jueves, 4 de diciembre de 2025

Melancolía

 

 

Entre los pueblos desaparecidos en la provincia de Zaragoza existen los restos de Pardos, donde la luz eléctrica llego en 1958. Lo componía cuarenta viviendas y era pedanía de Abanto. Estaba situado en la embocadura de un barranco que forma el arroyo de Trescastillo entre un farrallón rocoso y el arroyo de la Veguilla. El ganado, fue una de sus principales riquezas. Sus dueños llevaban los corderos  a Abanto, donde acudían carniceros de Calatayud y Calamocha para comprarlos. Había caza, sobre todo perdices, conejos y liebres, se fabricaban quesos de cabra y del entorno de las carrascas se extraía leña para consumo propio y para la venta. En  un blog de Faustino Calderón (morcat4@gmail.com.) se cuenta que sus fiestas patronales eran el día de san Ramón Nonato, cada 31 de agosto.  Allí acudían vecinos de Abanto, Alarba, Castejón de Alarba, Acered, Cubel…, a la procesión del santo por las calles, a la misa y al rosario. También, para participar en los actos profanos que se celebraban en la plaza en la atardecida, entre ellos el baile que amenizaba una banda de música de Cimballa. Por la noche había otro encuentro musical en alguna de las dos tabernas existentes, todo ello sufragado por el ayuntamiento de Abanto, donde guitarras y bandurrias de vecinos de Munébrega solían poner la nota de color. Había otras fiestas. Una de ellas, el 25 de noviembre, en honor de santa Catalina, con romería hasta la ermita y posterior invitación a vermú por las cofradías; y el 17 de enero, san Antón, 17 de enero, donde en una hoguera se asaban morcillas. El cartero llegaba a pie desde Acered, y las reuniones y las juntas de vecinos se llevaban a cabo en la escuela. Pero Pardos carecía de carretera y, si mal no recuerdo, se hizo algo parecido a una pista forestal cuando ya no quedaba un solo vecino. ¡Qué desastre! Y cuando aquella pedanía de Abanto quedó vaciada y ya no se escuchaba ni el ladrido de los perros apareció por esos andurriales un tipo vestido de tirolés que dijo ser el archiduque de Austria Hugo de Absburgo. Corría el año 1995. Según llegué a escuchar, aquel raro personaje estaba pasando unos días en el Monasterio de Piedra cuando alguien le indicó que había un pequeño pueblo abandonado cerca de allí. Sin pensárselo dos veces, Hugo de Absburgo tomó el camino y allí marcho (según contó a un pastor) “buscando una temporada de retiro espiritual”. Lavaba su ropa en la fuente, trabajaba en un pequeño huerto (era vegetariano) y daba clase de inglés a niños de Abanto de forma desinteresada. Se ganó la simpatía de todo aquel que quiso conocerle. Un  vecino le permitió vivir en su casa deshabitada y le cedió el huerto y alguien le regaló una cabra. Allí permaneció durante casi tres años. Varios medios de comunicación le hicieron entrevistas: Interviú, El Periódico de Aragón (26/02/95) con una excelente entrevista de Roberto Miranda, reproducida posteriormente en el libro "Aragón tal como viene" (Asociación de Prensa de Aragón, Zaragoza, 2000. p.184-186), por un equipo de Antena 3 Televisión, etcétera. Un día desapareció. Nunca más se volvió a saber de aquel estrafalario personaje.  Pardos volvió a quedarse silente. En la actualidad, me he enterado de que un grupo de oriundos intenta sacarlo del olvido y han creado la “Asociación de Amigos de Pardos”. Se reúnen cada año un día del mes de Junio en la restaurada ermita de san Antón, asisten a una misa y confraternizan en una posterior comida. Después llega el sonido negro, el peor de los silencios.

 

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