lunes, 18 de enero de 2010

Fumando espero...

Leo en los papeles que la prohibición de fumar en espacios cerrados será causa de que puedan cerrar en España 70.000 bares y cafeterías. Hombre, no está mal, así matamos dos pájaros de un tiro. Por un lado, nos ventilaremos mejor. Por otro, acabaremos con los malestares motivados por los efectos etílicos. Pero, claro, yo me pregunto cómo se las hubiese arreglado César González-Ruano para escribir su artículo diario en el Café Teide, donde los camareros le guardaban el tintero, la pluma y las cuartillas. El tabaco lo llevaba puesto. González- Ruano era un hombre afilado, que escribía artículos con dedos afilados y echaba al techo del café unas serpentinas de humo también afiladas y blancas. El tabaco no le impidió tener, como él decía, “una mala salud de hierro”. Durante un tiempo vivieron en el mismo edificio aunque en distinto rellano, González-Ruano, Raúl del Pozo y Camilo José Cela. Bienhechora terna. Estoy convencido de que a Ruano no se le hubiese revelado la inspiración instantánea cada tarde sin el pitillo y el cenicero sobre la mesa de mármol, como a Ramón Gómez de la Serna no le hubiese penetrado en el cuerpo la desmesura, que es un padecimiento más que una virtud, sin el dócil maniquí en su palomar de la calle Villanueva y sin los encuentros en la Antigua Botillería de Pombo, donde se humeaba, se trincaba hasta el agua de las macetas y se departía hasta el despropósito. Por cierto, ¿quién se llevaría el grandioso cuadro de Solana de la “Sagrada Cripta” de la calle Carretas? No lo sé. Ya nada importa.

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