En este país ya no nos podemos fiar ni de las latas
de conservas. Lo acontecido en España con unas latas de "lomitos de atún en aceite vegetal" fabricadas por la conservera gallega Frinsa del Noroeste y distribuidas por
la plataforma Día contienen una
toxina botulínicas como para echarse a temblar. Se da la circunstancia de que
esa cadena de distribución tuvo que retirar en enero pasado 25.576 latas de
sardinas en aceite de oliva fabricadas por la portuguesa Cofisa, también distribuidas por Día, por defectos en la esterilización. Y eso acontece cuando todavía
no nos hemos quitado de encima el susto por el brote de listeriosis, que ya ha
producido tres muertos, cinco abortos en
mujeres y 204 casos de enfermedad, la mayoría de ellos en Sevilla. Una listeriosis cuyo
origen se centra en la empresa Magrudis,
fabricante de productos La Mechá. Lo
peor de todo es que la listeriosis tiene un periodo de incubación y todavía es
pronto para saber el verdadero alcance de ese brote. Lo que ya no sabemos es si
los responsables sanitarios de la Junta de Andalucía hacían las inspecciones
necesarias de forma correcta. Anteanoche, sin ir más lejos, escuchaba en el
programa “El cascabel”, de 13 Televisión (propiedad de la
Conferencia Episcopal), que “la Junta de Andalucía llevaba cinco años sin pasar
inspecciones a la empresa Magrudis”,
en un intento de trasladar el problema sanitario de la listeriosis al equipo de
Gobierno anterior presidido por Susana
Díaz, o de pretender librar de responsabilidades a la actual Junta regida
por Juan
Manuel Moreno, que viene a ser lo mismo. Para colmo, la Junta acusa ahora al Ayuntamiento de Sevilla, presidido por el socialista Espadas, de "dificultar" su labor. Como decimos en Aragón: “Entre todos
la mataron y ella sola se murió”. Desconozco la realidad, es decir, si hubo o
no negligencia de funcionarios en ese feo asunto. Pero, a mi entender, por
encima de buscar responsabilidades y de sacar el dedo acusador de paseo, prima
la salud de los ciudadanos. Eso es lo que verdaderamente importa y lo que
verdaderamente nos preocupa.
sábado, 31 de agosto de 2019
viernes, 30 de agosto de 2019
Entre geranios de áspera fragancia...
Karina
Sainz Borgo, en su lúcido artículo de Vozpópuli (“¡Si hasta parecen pintados por Goya!”) hace referencia a la
hospitalización de Juan Carlos de Borbón,
“El Abuelo”, en el Hospital Clínico Quirón de Pozuelo de
Alarcón, el pueblo madrileño con más renta per
cápita de España, por donde han desfilado “las cuñadas que se detestan
entre sí tanto como a su suegro; los hermanos peleados que prefieren salir al
pasillo con tal de no cruzarse; los primos plasta que le hacen esquinazo a las
primas pijas y la abuela estoica que intenta mediar entre todos, porque alguien
tiene que poner orden”. La Princesa de Asturias fue preguntada por
la prensa sobre la salud de su abuelo. Dice Sainz Borgo: “Ya tiene catorce
años, aunque la vistan como si tuviera ocho y hable con la voz ñoña de quien
aún no se entera de que la continuidad dinástica recae en sus hombros. Para ver
películas de Kurosawa, ya podría la
niña verse más desenvuelta. Es lo que tienen las madres tiesas, terminan por
pasmar a los hijos de tanto incordiarlos. Y doña Letizia, en eso, parece una experta”. Y al referirse a su hermana Sofía, la periodista señala: “Sofía
compartiría con el resto de sus primos el aire relajado de cualquier
adolescente normal y no una figurante de El secreto de puente viejo.
