En la manifestación de
hoy en Madrid con el Partido Popular agitando el avispero, Núñez
Feijóo, acompañado de su combo de mamelucos con olor a naftalina, sacaba pecho de toro de maletilla enamorado de la luna y en busca de una oportunidad como Platanito, y retaba a Sánchez,
actual presidente del Gobierno por derecho, “a tener coraje para ir a las urnas” y a que “se
rinda a la Democracia” en vista de que una moción de censura, que parecería lo
normal cuando se entiende que el Gobierno está degradado, no le sería favorable.
Por otro lado, Vox, con Santiago Abascal
a la cabeza, se ha negado a asistir a la manifestación y ha exigido al PP que
presente una moción de censura. Pero Núñez Feijóo, a lo suyo, erre que erre en su burricie y con la misma letanía monocorde, actuando desafiante
y al estilo de esos barateros de barrio chino y siguiendo con su recurso de bribón con chaira en
mano imponiendo su ley en las timbas de garitos, buscando la precisa ocasión
para “darle un viaje” mediante un
rápido molinete o con la suerte de la culebra, para rebañar el mondongo de su rival guiñando
un ojo y meneando una pierna ante un público variopinto formado por ‘charranes’, ladrones, ‘gachés’ y demás ralea.
En el “Manual del baratero”, escrito
anónimo publicado en 1849, se cuenta (página 47) que “el baratero es enemigo
nato de los paisanos a quienes llama ‘patrones’
y que por un quítame allá esas pajas mete mano al primero que topa y que él
cree que ha ‘diquelado con malos clisos’, y arma un zipizape de todos los diablos”. Para el lector
que no lo sepa, en la jerga de germanía ‘diquelado’
(del verbo transitivo desusado ‘diquelar’)
significa ver, mirar, de la misma manera que ‘camelar’ significa
querer; ‘naquerar’, hablar; ‘chanelar’,
saber; ‘jallar’, comer, etcétera. Y ‘clisos’
(del romaní), significa ojos. Sobre
esa burda comedia de teatro de marionetas habría que recordarle a Núñez Feijóo
un conocido y preciso epígrafe: “Los
muertos que vos matáis / gozan de buena salud” (Corneille). En lo que respecta a Núñez Feijóo y sus
ataques furibundos a Sánchez, doy por sentado que la sangre no llegará al río.
Y si llegase, siempre habría una
duquesa de Osuna de turno que intentara restañar
con su pañuelo la firma del gañafón astado, como hizo con la herida de Pepe Hillo, “el de la peineta grana”, que decía Fernando Villalón, producida por el séptimo morlaco, Barbudo, de la divisa morada de Joaquín
Rodríguez, de Peñaranda de Bracamonte, y que le costó la vida.
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