componen la corporación. En uno de sus puntos, el 6, creo recordar, había una moción presentada por el Grupo Popular exigiendo al presidente del Gobierno “el cese inmediato del ministro de Consumo por sus ataques a la ganadería y al sector cárnico español". En la exposición de motivos, se señalaba que Garzón “no ha dudado en afirmar, en una entrevista concedida al periódico británico  ‘The Guardian’ que España exportaba carne de mala calidad procedente de animales maltratados”, sin aclarar ese consistorio de ese municipio dónde y en qué lugar eran maltratados esos animales. Yo sí lo aclaro: en algunas granjas extensivas de ganado porcino y aviar. La ONG Equiala interpuso en 2021 varias denuncias en explotaciones de Asturias "por incumplir las leyes españolas de bienestar animal, con  suelos cubiertos totalmente de estiércol y extrema suciedad en los recintos y en los bebederos de los terneros". (‘El Español’, 14/04/21). Choca que en ese municipio de la Comarca de Calatayud,  donde está establecida una chatarrería en el mejor suelo agrícola de la vega del Jalón, y donde en su día no se pusieron pegas por parte del entonces alcalde del PP para instalar una muy molesta subestación eléctrica de Red Eléctrica para que Adif suministrase corriente a las catenarias del AVE a solo 110 metros de la urbanización existente, acuse ahora al ministro Garzón por unos  supuestos “ataques a la ganadería” (no dicen extensiva) en un lugar donde a lo sumo existe alguna reala de ovejas manejadas por un solo pastor. Los alcaldes de los pequeños pueblos no deben convertirse en corifeos de unos gerifaltes que lo único que desean es quitar un gobierno para poner otro; y mientras llegan los siguientes comicios, ser disciplinados con Génova, 13 para poder ir en las listas cerradas. Hay que dejar claro de una vez que un alcalde de pueblo pequeño que siempre trabaja de forma altruista, solo se debe a sus vecinos y no está obligado a obedecer los cantos de sirenas de consignas partidistas.  El alcalde que no lo entienda así, que se marche. En los municipios pequeños y con muy pocos habitantes no se suele votar a los partidos políticos sino a las personas dispuestas a conseguir que la España vaciada se escuche y sus reclamaciones se atiendan. El éxodo rural dejó cicatrices profundas y, en consecuencia, trajo el olvido institucional por parte de políticos de un color o de otro. En muchos pueblos de España ya no queda ni un atisbo de esperanza.

sábado, 26 de febrero de 2022

Apellidos


Todo comenzó en la Edad Media, cuando las ciudades se hicieron más grandes y era necesario conocer a los individuos por su linaje, su familia, pueblo del que procedían, o la profesión que ejercían. Más tarde llegaron la ramificaciones. A partir del siglo XIII comenzó a añadirse el sufijo “ez” (hijo de) a los apellidos, por ejemplo Fernández, hijo de Fernando; González, hijo de Gonzalo, etcétera. Con la división territorial de 1833, Javier de Burgos se dio cuenta de que existían muchos pueblos que se llamaban de igual manera.  Se les fue asignando “apellidos” para distinguir unos municipios de otros. Pero solo lo hizo en parte.  Hasta un  millar de los 9.266 municipios que había en España en 1916 tenían el mismo nombre. A día de hoy España cuenta con 8.130 municipios (si excluimos la reciente anexión de Don Benito con Villanueva de la Serena) en el conjunto de las cincuenta provincias y las dos ciudades autónomas que componen el Reino. Como decía, la Real Sociedad Geográfica propuso la reforma de la Nomenclatura que se llevó a cabo mediante un Real Decreto de 27 de junio de 1916,  firmado por Alfonso XIII, refrendado por Romanones y publicado el 2 de julio en la Gaceta de Madrid. En esa disposición se ordenaba el cambio de nombre de 573 ayuntamientos en su preámbulo, aun que la suma final fue de 566.  Entre ellos, Roquetas pasó a ser “de Mar”; Moncada sumó “y Reixach”; a Buitrago se le añadió “de Lozoya”; a San Fernando se le añadió “de Henares”; etcétera. Parece ser que fue el abulense Manuel de Foronda y Aguilera el auténtico promotor de aquella reforma. Hubo un caso en el que triunfó el deseo de los vecinos. Santa Cruz de la Serós (Huesca) se iba a llamar Santa Cruz de Aragón pero los vecinos prefirieron que siguiese llamándose de esa manera, ya que hacía referencia al Monasterio de las Sorores, o de las Serós (hermanas). En otro caso, Manrique de Zúñiga pasó a llamarse Manrique de la Condesa (Sevilla) tras haber comprado una gran finca el duque de Montpensier, y lo de “condesa” fue un homenaje a su hija María Isabel de Orleans. Y otro caso fue el de Belmonte (Zaragoza) que cambió “del Perejil” por el “de Calatayud”, etcétera. Hubo otro pueblo, Azaña (Toledo) que pasó a denominarse en 1936 Numancia de la Sagra. Con la llegada de la democracia el intentó recuperar el antiguo patronímico, con gran indiferencia por parte de los vecinos. Azaña, del árabe 'as-saniya', significa noria. Y una noria de sirope sostenida por ondas de azur y plata ocupa la parte izquierda de su escudo.