Aunque las vistan de Inditex, a esas
niñas les puede la afectación. Y el problema no es que se vean cursis, el
problema es que lucen distantes, abstractas, lejanas. Y considerando que una de
ellas será la que reine, mal pinta el asunto”. Se acaba agosto y el peine
no aparece. También Sánchez,
acompañado de su mujer, ha visitado al “Jefe
del Clan”. No le quedaba otra. El protocolo es un rito solemne que obliga a
las buenas composturas. Tres bypass aorto-coronarios es cosa perfectamente seria;
casi tan seria, diría yo, como un golpe de ataúd en tierra. No sé por qué me
viene ahora a las mientes el recuerdo de don
Antonio Machado: “Había rosas de
podridos pétalos, entre geranios de áspera fragancia y roja flor…”. Aquí
hay que vestirse de gris marengo y sombrero flexible por si las moscas…, y
perdonen esa locución adverbial.
jueves, 29 de agosto de 2019
Chema López Juderías
Dice Chema
López Juderías, director de Diario de
Teruel, que los veranos sin pueblo son menos verano. Y recuerda sus
veraneos en Monreal (supongo que se referirá a Monreal del Campo, en la comarca
del Jiloca) como algo que recuerdan con nostalgia aquellos que, por diversos
motivos, se han quedado sin pueblo como yo me quedé sin abuela. Hoy “tener
pueblo” es un lujo que muy pocos ciudadanos pueden decirlo con orgullo. Los
pueblos se vacían como el agua de un bidé y sólo un grupo de ancianos achacosos
se reúnen cada día en el lugar de costumbre para recordar tiempos pasados envueltos
en la dura costra de la melancolía. Cuenta López Juderías que en el Casino se hacía la mejor ensaladilla
rusa del mundo, que el Carlos era el
más bonito bar de todo el planeta, que en el Farañás (otro bar) había que esperar a alguien que llegaba en el
coche de línea, que la Maximina hacía
unas tortillas de patata que eran las mejores del universo; y que, cuando ya
fue un poco mayor, terminaba el día tomando algo en Los Morritos, “un bar que tenía dos enormes labios de mujer como
ventanas”. Yo no sé si Chema López Juderías siente ahora un profundo esplín de
su añorado pueblo, anclado en su mesa de despacho de la turolense avenida de
Sagunto, o saca sus recuerdos a ventilar
al son imaginario de los bugui-buguis
de sinfonola en aquellas horas muertas, cuando pedía otro chato de vino en la
barra con el espíritu generoso de un bandolero. El ser humano se adapta con
rapidez a todas las situaciones.
miércoles, 28 de agosto de 2019
Ridículo argumentario
Hoy, en ABC,
Ramón Pérez-Maura, en su artículo “Argumentario republicano” sostiene cinco razones en defensa de la
Monarquía: “1) La Monarquía representa la pluralidad
de indentidad y la constante renovación dentro de la continuidad. 2) La
Monarquía es un sistema más moderno. 3) La Monarquía permite la independencia.
4) El peor rey es mejor. 5) No es el sistema perfecto; es el mejor posible”.
