sábado, 31 de agosto de 2019

Preocupación



En este país ya no nos podemos fiar ni de las latas de conservas. Lo acontecido en España con unas latas de "lomitos de atún en aceite vegetal" fabricadas por la conservera gallega Frinsa del Noroeste y distribuidas por la plataforma Día contienen una toxina botulínicas como para echarse a temblar. Se da la circunstancia de que esa cadena de distribución tuvo que retirar en enero pasado 25.576 latas de sardinas en aceite de oliva fabricadas por la portuguesa Cofisa, también distribuidas por Día, por defectos en la esterilización. Y eso acontece cuando todavía no nos hemos quitado de encima el susto por el brote de listeriosis, que ya ha producido tres muertos,  cinco abortos en mujeres y 204 casos de enfermedad, la mayoría  de ellos en Sevilla. Una listeriosis cuyo origen se centra en la empresa Magrudis, fabricante de productos La Mechá. Lo peor de todo es que la listeriosis tiene un periodo de incubación y todavía es pronto para saber el verdadero alcance de ese brote. Lo que ya no sabemos es si los responsables sanitarios de la Junta de Andalucía hacían las inspecciones necesarias de forma correcta. Anteanoche, sin ir más lejos, escuchaba en el programa “El cascabel”, de 13 Televisión (propiedad de la Conferencia Episcopal), que “la Junta de Andalucía llevaba cinco años sin pasar inspecciones a la empresa Magrudis”, en un intento de trasladar el problema sanitario de la listeriosis al equipo de Gobierno anterior presidido por Susana Díaz, o de pretender librar de responsabilidades a la actual Junta regida por  Juan Manuel Moreno, que viene a ser lo mismo.  Para colmo, la Junta acusa ahora al Ayuntamiento de Sevilla, presidido por el socialista Espadas, de "dificultar" su labor. Como decimos en Aragón: “Entre todos la mataron y ella sola se murió”. Desconozco la realidad, es decir, si hubo o no negligencia de funcionarios en ese feo asunto. Pero, a mi entender, por encima de buscar responsabilidades y de sacar el dedo acusador de paseo, prima la salud de los ciudadanos. Eso es lo que verdaderamente importa y lo que verdaderamente nos preocupa.

viernes, 30 de agosto de 2019

Entre geranios de áspera fragancia...


Karina Sainz Borgo, en su lúcido artículo de Vozpópuli (“¡Si hasta parecen pintados por Goya!”) hace referencia a la hospitalización de Juan Carlos de Borbón, “El Abuelo”, en el Hospital Clínico Quirón de Pozuelo de Alarcón, el pueblo madrileño con más renta per cápita de España, por donde han desfilado “las cuñadas que se detestan entre sí tanto como a su suegro; los hermanos peleados que prefieren salir al pasillo con tal de no cruzarse; los primos plasta que le hacen esquinazo a las primas pijas y la abuela estoica que intenta mediar entre todos, porque alguien tiene que poner orden”.  La Princesa de Asturias fue preguntada por la prensa sobre la salud de su abuelo. Dice Sainz Borgo: “Ya tiene catorce años, aunque la vistan como si tuviera ocho y hable con la voz ñoña de quien aún no se entera de que la continuidad dinástica recae en sus hombros. Para ver películas de Kurosawa, ya podría la niña verse más desenvuelta. Es lo que tienen las madres tiesas, terminan por pasmar a los hijos de tanto incordiarlos. Y doña Letizia, en eso, parece una experta”.  Y al referirse a su hermana Sofía, la periodista señala: “Sofía compartiría con el resto de sus primos el aire relajado de cualquier adolescente normal y no una figurante de El secreto de puente viejo. Aunque las vistan de Inditex, a esas niñas les puede la afectación. Y el problema no es que se vean cursis, el problema es que lucen distantes, abstractas, lejanas. Y considerando que una de ellas será la que reine, mal pinta el asunto”.  Se acaba agosto y el peine no aparece. También Sánchez, acompañado de su mujer, ha visitado al “Jefe del Clan”. No le quedaba otra. El protocolo es un rito solemne que obliga a las buenas composturas. Tres bypass  aorto-coronarios es cosa perfectamente seria; casi tan seria, diría yo, como un golpe de ataúd en tierra. No sé por qué me viene ahora a las mientes el recuerdo de don Antonio Machado: “Había rosas de podridos pétalos, entre geranios de áspera fragancia y roja flor…”. Aquí hay que vestirse de  gris marengo y  sombrero flexible por si las moscas…, y perdonen esa locución adverbial.

