Leo que ayer por la tarde se llenó el espacio de San Jerónimo el Real con el funeral de Alfonso Ussía, el mismo templo donde se casó Alfonso XIII el 31 de mayo de 1906 y Manuel Azaña el 27 de febrero de 1929, con 23 años de diferencia. En aquel año, 1929, se produjo un intento fallido de poner fin a la dictadura de Primo de Rivera, instaurada mediante otro golpe de Estado 6 años antes. El principal incitador fue con el político conservador José Sánchez Guerra. Ya antes, en 1926, hubo otro intento para derrocar al dictador en 1926 con la ‘sanjanada’, donde participaron los generales liberales Valeriano Weyler y Francisco Aguilera, junto con destacados miembros de la "vieja política" como el reformista Melquiades Álvarez. Y pocos meses después se produjo el llamado ‘Complot de Prats de Molló’, un intento fracasado de invasión de España desde el Rosellón dirigido por el líder nacionalista catalán y antiguo militar, Francesc Macià y por su partido Estat Catalá, y en el que colaboraron miembros de la CNT. Pues bien en su artículo de hoy,“Oración por Alfonso Ussía”, Rubido aprovecha para soltar una anécdota de Eugenio d’Ors donde cuenta que dictaba un artículo a su secretaria y, al terminar, le pidió que lo leyese en voz alta. Una vez terminada la lectura, le preguntó: “¿Lo entiende usted?”. A lo que ella le dijo que sí. La respuesta de d’Ors no se hizo esperar: “Pues vamos a oscurecerlo”. Terminaba diciendo Rubido que “a un filósofo tal vez se le pueda perdonar la tentación de deslizarse por los vericuetos de lo críptico. Al periodista, no”. Ussía, desde luego, iba a lo directo. Sus artículos eran “rompedores” cuando se trataba de atacar sin misericordia, a veces hasta la grosería, a aquellos ciudadanos, sobre todo a los políticos de la izquierda, que no le caían en gracia. Y a veces también él ‘se deslizaba por los vericuetos de de lo enigmático’, pero sin la sabiduría de d’Ors, del que Josep Pla afirmó que “hablaba en cursiva”. D’Ors escribió su último artículo en Arriba el día anterior a su muerte. Se titulaba “Anatomía de la elegancia”. Y para no ser menos que Rubido con su anécdota, voy yo con la escrita por Fonxo Blanc en el libro “El cementerio de Villafranca del Panadés” donde cuenta algo sobre la tumba donde fue enterrado d’Ors. Resulta que en 1917 d’Ors hizo una visita al cementerio de esa ciudad y quedó quedando de la tumba en la que se podía leer un enigmático epitafio: "A Matilde". Resulta que la tal Matilde era una pariente lejana suya, hija adoptiva de su bisabuelo, que se casó dos veces, Matilde pertenecía a una de las ramas hereditarias, en tanto que d’Ors pertenecía a la otra. El entierro de d’Ors en la tumba de Matilde no fue fácil, ya que tenía otros dueños, pero el Ayuntamiento logró recuperar la titularidad del panteón, donde resultó que estaban enterrados el marido de Matilde, su madre y su padrastro, o sea, su bisabuelo. d’Ors, pese a haber sido de derechas, supo distinguir el buen gusto frente al energumenismo. Ussía, en cambio, se refocilaba hiriendo con rejón afilado a la gente de izquierdas, a la que consideraba responsable de la muerte de su abuelo, Pedro Muñoz Seca, aunque hubiese nacido en la posguerra. Ayer en Los Jerónimos pudieron escucharse hasta psicofonías de desconocida procedencia de las dos Españas enfrentadas, que no reencontradas, sin dar tiempo a que ninguno de los bandos pudiese cambiarse de acera. El intelectualismo idealista orsiano era una cosa, los exabruptos gratuitos de Ussía, otra muy distinta. Nada que ver.