Empecemos por el final: eso de que “la Monarquía no es un sistema perfecto”
todos lo sabemos. Pero le recuerdo a Pérez-Maura que eso de que “no es un
sistema perfecto, pero es el menos malo” no se dijo de la Monarquía, sino de la
Democracia, que es perfectible. No cabe duda de que el sistema político más
perfecto es el que está basado en un sistema electoral. En consecuencia, la base de la Democracia es que cada persona tiene un voto
y además es libre para decidir qué hace con él. A eso se añade que todos los
votos valen lo mismo, lo que significa que todos tenemos el mismo valor político sea cual sea el nivel
de formación de cada uno. En España, a la muerte de Franco, debió de hacerse un referéndum para conocer qué forma de
Estado deseaban los españoles: si Monarquía o República. En una entrevista, Adolfo Suárez le contó a Victoria Prego la razón por la que no
se le preguntó a la ciudadanía si deseaba a un monarca puesto a dedo por Franco
durante la dictadura del sátrapa o una República. Se optó por lo menos
comprometido, es decir, se prefirió meter a Juan Carlos de Borbón en la Ley
para la Reforma Política porque -según Suárez- un referéndum se habría
perdido. ¡Ahora se entiende! Y se
incluyó (como si se tratase de la letra pequeña de los contratos) dentro del “paquete”
en el referéndum de la Constitución de
1978 por ver si “colaba”. Y coló. Los españoles eran conscientes entonces
de que valía más aprobar “lo que se ofertaba” en aquel saco imperfecto que
seguir con lo todo anterior, que apestaba
a podrido. También dice Pérez-Maura que “el
peor rey es mejor”. ¿Mejor que qué? Sólo se ha faltado añadir: “¡Vivan las cadenas!”,
como gritaron los insensatos españoles al regreso de Fernando VII. En el mismo artículo, Pérez-Maura trata de “justificar”
que la Monarquía de la Segunda
Restauración plasmada en la persona de Juan Carlos de Borbón tuvo tres
legitimidades sucesivas y complementarias: “La
primera, efectivamente, la que le dio el régimen de Franco. La segunda, la que
recibió del Conde de Barcelona el 14
de mayo de 1977 con la renuncia a sus derechos. Y la tercera, la que le dio el
pueblo español el 6 de diciembre de 1978”. A mi entender, de esas “tres
legitimidades”, ninguna de ellas se sostiene en pie. Sobre una de ellas, ya
acabo de decir lo que pienso. Sobre otra, la legitimidad que le dio Franco,
suena a chascarrillo malo; y, la tercera, la recibida por Juan de Borbón, fue como la representación del fragmento de una
opereta vienesa de trama disparatada. ¿Qué derechos históricos podía poseer el
hijo de un monarca descoronado y que en 1931 abandonó el trono por cobardía?
Hasta Amadeo de Saboya demostró
tener más dignidad cuando se disponía a comer en el Café de Fornos y recibió aquel famoso “recadito” el 11 de febrero de 1873. Porque,
eso que se contó después que había dicho Alfonso
XIII, que “se iba de España por evitar un derramamiento de sangre, es una
frase novelada que se le atribuyó al entonces ministro de Marina, José de Rivera y Álvarez de Canedo.
Lo cierto es que durante el Consejo de Ministros convocado a las 16’30 de aquel
14 de abril de 1931, el jefe de Gobierno, Juan
Bautista Aznar-Cabañas, recibió una nota de Niceto Alcalá-Zamora para que el rey fuese enviado a gastos pagados
hacia Cartagena, como si se tratase de un paquete de Amazon. Sólo el ministro de Fomento, Juan de la Cierva Peñafiel (padre del inventor del autogiro), sostuvo
que el rey debía quedarse. Juan de Borbón, que se hallaba en San Fernando
(Cádiz) haciendo un curso de infantería de marina, fue evacuado a Gibraltar y el
resto de su familia partió al exilio al día siguiente en tren desde la estación
de El Escorial. En una patética entrevista de Julián Cortés
Cabanillas a Alfonso de Borbón durante su última estancia en el Gran Hotel de
Roma donde murió de una angina de pecho, el exmonarca le confesó apenado: “Estoy pasado de moda. A la
larga, los reyes exiliados aburrimos”.
martes, 27 de agosto de 2019
Empecinamiento "baturro"
El Centro
de Estudios Borjanos, dependiente de la Institución
Fernando el Católico, me saca definitivamente de dudas sobre la famosa jota
“Pulida magallonera”, convertida en
símbolo del pueblo zaragozano de Magallón, recientemente hermanado con la
zamorana ciudad de Toro. Así, leo en su chat
del domingo, 7 de abril de 2019:
“Como es sabido, fue D. Ramón
Salvador Morales, famoso compositor y organista de la iglesia parroquial de
Magallón quien recogió lo que, según han señalado otros estudiosos, era más que
jota, una canción popular interpretada por los mozos durante la recogida de la
oliva y, con la oliva se ha venido relacionando la ya famosa jota. Sin embargo,
a nosotros siempre nos sorprendió el texto de la misma que, reproducimos para
aquellos lectores que no son de nuestra tierra:
Pulida magallonera,
anda y dile al Santo Cristo
que cuando me llame al Cielo
que me cante la olivera.
