Fue Benito Pérez Galdós, el amigo de la Pardo Bazán, el que nos describió la historia novelada del siglo XX. Más tarde, Ricardo de la Cierva, el fugaz ministro de Cultura que veía masones hasta en los fideos de la sopa, nos adentró en la maraña sociológica del franquismo. Entre ambos, Camilo José Cela, con su "San Camilo 1936" nos puso la "mise en scène" de aquello que sucedió en Madrid en los días comprendidos entre el asesinato del teniente Castillo y la toma del Cuartel de la Montaña.
Repasar la historia reciente, desde las Cortes de Cádiz hasta nuestros días, equivale a adentrarnos en una espiral de intrigas y de sangre. Éste sigue siendo un Estado de lápsus inexplicables. Al menos, con paradojas absurdas. El BOE que, durante más de trescientos años ha sido la pizarrilla de los edictos, leyes y derogaciones, se olvidó el jueves 20 de noviembre de 1975, pese a ir orlado de luto, de hacer una comunicación oficial de la muerte de Franco. Lo mismo puede decirse de la despedida del Consejo de Regencia. Y, por si ello fuese poco, en su número 282, la "Gaceta de Madrid" correspondiente al día 24 de noviembre de ese año, primero publicado desde la coronación como rey del príncipe de España, aparece como disposiciones más destacadas una "Orden por la que se determina la normativa y trámites que han de cumplirse en las operaciones efectualdas al amparo del Régimen de Tráfico de Perfeccionamiento Activo". No hay, por lo tanto, la menor mención a Juan Carlos de Borbón y Borbón Dos Sicilias, cuya jura había tenido lugar treinta y seis horas antes.
Aunque, si mal no recuerdo, el lapsus de mayor duración histórica tuvo lugar al término de la Guerra Civil, cuando el régimen victorioso no se molestó en derogar la Constitución de la Segunda República Española. Decía José Bergamín, y decía bien, que "las revoluciones son breves y las contrarrevoluciones largas, tanto más largas cuanto más intensas y rápidas hayan sido las revoluciones provocadoras". La síntesis cronológica de España, desde las Cortes de Cádiz hasta nuestros días, es un cúmulo de desaciertos que sólo han conseguido frenar en seco el curso normal de la Historia. Tres abdicaciones y renuncias asl Trono, tres destronamientos y expulsión de regentes, diez constituciones, y otras diez revoluciones y golpes de Estado (hasta 1936) son pruebas evidentes de estos desaciertos, donde siempre pagó las consecuencias el pueblo llano.
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