Sardina, barbo o anguila. Eso decíamos de niños en un juego infantil, cuando no había casi juegos. Si, quiénes estaban debajo, acertaban lo señalado en el brazo por uno de los que estaban montados encima, tocaba a los de encima ponerse en el lugar de éstos, para que los otros muchachos saltasen sobre nuevos lomos. Así de simple. Pero ahora, la sardina, el barbo y la anguila, van por otros derroteros. El juego es el de la sinrazón.
La sardina, plateada, sabrosa y señorial está hoy relacionada con Zamora, una tierra en la que, por cierto, se puede degustar el mejor bacalao con ajo de arriero de España. No es que lo diga yo, sino que ya lo dejó bien sentado hace muchos años en "El practicón" el experto en fogones Angel Muro. Mañana se cumplen 78 años del nacimiento de la II República. El barrio de Pinilla, en Zamora, tendrá el detalle de recordar en dos de sus calles a personas represaliadas por los rebeldes. Una de ellas estará dedicada a los hermanos Barayón, Antonio, Saturnino y Amparo, esta última, esposa que fuese del escritor aragonés Ramón J. Sender. Todos ellos fueron asesinados en l936. La otra calle recordará al médico salmantino Felipe Anciones, que en su día fue vicepresidente de Izquierda Republicana en Zamora, destituido, encarcelado y fusilado el 14 de agosto de ese mismo año. También mañana, en esa capital de provincias, se presentará el libro "Matando sueños, sembrando miedos", de Cándido Ruiz y José María del Palacio, que trata sobre la represión franquista en Morales de Toro.
El barbo, de carne más espinosa y sosa, necesita en su aliño forzar la mano para que sepa a algo con cualquier guiso que se prepare. Los de tierras aragonesas llamamos "barbos" a los habitantes de Utebo, que fueron de pesca al Ebro de noche, trabaron en el anzuelo un tronco de árbol y pensaron que habían enganchado un barbo del tamaño de una ballena. Se dieron cuenta al hacerse de día. A mí se me antoja un poco barbo la nueva ministra de Cultura, la defensora a ultranza del canon sobre "cedés" vírgenes y otras lindezas parecidas. Rodríguez Zapatero cesó días pasados a César Antonio Molina, que era como don Tancredo, para poner a la Excelentísima Ángeles González-Sinde, que leídas esas siglas al revés rezan SGAE. Lagarto, lagarto.
La anguila, escurridiza y viscosa, puede salirse de los ríos para ir a los pantanos. Es cenagosa y a veces se confunde con la lamprea, que tiene siete agujeros detrás de la cabeza, que son en número los Niños de Écija. Pero sucede que, a veces, la anguila se troca en gubio, por su pequeñez, como el cerebro de los responsables de la ciudad de Melilla, que no quieren quitar a estas alturas de la historia a Franco de su pedestal. Esos "mandamases", nostálgicos del pasado son de mucho cuidado y, aunque presumen de "evaristos", (me refiero a esos inmensos lenguados como los que sirven en "El Pescador", Ortega y Gasset, 75, Madrid) sólo enseñan una raspa enranciada. Son personajillos miserables anclados en una época llena de oscurantismo y retraso, que creen estar en poder de la cuerda de trenzado. Pertenecen a ese grupúsculo de tipos raros que, como decía Cela, "te meten por el culo una varita mágica y te curan la epilepsia".
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