Hay
en ella, algo que sorprende a quien la escucha, porque quien canta se dirige a
la “pulida magallonera”, evidentemente una joven, para que le diga al Santo
Cristo, en este caso el Santo Cristo con la Cruz a cuestas, Patrón de la villa,
para que en el momento de su muerte “cuando me llame al cielo”, “me cante la
olivera”. Es en este último deseo o petición, donde algo no cuadra. Porque,
evidentemente, no va a pretender que sea el Santo Cristo quien le cante una
canción que se llame “la olivera”. Las palabras “me cante”, en singular,
parecen indicar que la que tiene que cantar es una mujer, “la olivera”. Pero,
para eso, ¿Es preciso pedírselo al Señor? y, además, a través de la “pulida
magallonera” que no parecer ser “la olivera”, y todo ello sin conocer qué es lo
que va a cantar “la olivera” si se trata de una mujer. Lo llamativo es la
asociación de la copla o jota con la muerte, como lo demuestra el hecho de que
hayamos escuchado interpretarla, con gran emoción, al término de algún funeral
en la iglesia de San Lorenzo, lo que nos impresionó vivamente. De ahí que, en
nuestra opinión era que algo más profundo lo que encerraba la jota, aunque
queríamos estar seguro de ello, antes de darla a conocer. Y ha sido en el transcurso del Congreso Internacional de Musicología cuando
hemos tenido la oportunidad de plantear esta cuestión al Prof. D. Francisco
Rodilla León, de la Universidad de Extremadura y Presidente del Grupo MedyRed
de la Sociedad Española de Musicología, dado que presentaba una ponencia sobre
“Fuentes, variantes y transmisión del repertorio de difuntos en el ámbito
hispánico”. Se da la circunstancia que, entre los cinco responsorios o
“absoluciones” que se cantaban ante el cuerpo del difunto o el túmulo, uno de
ellos es Libera me Domine, el Libera o la Libera, como se
le conocía popularmente. De ahí, a
inferir que lo que pide la jota que le canten en el momento de la muerte es “la
Libera” cobra sentido. Lo habíamos supuesto y nos lo ha corroborado este
destacado especialista en la materia que, además, nos ha facilitado ejemplos de
confusiones similares con otros de esos responsorios. Esta
precisión no sólo no afecta a su interpretación por parte de jóvenes y mayores,
sino que refuerza su auténtico sentido al inspirarse en un texto que, en latín,
es el siguiente:
Libera me, Domine, de morte
æterna, in die illa tremenda
quando cœli movendi sunt et
terra
Dum veneris
iudicare saeculum per ignem.
Tremens factus sum ego, et
timeo, dum discussio venerit, atque ventura ira.
Quando cœli
movendi sunt et terra
Dies illa, dies iræ,
calamitatis et miseriæ, dies magna et amara valde.
Dum veneris iudicare saeculum per ignem.
Requiem æternam dona eis,
Domine: et lux perpetua luceat eis.
“Líbrame Señor de la muerte eterna sería, por lo
tanto, la hermosa petición que encierra una de nuestras más famosas jotas, a la
que únicamente le sobraría una “o” y le faltaría una “n” para que diciendo “que
me canten la Libera” adquiriera pleno sentido. Hipótesis que, en modo alguno,
puede ser descartada”.
Queda, pues, todo aclarado.
Lo que ya no acabo de entender es la razón por la que los joteros que interpretan
tan bella pieza del compositor local mantengan
su empecinamiento. Contra la obstinación “baturra” no se puede luchar. Es causa
perdida.
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