jueves, 29 de agosto de 2019

Chema López Juderías



Dice Chema López Juderías, director de Diario de Teruel, que los veranos sin pueblo son menos verano. Y recuerda sus veraneos en Monreal (supongo que se referirá a Monreal del Campo, en la comarca del Jiloca) como algo que recuerdan con nostalgia aquellos que, por diversos motivos, se han quedado sin pueblo como yo me quedé sin abuela. Hoy “tener pueblo” es un lujo que muy pocos ciudadanos pueden decirlo con orgullo. Los pueblos se vacían como el agua de un bidé y sólo un grupo de ancianos achacosos se reúnen cada día en el lugar de costumbre para recordar tiempos pasados envueltos en la dura costra de la melancolía. Cuenta López Juderías que en el Casino se hacía la mejor ensaladilla rusa del mundo, que el Carlos era el más bonito bar de todo el planeta, que en el Farañás (otro bar) había que esperar a alguien que llegaba en el coche de línea, que la Maximina hacía unas tortillas de patata que eran las mejores del universo; y que, cuando ya fue un poco mayor, terminaba el día tomando algo en Los Morritos, “un bar que tenía dos enormes labios de mujer como ventanas”. Yo no sé si Chema López Juderías siente ahora un profundo esplín de su añorado pueblo, anclado en su mesa de despacho de la turolense avenida de Sagunto, o saca sus recuerdos a ventilar  al son imaginario de los bugui-buguis de sinfonola en aquellas horas muertas, cuando pedía otro chato de vino en la barra con el espíritu generoso de un bandolero. El ser humano se adapta con rapidez a todas las situaciones.

miércoles, 28 de agosto de 2019

Ridículo argumentario



Hoy, en ABC, Ramón Pérez-Maura, en su artículo “Argumentario republicano”  sostiene cinco razones en defensa de la Monarquía: “1) La Monarquía representa la pluralidad de indentidad y la constante renovación dentro de la continuidad. 2) La Monarquía es un sistema más moderno. 3) La Monarquía permite la independencia. 4) El peor rey es mejor. 5) No es el sistema perfecto; es el mejor posible”. Empecemos por el final: eso de que “la Monarquía no es un sistema perfecto” todos lo sabemos. Pero le recuerdo a Pérez-Maura que eso de que “no es un sistema perfecto, pero es el menos malo” no se dijo de la Monarquía, sino de la Democracia, que es perfectible. No cabe duda de que el sistema político más perfecto es el que está basado en un sistema electoral. En consecuencia, la base de la Democracia es que cada persona tiene un voto y además es libre para decidir qué hace con él. A eso se añade que todos los votos valen lo mismo, lo que significa que todos tenemos el mismo valor político sea cual sea el nivel de formación de cada uno. En España, a la muerte de Franco, debió de hacerse un referéndum para conocer qué forma de Estado deseaban los españoles: si Monarquía o República. En una entrevista, Adolfo Suárez le contó a Victoria Prego la razón por la que no se le preguntó a la ciudadanía si deseaba a un monarca puesto a dedo por Franco durante la dictadura del sátrapa o una República. Se optó por lo menos comprometido, es decir, se prefirió meter a Juan Carlos de Borbón en la Ley para la Reforma Política porque -según Suárez- un referéndum se habría perdido. ¡Ahora se entiende!  Y se incluyó (como si se tratase de la letra pequeña de los contratos) dentro del “paquete” en el referéndum de la Constitución de 1978 por ver si “colaba”. Y coló. Los españoles eran conscientes entonces de que valía más aprobar “lo que se ofertaba” en aquel saco imperfecto que seguir con lo todo  anterior, que apestaba a podrido.  También dice Pérez-Maura que “el peor rey es mejor”. ¿Mejor que qué? Sólo se ha faltado añadir: “¡Vivan las cadenas!”, como gritaron los insensatos españoles al regreso de Fernando VII. En el mismo artículo, Pérez-Maura trata de “justificar” que la Monarquía de la Segunda Restauración plasmada en la persona de Juan Carlos de Borbón tuvo tres legitimidades sucesivas y complementarias: “La primera, efectivamente, la que le dio el régimen de Franco. La segunda, la que recibió del Conde de Barcelona el 14 de mayo de 1977 con la renuncia a sus derechos. Y la tercera, la que le dio el pueblo español el 6 de diciembre de 1978”. A mi entender, de esas “tres legitimidades”, ninguna de ellas se sostiene en pie. Sobre una de ellas, ya acabo de decir  lo que pienso.  Sobre otra, la legitimidad que le dio Franco, suena a chascarrillo malo; y, la tercera, la recibida por Juan de Borbón, fue como la representación del fragmento de una opereta vienesa de trama disparatada. ¿Qué derechos históricos podía poseer el hijo de un monarca descoronado y que en 1931 abandonó el trono por cobardía? Hasta Amadeo de Saboya demostró tener más dignidad cuando se disponía a comer en el Café de Fornos y recibió aquel famoso  “recadito” el 11 de febrero de 1873. Porque, eso que se contó después que había dicho Alfonso XIII, que “se iba de España por evitar un derramamiento de sangre, es una frase novelada que se le atribuyó al entonces ministro de Marina, José de Rivera y Álvarez de Canedo. Lo cierto es que durante el Consejo de Ministros convocado a las 16’30 de aquel 14 de abril de 1931, el jefe de Gobierno, Juan Bautista Aznar-Cabañas, recibió una nota de Niceto Alcalá-Zamora para que el rey fuese enviado a gastos pagados hacia Cartagena, como si se tratase de un paquete de Amazon. Sólo el ministro de Fomento, Juan de la Cierva Peñafiel (padre del inventor del autogiro), sostuvo que el rey debía quedarse. Juan de Borbón, que se hallaba en San Fernando (Cádiz) haciendo un curso de infantería de marina, fue evacuado a Gibraltar y el resto de su familia partió al exilio al día siguiente en tren desde la estación de El Escorial. En una patética entrevista de  Julián Cortés Cabanillas a Alfonso de Borbón  durante su última estancia en el Gran Hotel de Roma donde murió de una angina de pecho, el exmonarca le confesó apenado: “Estoy pasado de moda. A la larga, los reyes exiliados aburrimos”.

