martes, 23 de diciembre de 2025

¡Qué amargura!

 

 

El plumilla Pérez-Maura dice hoy en su artículo de El Debate: “Yo creo que debe haber una prioridad política en España hoy. La de desalojar a Sánchez. Creo que eso está por encima de todo”. Y continúa: “Como bien explicaba el pasado domingo en El Debate el expresidente José María Aznar, en este momento Vox es un partido aliado del PSOE que es quien fomenta su crecimiento para impedir la alternativa que representa el PP. Se pasan la vida entera diciendo que el PP y Vox son lo mismo y Vox no deja de repetir que el PP es socialismo puro”. Aznar, a mi entender, debería dedicarse a no meter cizaña. Políticamente está acabado y su palabra no vale un ochavo. Fue el que dijo, y mantuvo cuando ya se sabía el origen, que la explosión de los trenes de cercanías el 11 de marzo de 2004 en Madrid había sido obra de ETA. Por si ello fuese poco, durante su mandato se produjo la mayor corrupción política en España por miembros de su partido. Como digo, haría bien en ser discreto. En boca cerrada no entran moscas, y el silencio excusa muchas necedades. Ese diario de ultraderecha se pasa el día diciendo chorradas. La última: “El truco para evitar que Hacienda se quede parte del premio de la Lotería Nacional”, como si evadir al Fisco fuese un logro de 'listos', pero luego se quejan de que las carreteras estén parcheadas, de que los trenes se retrasen, de que la Seguridad Social funciona mal, de que la enseñanza pública es un  desastre... Cuentan al lector, como digo, que el truco es relativamente sencillo: “el jugador paga una pequeña cantidad adicional al comprar su décimo a cambio de una garantía de indemnización. Si ese décimo resulta premiado con el ‘gordo’, el segundo o el tercer premio, Hacienda retendrá inevitablemente su parte correspondiente, pero la compañía aseguradora abonará al ganador una cantidad exacta equivalente a los impuestos pagados”. Y se han quedado tan frescos. Es fácil de entender que Hacienda siempre recibirá su parte. Pero ni al que asó la manteca se le ocurriría hacer un seguro para un supuesto premio donde solo los primeros 40.000 euros están exentos de pago (20%) siendo conocedor de que la esperanza matemática de que le pueda tocar es de 1 entre 100.000, es decir, de un 0,001 por ciento. Es, para entenderlo, como llenar una bolsa con dos kilos y 700 gramos de lentejas en los que hay una sola semilla que hemos pintado de azul, meter a ciegas la mano, y sacarla. Y aquí es necesaria una aclaración: el dinero que pagaría la aseguradora sería una ganancia patrimonial del que lo recibe. Eso significa que tendría que declararlo en el IRPF al año siguiente. Todas sus ocurrencias son como los grandes inventos del TBO. Lo normal de aquel que adquiere un décimo de lotería y paga un seguro por ‘si acaso’ le llega la suerte es que se quede como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando. De aquí puede extraerse una moraleja: “Al que nunca juega a la lotería siempre le toca el reintegro”.  

 

lunes, 22 de diciembre de 2025

¡Ya está bien!

 

 

La insensatez de la alcaldesa de Zaragoza, Natalia Chueca, puede llegar a límites estratosféricos. Si ya la construcción de la Nueva Romareda, bautizada con nombre de banco, me parece un perfecto desatino para un equipo colista de Segunda División, el tema de la noria se las trae. Leo en la prensa aragonesa que estará montada para la festividad de la Epifanía, o sea, la víspera de que los niños deban ir a los colegios. Eso me recuerda cuando a los chavales se les entregaba los juguetes de Reyes la víspera de tener que ir al colegio. ¿Cuándo los disfrutaban? En el caso de la noria, se dice que “no estará montada antes por problemas ajenos a los intereses del Consistorio”. Según la prensa local de fuentes municipales, “el retraso se debe a la falta de personal con experiencia en el montaje de este tipo de estructuras que se han puesto muy de moda en Navidad,  pues son muchas las ciudades que han instalado la suya, lo que hace que los montadores tengan que repartirse entre distintos puntos de la geografía española”. Esa excusa no me sirve. También son muchos los puntos de las ciudades donde se colocan luces navideñas y esas sí llegan, a precios desmesurados, como es el caso de la andaluza empresa “Ximénez”, pero llegan, aunque con un adelanto exagerado. Porque, vamos a ver, en pleno enero, con un frío que pela y la noche oscura como la boca del lobo, ¿piensa la alcaldesa que van a ir los niños con sus padres a montarse en una noria situada en Ranillas?  Los niños, por regla general, deben hacer los deberes y sus padres llegan a casa muy cansados por haber madrugado para ir a los tajos. La alcaldesa debería poner los pies en el suelo y ser consciente de que, como decía el torero Rafael Guerra, “Guerrita”: “Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”, aunque antes que ‘Guerrita’ la pronunció el político, diplomático y obispo cojo francés Charles Maurice de Talleyrand. La ciudad de Zaragoza no está para despilfarros ni ocurrencias peregrinas de esa señora. Si quiere hacer algo útil, que piense en los barrios.

