viernes, 18 de julio de 2025

Medallas, o imanes de nevera

 

 

Xosé Perozo, en su artículo “Medallas de quita y pon”, publicado hoy en el diario El Progreso a propósito de la Medalla de Oro de Galicia concedida a la princesa Leonor tras un año de formación militar en Marín, recuerda al lector la cantidad de medallas repartidas durante el franquismo a troche y moche  que, posiblemente, habrán acabado durmiendo el sueño de los justos en las oficinas de empeño del Monte de Piedad. Es lo que Perozo denomina como medallas de quita y pon, que “para unos -señala- será la culminación de su vida pública o laboral, para otros un renglón más en el currículum”. Y para la princesa Leonor será, tal vez, un suvenir de su paso gallego como esos adminículos que llevan un imán de neodimio en su parte trasera y se colocan en las puertas de las neveras. No cabe duda de que los viajeros que los regalan, le hacen a aquellos que lo reciben un gesto sencillo de consideración. Según sostiene Perozo sobre la princesa de Asturias, “en los últimos años vive condenada a una frenética carrera de proyección pública sin precedentes. Por su condición ni es dueña de su existencia desde el nacimiento ni de sus actos ni de sus deseos. La veo como a una cristobita cuyos hilos mueve algún perverso marionetista oculto entre las bambalinas de la historia”. Por cierto, también Aragón le concedió su medalla tras su paso por la AGM. Falta la medalla de la Región de Murcia cuando llegue a San Javier, pero todo se andará. No sé, pero a mí no me gustaría vivir en su piel  por nada del mundo. Por muchas medallas con colgajos de diversos colores que la actual Heredera pueda recibir en vida y los honores solo dispensados a muy contados españoles de sangre azul-borbón por el mérito de su cuna, como dicen los de Tauste, no le arriendo la ganancia. A mí el único 'borbón' que me gusta es el "Jack Daniel's". Seguro, oiga.

 

jueves, 17 de julio de 2025

A beneficio de inventario


 

Las simplezas, vengan de donde vengan, casi siempre ‘imprimen carácter’ en los creyentes, como aseveraron los doctores de la Iglesia católica que, al menos según constaba en los rancios catecismos de la doctrina cristiana (tanto el “Ripalda” como el “Astete”) saben responder, como sobreviene, insisten, tras recibir los sacramentos del bautismo y del orden. Por el primero desaparece el pecado original, por el segundo se señala quién puede perdonar los pecados aunque éstos sean en diferido. Pero no se debería olvidar que, por ejemplo, en 1437 el obispo Alonso de Madrigal, alias El Tostado, ordenó a los abulenses, fuesen cristianos, moros o judíos, si contribuían con madera, cal y ladrillos a las obras de la iglesia de San Nicolás. En rigor, muy poco serio. Como nos recordaba Américo Castro, “de no haber existido conversos ni Inquisición, no existirían ‘La Celestina’, la poesía de fray Luis de León, la de Góngora, las obras de Cervantes y muchas otras extraordinarias realizaciones”. Y Castro añadía a ese respecto  que “la subordinación de la cultura secular a la religiosa impidió a los españoles incorporarse al curso de la civilización europea”. Tal es así que  “desde el siglo XVI, a medida que avanzaba éste, fue desculturizándose Castilla. Se acabaron las matemáticas, dejó de estudiarse a Copérnico en Salamanca. La física de Aristóteles se juzgaba cristiano-vieja, mientras la física de Galileo y Newton era calificada de judaica. Un científico de la talla de Jorge Juan todavía tuvo que escribir que la tierra no se movía y hubo que esperar a 1900 y al conde de Romanones para que el Estado, y no las provincias, pagasen a los maestros de escuela”. Es cruel jugar con la aprensión ajena, más todavía cuando tal siniestra perfidia se traduce en beneficio de inventario. En el apartado de las ‘noticias de Toro’ de El Correo de Zamora he podido ver días pasados niños de primera comunión en la procesión del Corpus, niños de primera comunión en la procesión del Corazón de Jesús, niños de primera comunión en la procesión del Carmen… Parece como si desde siempre los toresanos, que levantaron la ciudad sobre una barranquera erosionada, anduviesen con el bordón y la alforja del peregrino a cuestas por sortear, además de los meandros del Duero, las trampas del demonio.