martes, 27 de agosto de 2019

Empecinamiento "baturro"




El Centro de Estudios Borjanos, dependiente de la Institución Fernando el Católico, me saca definitivamente de dudas sobre la famosa jota “Pulida magallonera”, convertida en símbolo del pueblo zaragozano de Magallón, recientemente hermanado con la zamorana ciudad de Toro. Así, leo en su chat del domingo, 7 de abril de 2019:

Como es sabido, fue D. Ramón Salvador Morales, famoso compositor y organista de la iglesia parroquial de Magallón quien recogió lo que, según han señalado otros estudiosos, era más que jota, una canción popular interpretada por los mozos durante la recogida de la oliva y, con la oliva se ha venido relacionando la ya famosa jota. Sin embargo, a nosotros siempre nos sorprendió el texto de la misma que, reproducimos para aquellos lectores que no son de nuestra tierra:

Pulida magallonera,
              anda y dile al Santo Cristo
                                                   que cuando me llame al Cielo
                                                   que me cante la olivera.

Hay en ella, algo que sorprende a quien la escucha, porque quien canta se dirige a la “pulida magallonera”, evidentemente una joven, para que le diga al Santo Cristo, en este caso el Santo Cristo con la Cruz a cuestas, Patrón de la villa, para que en el momento de su muerte “cuando me llame al cielo”, “me cante la olivera”. Es en este último deseo o petición, donde algo no cuadra. Porque, evidentemente, no va a pretender que sea el Santo Cristo quien le cante una canción que se llame “la olivera”. Las palabras “me cante”, en singular, parecen indicar que la que tiene que cantar es una mujer, “la olivera”. Pero, para eso, ¿Es preciso pedírselo al Señor? y, además, a través de la “pulida magallonera” que no parecer ser “la olivera”, y todo ello sin conocer qué es lo que va a cantar “la olivera” si se trata de una mujer. Lo llamativo es la asociación de la copla o jota con la muerte, como lo demuestra el hecho de que hayamos escuchado interpretarla, con gran emoción, al término de algún funeral en la iglesia de San Lorenzo, lo que nos impresionó vivamente. De ahí que, en nuestra opinión era que algo más profundo lo que encerraba la jota, aunque queríamos estar seguro de ello, antes de darla a conocer. Y ha sido en el transcurso del Congreso Internacional de Musicología cuando hemos tenido la oportunidad de plantear esta cuestión al Prof. D. Francisco Rodilla León, de la Universidad de Extremadura y Presidente del Grupo MedyRed de la Sociedad Española de Musicología, dado que presentaba una ponencia sobre “Fuentes, variantes y transmisión del repertorio de difuntos en el ámbito hispánico”. Se da la circunstancia que, entre los cinco responsorios o “absoluciones” que se cantaban ante el cuerpo del difunto o el túmulo, uno de ellos es Libera me Domine, el Libera o la Libera, como se le conocía popularmente.  De ahí, a inferir que lo que pide la jota que le canten en el momento de la muerte es “la Libera” cobra sentido. Lo habíamos supuesto y nos lo ha corroborado este destacado especialista en la materia que, además, nos ha facilitado ejemplos de confusiones similares con otros de esos responsorios.  Esta precisión no sólo no afecta a su interpretación por parte de jóvenes y mayores, sino que refuerza su auténtico sentido al inspirarse en un texto que, en latín, es el siguiente:

Libera me, Domine, de morte æterna, in die illa tremenda
quando cœli movendi sunt et terra
                               Dum veneris iudicare saeculum per ignem.
Tremens factus sum ego, et timeo, dum discussio venerit, atque ventura ira.
                               Quando cœli movendi sunt et terra
Dies illa, dies iræ, calamitatis et miseriæ, dies magna et amara valde.
                               Dum veneris iudicare saeculum per ignem.
Requiem æternam dona eis, Domine: et lux perpetua luceat eis.

“Líbrame Señor de la muerte eterna sería, por lo tanto, la hermosa petición que encierra una de nuestras más famosas jotas, a la que únicamente le sobraría una “o” y le faltaría una “n” para que diciendo “que me canten la Libera” adquiriera pleno sentido. Hipótesis que, en modo alguno, puede ser descartada”.

Queda, pues, todo aclarado. Lo que ya no acabo de entender es la razón por la que los joteros que interpretan tan bella pieza del compositor  local mantengan su empecinamiento. Contra la obstinación “baturra” no se puede luchar. Es causa perdida.