lunes, 31 de mayo de 2021

Marrón

 


El diario El País aclaraba ayer a sus lectores la razón por la que los autobuses escolares de Estados Unidos, los “school bus”, son grandes y amarillos. Unos autobuses que fueron concebidos para tener alta visibilidad y resultar muy fáciles de reparar en cualquier taller de pueblo en caso de necesidad. Los colores son importantes, también, en las estaciones del año. Así, los miembros de la Armada visten de blanco en época veraniega y de azul en invierno. De la misma manera, los ujieres del Congreso de los Diputados y del Senado visten de gris en verano y de azul en invierno. Son viejas costumbres que perduran en el tiempo. Lo que nunca llegué a entender es la razón de por qué las maletas de antaño eran de color marrón, de un color parecido a aquellos coches ferroviarios de madera y balconcillo. A mi entender, que los “school bus” sean grandes y amarillos tiene sentido: caben más educandos y su color se ve mejor en las carreteras. Pero en el caso de los ujieres y ordenanzas, o en el caso de los marinos de la Armada, no termino de entender esos cambios de indumentaria en función de la estación del año. Esos cambios de color en su uniforme nunca se dieron, que a mí me conste, en los jefes de estación, en los mozos del exterior (maleteros) o en aquellos “escopeteros” que cuidaban los andenes para evitar hurtos en los vagones de mercancías. Aquellos “escopeteros” vestían de marrón, o sea, de color maleta, y portaban un rifle parecido a los que exhibía el legendario John Wayne en los wésterns.​ Y es que el color marrón, mezcla de rojo, amarillo y azul, no lo vemos en la longitud de onda del arco iris porque no lo tiene, como tampoco vemos el negro. De marrón también vestían los presos políticos en “el talego” durante el franquismo. Pero la expresión “comerse el marrón”,  (según dejó escrito Luis Folgado de Torres  en la “Revista Literaria Española”)  “no es otra cosa que la sentencia que le llega a un infeliz desde un tribunal mientras cumple condena por esta o aquella fechoría. Se le denomina así porque llega en un sobre marrón del juzgado, sencillamente. Después de que el funcionario abra el funesto sobre, el preso comentará con sus compañeros de desventuras: “Me voy a comer un marrón de  cinco años”. Luego, la frase sufrió diferentes variaciones en su uso como la de “¡Menudo marrón!” para referirse a algún asunto nada agradable, “Me estoy comiendo el marrón yo solito”, cuando sus compinches se fueron de rositas tras el juicio o “Me estoy comiendo el marrón a pulso”, indicando que no va a disfrutar de ningún beneficio penitenciario, seguramente por su mal comportamiento también entre rejas. Recuerdo que, en cierta ocasión, mi abuelo materno decidió hacerle entrega de unos zapatos marrones en buen estado a un menesteroso que pedía limosna a la entrada de una iglesia. Mi abuelo nunca se los ponía porque le quedaban un poco estrechos de horma. Aprovechando que aquella mañana iba a oír misa, los colocó dentro de una caja de cartón y al llegar a la puerta de la iglesia se los ofreció al menesteroso. Aquel hombre miró con detenimiento los zapatos y decidió no hacerse cargo de ellos. “Mucho se lo agradezco, caballero, -le dijo el necesitado a mi abuelo- pero yo sólo calzo zapatos de color negro”. Hasta es posible que aquel orgulloso necesitado no habría actuado con tantos remilgos si mi abuelo le hubiese hecho entrega de un paquetito con unos deliciosos “marrón- glacés”. Bueno, no estoy del todo seguro. Vaya usted a saber…

domingo, 30 de mayo de 2021

El cocodrilo de madera

 