 

viernes, 25 de febrero de 2022

En el vestíbulo del Infierno

 


Lo que está sucediendo en Ucrania es un modo con el que Putin enseña a la Europa acomodada y cobarde las puertas del Infierno. Ya hay quien compara esta ocupación con la invasión de Alemania en Polonia de 1939.  También entonces el ejército polaco fue fácilmente derrotado en aquella “guerra relámpago” inventada por el general Heinz Guderian. De nada sirvió el Pacto de No-Agresión entre  Polonia y Alemania firmado en 1934. Ya antes, en marzo de 1939 los alemanes habían ocupado Checoslovaquia, Bohemia y Moravia. Todos sabemos cómo terminó aquello. Lo de ahora es distinto. Las guerras de hoy se hacen por ataques cibernéticos mediante phishing (envío de mensajes fraudulentos para robar datos); malware (software malicioso mediante virus); inyección de SQL (cuando un hacker inserta un código malicioso en un servidor que utiliza SQL); ataque de denegación de servicio (que provoca la saturación de los sistemas); etcétera. Un mundo totalmente digitalizado es vulnerable y todos tenemos nuestro tendón de Aquiles. Tocando un botón se puede dejar a un país fuera de juego con sólo encriptar sus archivos y bloquear todos los accesos al usuario. La Unión Europea, según parece, sigue mirándose el ombligo y lanzando órdagos a Rusia de tipo económico. Los países que componen la Unión tiene percepciones de amenazas divergentes: Alemania apuesta por el diálogo; Francia desea impulsar la vía diplomática con Rusia al margen de los Estados Unidos; Reino Unido entiende que Ucrania debe seguir aspirando a unirse a la OTAN; Italia lamenta que Europa no tenga una fuerza militar importante; y España mantienen el compromiso de la integridad territorial de Ucrania y Crimea. El resto de los países que integran la UE también dicen algo al respecto y de este tenor, pero con sordina.  Noruega, Suecia y Finlandia se quejan (desde la invasión de Crimea en 2014) de constantes incidentes con aviones rusos que violan sus respectivos espacios aéreos. Aquí es necesario recordar que Islandia, Dinamarca y Noruega forman parte de la OTAN, mientras que Suecia y Finlandia mantienen su neutralidad con la Alianza Atlántica. El conflicto ruso-ucraniano todavía no ha decantado la posición de China. Xi Jinping, el nuevo amo del mundo, observa expectante; y Biden, nada en el Jardín del Edén, guarda la ropa y sólo habla de “graves consecuencias económicas” para Rusia, al tiempo que ha enviado algo de armamento al país ocupado, consciente de que, posiblemente, terminará en manos de los rusos. Más práctico hubiese sido, a mi entender, enviar ahora a los ucranianos (que ya comienzan a pasar hambruna) aquel queso amarillo y salado y aquella leche en polvo que en España distribuían colegios y parroquias a los niños tras la llegada de Eisenhower (acompañado de Vernon Walters) a Madrid la fría tarde del 21 de diciembre de 1959, a la base aérea de Torrejón de Ardoz. Como escribió María Paz López en La Vanguardia con ocasión del cuadragésimo aniversario de aquella efeméride, “al franquismo le quedaba aún mucha guerra fría para buscar cobijo”.