 

miércoles, 16 de julio de 2025

Salve, reina de los mares

 


En rigor, me gustaría conocer qué méritos ha contraído la princesa Leonor para que su padre, el rey, le haya impuesto hoy en Marín la Gran Cruz al Mérito Naval con  Distintivo Blanco. Es una condecoración establecida en 1864 (hasta 1995 como Orden del Mérito Naval) y que, según leo, puede tener distintivo rojo, azul, amarillo y blanco, según los casos. También me informo que “se concederá por méritos, trabajos, acciones, hechos o servicios distinguidos, que se efectúen durante la prestación de las misiones o servicios que ordinaria o extraordinariamente sean encomendados a las Fuerzas Armadas o que estén relacionados con la Defensa, y que no se encuentren definidos en las tres secciones anteriores de este capítulo. Esmaltada en blanco y llevará el ancla en azul. Penderá de una cinta con los colores nacionales en la misma disposición que tienen en la bandera”. O sean que, a este paso, la Heredera pronto tendrá más condecoraciones que Casto Méndez Núñez. Pero a mí las condecoraciones me merecen de poco respeto si no son otorgadas por meritos de guerra. Franco, responsable de un golpe de Estado, de una guerra civil y de los padecimientos y la muerte de casi media España  se concedió a sí mismo la  Gran Cruz Laureada de san Fernando en calidad de generalísimo de los Ejércitos, que le impuso Varela el 19 de mayo de 1939 en la tribuna del madrileño Paseo de la Castellana poco antes del desfile de la victoria. Acto que Varela volvió a repetir el 19 de julio de 1940 en el Palacio de Oriente. Pero no fue el único caso. A Juan de Borbón se le concedió el despacho de almirante con carácter honorífico  en 1978 “por su papel en la transición española y su relación con la Armada Española”. Algo que no me consta. Y el 16 de julio de 1988, Juan Carlos I, en la Zarzuela, le impuso la faja de capitán general con el rango de almirante, como heredero de los derechos dinásticos desde 1941 por renuncia de sus hermanos Alfonso y Jaime y la abdicación de su padre, que dejó de ser rey de España desde el momento que puso pies en Polvorosa de forma cobarde en 1931. O sea, que de derechos históricos, nada. De paso, como decía, se creó la cátedra "Almirante Don Juan de Borbón" en el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional. En resumidas cuentas, todo un paripé que ahora se repite para que la Monarquía no decaiga. Mientras, en Sanjenjo, el  abuelo del actual rey permanece al margen de todo. Al anterior rey, que por extrañas razones sigue siendo rey, lo que le gusta es navegar aunque sea con el viento en contra. Pero a los republicanos no nos interesa el juego de tronos ni el teatro de polichinelas. El oficio de jefe del Estado, debería salir de las urnas en un Estado de derecho. En fin, hoy es la virgen del Carmen. Cantemos eso de “Salve, reina de los mares…”, que es un fragmento de la zarzuela “El molinero de Subiza”, con libreto de Luis de Eguílaz de Cristóbal y música de Cristóbal Oudrid, adoptado en 1872 por los alumnos de la Escuela Naval Militar que asistieron a una representación de esa obra en Ferrol. Qué risa si no fuese todo tan absurdo.


 

lunes, 14 de julio de 2025

Ancas de rana

  