La primera vez que llegué a Sevilla, al visitar la Catedral pude ver en el llamado Patio de los Naranjos (la entrada más cercana a la Giralda, en la calle Placentines) un cocodrilo de madera colgado del techo y alguna cosa más que ahora no recuerdo. Alguien me contó que aquel cocodrilo era de madera. Entre las leyendas en torno a ese reptil se cuenta que en 1260 un sultán de Egipto pretendió casar a su primogénito con Berenguela, hija de Alfonso X el Sabio. Para intentar conseguir sus fines envió al rey cristiano una serie de regalos, entre ellos, un colmillo de elefante, un cocodrilo del Nilo y una jirafa. El rey cristiano, no deseando esa unión, devolvió todos los obsequios al sultán excepto la jirafa y el cocodrilo. El cocodrilo terminó disecado y se colocó en la techumbre junto al freno de la jirafa y una vara de mando. Pero lo cierto es que el cocodrilo (los sevillanos lo conocen como “el lagarto”) existente en el Patio de los Naranjos nada tiene que ver con aquel reptil enviado en su día  por el sultán, sino que se trata de una talla de madera del siglo XVI. Otra de las leyendas sevillanas hace referencia al Cristo de El Cachorro. Se cuenta que en el barrio de Triana vivía un gitano al que los vecinos le conocían como El Cachorro, muerto por los celos de un marido que creyó que su honor estaba mancillado. Una noche esperó a El Cachorro escondido entre las sombras y le asestó siete puñaladas con resultado de muerte. Parece ser que el imaginero Francisco Ruiz Girón presenció la agonía de aquel gitano de las Herrerías y los gestos de dolor de su rostro agonizante le inspiraron la expresión de dolor que más tarde plasmaría en el rostro del Cristo de la Expiración (1682) al que por aquellos días estaba dando forma. Se trata de una talla policromada de 1,89 metros de altura en el que se aprecia el buen manejo de la  gubia del imaginero, logrando efectos sorprendentes. El Cristo de la Expiración (El Cachorro) se venera en la basílica menor de la Virgen del Patrocinio, en Triana, casi al final de la calle Castilla y sale en larga procesión la tarde-noche de cada Viernes Santo.

sábado, 29 de mayo de 2021

Monos


 Pues nada, aquí nadie se pone de acuerdo sobre la segunda dosis de las vacunas. Unos prefieren que le metan un chute de AstraZeneca y otros de Pfizer. Es como lo que sucede en el bar: unos prefieren Anís del Mono y otros, Las Cadenas, de finísimo paladar. Para gustos, los colores. Para Margarita del Val, que sabe más de virus que Briján (aquel británico de apellido Brian, muy culto y que trabajó en la industria bodeguera jerezana) AstraZeneca es la mejor opción para a los que  inicialmente les inyectaron esa vacuna. Pero el Gobierno dice otra cosa y parece tener otros intereses. En cualquier caso no hay que tener temor a las vacunas sino a la covid, que todo lo devora. A los políticos no hay que hacerles mucho caso. Ahí tienen como botón de muestra a Felipe González, que antaño pedía el indulto para los presos por los crímenes del Gal y ahora se niega a la posible amnistía de los presos del procés. Por cierto, el anís del Mono, propiedad de Osborne, traslada su producción a Andalucía. En Badalona sólo quedará para la historia el viejo edificio modernista de Vicente Bosch. Si Gibraltar tiene la mona rabona, ese macaco de Berbería con muy mala leche, el Puerto de Santa María tendrá el mono con cara de Darwin creado por Ramón Casas, que en 1913 se convirtió en el primer cartel luminoso publicitario instalado en la madrileña Puerta del Sol. También, el proceso de embotellado.

sábado, 22 de mayo de 2021

Zamora por tierra, mar y aire

 