jueves, 24 de febrero de 2022

El "palmo"

 


Hay un viejo refrán de cristiano viejo que dice: “Jueves Lardero, longaniza en el puchero”. Yo no sé si se están perdiendo viejas tradiciones, entre ellas el “palmo” y “la clueca”, como se celebraban años atrás en Calatayud  y su alfoz cuando llegaba Jueves Lardero (jueves anterior al Miércoles de Ceniza) y el domingo anterior al Domingo de Ramos, días en los que la ciudadanía acostumbraba a merendar la famosa “culeca”, que es una deformación lingüística de “clueca”, en referencia al ave que está empollando, es decir, que se echa sobre los huevos para darles calor. El “palmo” era la medida de longaniza que había que poner dentro del pan, en función de la distancia entre pulgar y meñique, ambos extendidos y con la mano abierta  de cada comensal. La costumbre era comerlo la tarde del Jueves Lardero. La “culeca” es una coca que en su parte central lleva incrustado uno o dos huevos duros. La costumbre cristiana de tomar el “palmo” en el pórtico de los carnavales viene de antiguo. Era, y sigue siéndolo, una manera de degustar con entusiasmo la carne, en este caso la de cerdo, antes del ciclo penitencial de la Cuaresma. La “culeca” era costumbre tomarla el Domingo de Lázaro. Ese día, variable en el calendario, los bilbilitanos se acercaban hasta  la ermita de San Lázaro donde hasta el siglo XVIII hubo una leprosería. Allí se compartían  la merienda (pan y huevos) con los inquilinos del lazareto. En Calatayud también es costumbre comer el “arroz con palmo”. En su forma tradicional se pone a cocer agua con un diente de ajo, una hoja de laurel, y algo de romero, orégano, tomillo, azafrán y medio vaso de vino blanco. Se cuela el caldo y se echa el arroz cuando hierve el agua. Aparte, se hace una tortilla francesa cuajada y se corta en tacos, se fríe la longaniza (a ser posible de Graus) en trozos pequeños y se deshacen unos fardeles, a los que se añadirán los tacos de tortilla y de longaniza. Todo ello se añade al arroz ya cocido y se rehoga. El fardel, típico alimento del valle del Jalón (también de la parte valenciana, donde les llaman figatells),  es un producto elaborado con una mezcla de hígado y magro de cerdo al que se suele añadir perejil, pimienta negra y clavillo, envuelto todo ello en una tela del estómago (redaño) formando una especie de albóndiga achatada como un medallón. Se fríe o se pone a la plancha. En la actualidad, tanto la Cuaresma como el ayuno y la abstinencia de carne están perdiendo tradición. Existen platos típicos para la Cuaresma: purrusaldas, torrijas, bacalao en sus más diversas formas y poco más. De no comer nada, se pasó a hacer sólo una comida fuerte al día y abstenerse de comer carne el Miércoles de Ceniza, el Viernes Santo y el resto de viernes de la Cuaresma. “Comer de viernes” fue una costumbre tan arraigada en España que dio lugar a la llamada “Cocina de abstinencia”, que se cumplía a rajatabla. Comentaba el historiador Eslava Galán que “tomar por descuido embutido era motivo de confesión para aquellos que no se hubieran hecho con una bula que te vendía el párroco en la sacristía”. La Bula de la Santa Cruzada fue un privilegio concedido a Fernando el Católico (Isabel había muerto en 1504) por el papa Julio II en 1509. Aquella bula desapareció en 1966, cuando los responsables de la Iglesia en España se dieron cuenta de que casi nadie estaba dispuesto a satisfacer ese “gravamen” a los funcionarios del Cielo.