Si les digo la verdad, solo he probado ancas de rana una vez en mi vida. Fue en un restaurante de Zaragoza, “Los borrachos”, donde a uno de mis hermanos se le ocurrió pedirlas por el hecho de venir en la carta. Para mí que él tampoco las había probado nunca y, si lo hizo en aquella ocasión casi diría que fue por curiosidad. El caso es que le pedí probar una. La tomé con mucha prevención y, si les digo la verdad, no sabría decirles a qué me supo, si bien o mal. Recuerdo que aquello tenía una textura gelatinosa y poco más. Es como si ustedes me preguntasen a qué saben los caracoles al margen de su aliño. Tengo constancia de que en La Bañeza (León) son unos fanáticos de ese raro manjar. También he leído no sé dónde que una pequeña localidad de Zamora, Carbellino de Sayago, se ha convertido en un referente nacional en el mercado de ancas, donde ya disponen de criadero de esos anfibios anuros. De hecho, en ese paraje existen muchos humedales y charcas en el entorno del embalse de Almendra (salto de Villarino) al que vierte las aguas el río Tormes. Las más conocidas son Pilo el Asno, Carreros y La Vallisquia. Cerca, en lugar abrupto, queda La Peña Las Brujas, lugar de aquelarres; la Peña Las Ánimas, que no debe atravesarse sin rezar un padrenuestro para salvar un alma del purgatorio; la Peña La Cuna, que es un enorme bloque de granito capaz de ser movido con los movimientos respiratorios de la barriga; la Peña Zorrera, llena de agujeros; la Peña Ventaneras; Las Ollas… De las antiguas canteras de granito de Carbellino salieron las piedras del suelo de la Plaza Mayor de Salamanca  o los sillares del puente de piedra de Ledesma. También es tierra de alfareros. Por tener, tiene hasta un hermoso puente en el camino a Salamanca que solo emerge de las aguas del pantano en los periodos de más estiaje. Perdonen que me haya salido del tiesto pero, como apuntaba al principio, La Bañeza (León) es el lugar donde más costumbre hay de comer ancas de rana. Existe una curiosa receta de “ancas de rana a la bañezana” de un experto cocinero local. Se necesitan los siguientes Ingredientes (para dos personas): 12 ancas de rana, 1 pimiento rojo, 1 pimiento verde, 1 cebolla, dos cucharadas de harina, 1 cucharada de pimentón, un trozo de unto gallego, 300 ml de tomate frito, 1 litro de agua, 2 dientes de ajo, ramas de perejil, sal, y un trocito de cayena. Para su elaboración, se pican los pimientos y la cebolla en brunoise para después pocharlos directamente en la cacerola con un poco de aceite de oliva  y el trozo de unto disuelto. Cuando el unto se ha derretido un poco en el aceite, se añade pimientos y cebolla y se deja a cocer. Más tarde se añade el ajo, la cayena, el pimentón y la harina. Una vez ligado todo, se añade el agua, el tomate y se deja cocinar a fuego lento hasta que la salsa esté en su punto. El último paso es añadir las ancas y dejarlas cocer sobre cinco minutos. Hay quien las acompaña de unas patatas fritas. En La Bañeza se sirven siempre en cazuela de barro. Y ya puestos, el plato se puede redondear con un vino tinto de la D. O. Bierzo. No hace falta que sea caro. Con una botella de uva mencía joven de “El castro de Valtuille” (de bodega Castro Ventosa) el triunfo está asegurado, en el supuesto de que al comensal le gusten las ancas de rana, claro. Particularmente prefiero cambiar las ancas por unas lonchas de cecina  de buey ahumada con leña de roble acompañada de un vino elegante, “Carroleón”, elaborado con la uva prieto picudo de Valdevimbre. Los gustos son subjetivos. Sobre las ancas de rana escribe hoy García Trapiello en Diario de León que “hay que rechupar los huesecillos haciendo un solo de silbato y apurando la rechupada hasta dejarlos mondos y lirondos porque, si no, eres postura de señorito remilgao o nena repugnantina, y eso no cabe en un comer a la llana, que es lo que pide este manjar que antes no lo era por considerarlo en tantísimos pueblos comida de muertos de hambre como los caracoles, la setas y hasta los cangrejos... “. Por cierto, aprovecho para solidarizarme con los bañezanos, a los que les han cerrado la última azucarera que quedaba en servicio en toda la provincia. Antes corrieron la misma suerte los ingenios del azúcar de Veguellina de Órbigo, la vasco-leonesa de Boñar y Santa Elvira, en León, que se vistió de gala durante la República para desnudar la azucarera de La Rasa, en la provincia de Soria, en los años 30 del pasado siglo. Ahora, Santa Elvira es un solar fantasmal, para mí lleno de recuerdos aunque de un solo invierno. He ido a León en más ocasiones con parada y fonda en la trocha hacia Galicia, pero nunca he vuelto a cruzar el pequeño puente de piedra del río Bernesga cercano a la estación de ferrocarril. ¿Para qué?