 

El 'gordo' se quedó en León

 

 

Los resultados electorales en Extremadura, donde el PP solo ha conseguido un escaño más  ponen de relieve el ascenso imparable de Vox, partido para el que Feijóo ya pide que “no se equivoque de adversario”, y una debacle que estaba cantada para el Partido Socialista. Por otro lado, me alegra saber que La Bañeza ha sido uno de los lugares privilegiados en la lotería nacional. Los bañezanos se merecían  esa suerte  tras el roto causado por la pérdida de la azucarera, propiedad de la británica Associated British Foods, que constituía el principal motor industrial de esa ciudad leonesa donde para la presente campaña se espera una cosecha de 792.910 toneladas de remolacha (con un rendimiento medio de cien toneladas/hectárea y una obtención de azúcar de 120.000 toneladas) que se molturarán en Toro (Zamora). También, La Bañeza merecía mejor suerte tras los incendios del pasado verano en Molezuelas de la Carballeda, que se cobraron la vida de dos vecinos de esa ciudad, Abel Ramos y su primo Jaime Aparicio, quienes fallecieron cuando trabajaban como voluntarios para tratar de controlar el fuego y fueron alcanzado por las llamas. Otro pueblo leonés, Canales-La Magdalena (dos pueblos que son como uno aunque separados por un puente) ya fue agraciado con el ‘gordo’ del Niño en 1985 con 3.492 millones de pesetas, pero la mayor parte de los afortunados se arruinaron a la misma velocidad que se hicieron millonarios. Contaba la prensa de entonces que “el pueblo se llenó de enviados de bancos y representantes de concesionarios. Hasta Caja España vendió una promoción de viviendas que hasta ese día no tenía comprador. El rastro de los millones está patente aún en el pueblo, hasta entonces  de casas mineras, cuadras de piedras, huertinas y portalones para el ganado. Cambió para siempre. Aparecieron las piscinas, los chalés y las casas de varias plantas con escalinatas bien visibles. El más famoso, el ‘chalet de Falcon Crest’. Se le conoce aún así, que levantó Bautista González, alias Marchena”.  Aquel ‘gordo’ del Niño también se vendió en el barrio de El Crucero, en León, en la administración de loterías número 8 que entonces regentaba Irene Izquierdo Román y que ahora maneja su nieto.

 

sábado, 20 de diciembre de 2025

Polvo de hemeroteca

 

Algunos diarios,  cuando se acercan los últimos días del año, acostumbran a hacer un somero análisis del mismo y de las cosas que sucedieron para bien y para mal. Es como un examen de conciencia, nunca un propósito de enmienda, como sería lo deseable. El tiempo pasa muy deprisa y la catarata de información de hoy se torna en vieja reliquia una semana más tarde. Es como si nuestro cerebro tuviese un resorte que nos indicase la caducidad de las noticias, como si se tratasen de latas de conserva. No digamos nada si tratamos de recordar noticias de hace medio siglo. Entonces la amnesia casi es total. En mi ciudad, Zaragoza, como sucede en todos los lugares de España, también pasaron cosas hace cincuenta años aunque, curiosamente, parezca que todo aquello que no acaeció en Madrid, no transcurrió en ningún otro sitio. Pues bien, aquel año 1975 fue convulso: murió Franco; perdimos el Sahara; se restauró a la Casa de Borbón después de 44 años; la prensa se convirtió en “el tonto del paseo” con múltiples oleadas de secuestros de revistas de actualidad por la censura y tuvimos que aprender a leer entre líneas; el periodismo se transformó en una profesión de riesgo; se cumplieron seis sentencias de muerte por terrorismo con la aplicación del Código de Justicia Militar; continuó Arias; se levantó la prohibición de que el ‘Giralda II’ pudiese repostar en España y levar anclas de inmediato, y Juan de Borbón aprovechó ese breve tiempo para entrevistarse con su hijo en Mallorca. ¿Qué se dijeron? Posiblemente, el padre le reprochó a su hijo que le había robado su puesto en la Historia. Y estaba en lo cierto.  El país era presa de una tormenta de grandes miedos y cortas esperanzas. Todos hacíamos cábalas y el país se llenó de agoreros. El paro era una de las grandes preocupaciones y el ‘búnker’ se resistía a perder sus privilegios. El artículo 103 de la Ley de Procedimiento Laboral hizo estragos en todo el país, también en Zaragoza. Entre ellos, en la empresa belga ‘Van Hool’, fabricante de carrocerías para autobuses y en‘Laguna de Rins’, del ramo del metal. En ambas sociedades los trabajadores tenían la razón, pero se quedaron en la puta calle. En la primera de esas empresas, tras una asamblea que duró 5 horas, la empresa despidió a once obreros. La Magistratura de Trabajo declaró nulos los despidos. La empresa lo recurrió al Tribunal Central mientras se negaba a readmitirlos. Más tarde, el Tribunal Central, por una cuestión de procedimiento, anuló todas las actuaciones anteriores. Se volvió a repetir un juicio, con idénticos resultados. Y la empresa, en consecuencia, se negó a readmitir a los 11 trabajadores se quedaron  a la luna de Valencia, sin seguros sociales, ni poderse acoger al seguro de desempleo, ni colocarse a trabajar en otro sitio. En la segunda de las empresas, ‘Laguna de Rins’, los hechos arrancaban de diciembre de 1973, cuando un enlace sindical de esa empresa faltó una mañana al trabajo para asistir al entierro de 23 obreros que habían muerto carbonizados en el incendio de ‘Tapicerías Bonafonte’. La empresa le despidió por esa causa; pero el obrero ganó el juicio en Magistratura. Coincidió el recurso al Tribunal Supremo de la empresa con la incorporación del obrero al Servicio Militar. Tras licenciarse, la empresa siguió negándose a su readmisión. Por razones que se desconocen, la sentencia del Tribunal Supremo se traspapeló. Y pese a haberse pronunciado en junio a favor del trabajador, no llegó a Zaragoza hasta el día 3 de diciembre. La empresa volvió a denegar su reincorporación y tampoco le pagó sus salarios en todo ese periodo. Así estaban las cosas hace cincuenta años. Y así las he contado. Como sucede en los casinos, la banca (y los patronos) siempre ganaban. De aquello ya solo queda polvo de hemeroteca, demasiadas  familias pasándolo mal y muchas cicatrices cerradas en falso.