Llevo ya dos días leyendo a Alfonso J. Ussía en ABC, que describe cosas del pasado en el burgués barrio de Salamanca. Ayer hacía referencia a los cafés desaparecidos; hoy, rememora las vetustas Nochebuenas. Dice que el barrio ya no es lo que era. Hoy solo hay oficinas y algún anciano que se resiste a marcharse. Señala que antes “el besugo era el plato perfecto para la cena de Nochebuena, pero que en su casa eran de pularda”. Y recuerda al lector a “aquella mujer que guiaba a una procesión de pavos vivos ayudada de un palo por las calles de Serrano y de Velázquez, vendiéndolos en las porterías de quienes podían permitirse el lujo de ya no solo pagarlos, sino también desplumarlos y cocinarlos para los suyos”. Lo que no cuenta el autor del artículo es que al pavo siempre le tocaba desplumarlo y cocinarlo a la criada, mientras los señores de la casa esperaban, cada uno a su manera, la hora de sentarse a mesa puesta. Y continúa recordando que “Umbral decía que todos los porteros del barrio de Salamanca, de Chamberí y de Retiro eran de derechas porque leían el ABC, periódico que devoraban cuando ya había sido leído por los propietarios y “las señoras”, que decía el incomparable Paco”. “Incluso había –sigue diciendo-- quien dejaba envuelta en papel de estraza una botella de anís para el portero, que la recogía con un gesto ceremonioso, como si recibiera un premio municipal”. El artículo termina de la siguiente manera: “Aun así, hay quien resiste. Algún vecino veterano, con bufanda de cuadros y gesto de inspector jubilado, sigue bajando a tirar la basura a las siete en punto, como si su puntualidad mantuviera en pie la vieja rutina de un Madrid añejo. Tal vez sean estos últimos habitantes, obstinados y silenciosos, quienes sostienen la memoria del Salamanca, evitando que desaparezca del todo en este brillo importado que no tiene raíces, ni acentos, ni recuerdos”. Pues sí, cierto. Ya nadie regala botellas de anís – de ‘El Mono’ o de ‘La Asturiana’- a los porteros. Eran las típicas botellas que siempre se incluían en las copiosas cestas de Navidad (aparte de los jamones, y las botellas de ‘Moët&Chandon’ que a aquellos vecinos importantes recibían a pares por su profesión o en agradecimiento de determinados servicios opacos prestados), y que se las entregaban a los porteros envueltas en papel de celofán en un arranque de valentía; es decir, en un acto más relacionado con la misericordia que con el afecto, conscientes de lo poco que duraba la alegría en la casa del pobre.
Una historia contada por Alfonso Ussía (aunque su nombre real fuese Ildefonso María Ciriaco) traigo hoy a la
palestra. Como todo el mundo sabe, Pedro
Muñoz Seca, abuelo del columnista de El
Debate fallecido ayer en Cantabria, fue fusilado en Paracuellos de Jarama
el 25 de noviembre de 1936. Había sido detenido en Barcelona (tenía por aquellos días una obra en cartel, 'La tonta del rizo', en el Teatro Poliorama) y trasladado a
Madrid junto a su esposa, que corrió mejor suerte que su marido por ser cubana.