La ciudad de Zamora ya dispone de una locomotora de vapor Fives-Lille 030, construida en 1878 y situada enfrente de la estación. Solo quedan tres en la actualidad que se salvaron del desguace: la de Zamora, la existente en Alcázar de San Juan y la que posee Industrias López, en Zaragoza, fabricada en 1870 y que terminó sus días siendo utilizada como máquina de tracción en la Azucarera de Terrer. La que se conserva en Zamora,  de 55.720 kilos de peso, fue encargada por la  Compañía del Ferrocarril de  Madrid- Ciudad Real y Badajoz y ostentó el número 56. Pasó más tarde a la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid, Zaragoza y Alicante con el número 406 y en 1941 a RENFE con el número de matrícula 030-2214, donde fue asignada a los depósitos de Monforte de Lemos, Ciudad Real y Zaragoza Campo Sepulcro, sucesivamente. Enterado el Grupo Ebro de que una de aquellas locomotoras iba a ser desguazada decidió comprarla para su fábrica de azúcar de Terrer. Al ser desmontada la factoría en los años 70 la locomotora pasó a ser propiedad de  esa empresa chatarrera. La locomotora existente en Zamora tras pasar por una reparación general fue trasladada a la Azucarera del Duero (Toro) para maniobras. Finalmente fue rechazada al no ser apta (por el diámetro de sus ruedas, su poca adherencia y su poco peso) para el movimiento de tolvas en la formación de composiciones ferroviarias. El final de su vida útil fueron algunas maniobras dentro de la estación. Recorrió un total 2.926. 693kilómetros y fue la locomotora que arrastró el tren  en el que viajó Alfonso XIII de Zaragoza a Barcelona entre los años 1900 y 1905.  Trasladada al Parque de la Marina  en 1978 permaneció 21 años sufriendo todo tipo de actos vandálicos. El 12 de febrero de 1999 fue repintada y trasladada a su actual emplazamiento. Pues bien Zamora, que ya dispone de una locomotora en la plaza de la estación, junto a las Tres Cruces, va a disponer también de un avión cedido en depósito por el Ejército del Aire para que sea colocado en una rotonda de entrada a la ciudad. Se trata de un reactor modelo C-101, utilizado por la Patrulla Águila y construido totalmente en España. El Ayuntamiento de Zamora deberá hacerse cargo de su instalación  y de contratar una póliza de seguros por el tiempo que dure el depósito y que cubra los riesgos del transporte, conservación y deterioro que pueda sufrir durante su instalación. Vamos, un caramelo envenenado para Francisco Guarido, el único alcalde existente de Izquierda Unida en capital de provincia. Ahora sólo haría falta que les envasen a los zamoranos una réplica del yate Azor. El original, de 46 metros de eslora y 400 toneladas fue, no sé ahora, propiedad de Lázaro González, y se encontraba, no sé ahora, en Cogollos (Burgos), junto al hito kilométrico 222 de la N-1, asentado sobre una base de hormigón, cerca de un  motel. Quién lo vio de cerca señalaba que “se ha convertido en una piltrafa de aluminio literalmente destripada. En su interior sólo hay pintadas hechas con navajas, monedas, bolígrafos y rotuladores". González se lo compró al Estado en una subasta celebrada el 17 de junio de 1992 por un montante de 4.670.124 pesetas. Se gastó  otros 12 millones de pesetas en serrarlo en tres trozos y volver a soldarlos en su destino final. Total, para nada.

 

Deshecho y desecho

 


No hay que confundirse. Deshecho es el participio perfecto del verbo deshacer y desecho es un sustantivo masculino que significa lo que queda después de haber escogido lo mejor o más útil de algo. Cuando yo escribí la novelilla corta “Desechos de tienta” hacía referencia a esos astados que en argot taurino no sirven para la lidia y van directos al matadero, o son utilizados tradicionalmente en las fiestas patronales como vaquillas para recortadores. En otras ocasiones, en vez de terminar en el matadero son cedidos a otro ganadero para que con algo de suerte funde otra ganadería aunque con menos sangre brava. Algo parecido a lo que sucede con los políticos. Una vez que dejan de ser ministros, o de ocupar altos cargos en la Administración  por designación directa de otros ministros amigos suyos, suelen terminar su carrera política como senadores autonómicos o territoriales. Son como ballenas varadas, mofletudas e incapaces de volver al agua; y que, con algo de suerte,  hasta pueden llegar a tener una placa que dé nombre a la calle de una ciudad dormitorio o de un polígono industrial. ¿Quién se acuerda hoy de Antonio Barrera de Irimo, de Rodolfo Martín Villa, de Eduardo Carriles Garralaga o de Lorenzo Lozano Vicente (los dos últimos, ministros con el primer Gobierno de Suárez)? Todo tiende a la estratificación y esos personajes, que ya disfrutaron de su tiempo de vino y rosas, se me antojan hoy como extraídos de la Galería de las Estatuas, de Atapuerca. Pronto sucederá algo parecido con los que ahora ocupan la bancada azul del Congreso. Y Sánchez, que ya hace planes para la España de 2050 como si fuese “el maquinista de la General” cuando no sabe qué sucederá pasado mañana, quedará en el recuerdo de los españoles como el Buster Keaton de la política, por sus incomprendidas acciones surrealistas de cómico de vodevil. La carrera de  España de aquí a 2050 es como aquella espantada con  acrobacias, acción y cara de palo que emprendió Johnnie Gray en su doble camino, primero hacia al norte, y luego ese mismo camino hacia el sur, perseguido por otra locomotora, The Texas, que acabó en el fondo de un río. Perdamos toda esperanza: cuando termine, si es que termina alguna vez,  el fantasma de la pandemia, aparecerá el espectro de Mohamed VI, que obligará a un  cambio de vías con rumbo a ninguna parte.