Dicen que se le acusó de “albergar ideas
monárquicas y católicas”. Fue dramaturgo y poeta, especialista en “astracanadas”, entre ellas “La venganza de don Mendo”. Contaba su
nieto Alfonso, el ahora fallecido, lo siguiente: “Recibió Pedro Muñoz Seca en
cierta ocasión una carta del entonces Ministro de Cultura, Filiberto Villalobos, en
la que se le decía: "Estimado Sr. Muñoz Seca: (…) Sin duda, usted es un escritor de gran popularidad, por lo que resulta
especialmente lamentable que a menudo el lenguaje empleado en sus obras sea tan
vulgar y malsonante (…)" La respuesta no se hizo esperar y el ministro
recibió una carta de Muñoz Seca, en estos términos: "Estimado Sr. Ministro: en este mismo instante tengo su carta
delante; en breves momentos la tendré detrás". Alfonso Ussía era, como
decía, nieto de Pedro Muñoz Seca y primo de Joaquín Solís, a su vez nieto de un hermano de Pedro, de nombre Francisco, médico de profesión. Y en cierta
ocasión Alfonso le escribió un poema a su primo Joaquín de este tenor: “Hablando
de megatones/ de carreras de trotones/ de peces de minerales/ de cositas anormales/
de humildad, gozo y de dones./ Una
figura nerviosa/ con una boca de rosa/ más grande que un arlequín/ empieza a hablar es Joaquín/ que sabe todas
las cosas./ De carbones y de hierro/ de enfermedades de perros/ de turismo con
campaña/ por pueblecitos de España/ que
no conoce un cencerro./ Nos habla de Arquitectura,/ sabe latín, más que un cura/
más de hulla, que es minero/ más de toros que un torero/ siempre su boca es
segura./ Homo Sapiens, le llamamos/ Homo Sapiens le imploramos/ en cualquier
dificultad/ al momento empieza a hablar/ y nosotros nos callamos./ Pesa más que
un celemín/ es más veloz que un patín/ de cultura sabe todo,/ y por eso yo lo
apodo/ Homo Sapiens a Joaquín”. Les deseo un buen fin de semana.
Isabel Díaz Ayuso, a la que se nota que le han escrito su artículo póstumo sobre la figura literaria de Alfonso Ussía, confunde a Jesús de la Serna, hijo del prestigioso periodista y escritor Víctor de la Serna Espina, con Justo Serna (sin el “de la”) catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Valencia, que equivale a confundir el tocino con la velocidad, sin despreciar a ninguno de ellos. Por todos es sabido que Díaz Ayuso es persona muy inculta pero aquel que le ha ayudado a confeccionar a vuelapluma su elogio funeral sobre ese articulista fallecido (al que no tengo el gusto de conocer), no lo es menos. Se señala ese artículo de autor desconocido lo siguiente: “No dudo de que [Ussía] habría brillado en una revista como ‘El Madrid cómico’, que publicaba a autores como Leopoldo Alas ‘Clarín’. Y habría encajado como uno de los grandes de aquel ‘27 del humor’, la ‘Otra Generación del 27’, donde deslumbraron Jardiel Poncela, Mihura, Tono o Neville” Bueno, eso es mucho decir. Ussía murió matando al volapié. En su último trabajo en El Debate se permitió menospreciar a Miguel Gila, sin venir a cuento, como antes lo había hecho con todo aquel que no pensaba como él, algo muy común en los reaccionarios. Según Díaz Ayuso, “en vez de escribir sobre princesas rusas, cosacos y fiestas en palacios a orillas del Nevá (sic) [se dice escribe Neva aunque se pronuncia Nevá] le tocó hacerlo sobre zapatos de rejilla, meñiques disparados al levantar la taza del café, cazadores vestidos de verde veronés y, en general, de todos aquellos horteras que en lugar de cuarto de baño dicen váter, en lugar de barco dicen yate, y en lugar de mesa de las bebidas, mueble-bar”. Lo de ‘verde veronés’ también debería ser aclarado. Porque no sé si se referirá al ‘verde veronese’, un color verde usado principalmente en pintura artística relacionado con el pigmento de acetato de cobre producido por chapas de ese metal introducidas en vinagre, utilizado por el pintor Paolo Veronese y que no debe confundirse con el pigmento moderno ‘verde de Verona’. Dicen que un libro es del que lo firma. Un artículo, también. A Díaz Ayuso le convendría asistir a clases de repaso de cultura general. Al menos, de su pluma no saldrían tantas sandeces. Tiene su gracia eso de “meñiques disparados al levantar la taza de café”. Algo parecido escribió Cela en ABC sobre aquellos cursis que levantaban el dedo meñique al tomar ojén. Hay priapismo de ciruelo, priapismo de meñique y priapismo de brazo saludando a la romana. Pero al menos Príapo, que mantuvo un duelo dialéctico con un burro que tenía la capacidad de hablar y al que acabó matando, protegía las cosechas.