El vino caliente (glühwein) es típico de Alemania y se bebe mayormente por época de Adviento. Una tradición que parte de
la Edad Media, cuando se añadían determinadas sustancias al vino sobrante para
aprovecharlo. Mediado el siglo XIX se preparaba con vino tinto al que se añadían dos o tres clavos
y canela. Se ponía todo ello al fuego durante
tres minutos antes de servirlo. En la actualidad se prepara con los siguientes
ingredientes: vino tinto seco, las cáscaras de una naranja, canela, tres
clavos, y dos o tres cucharadas de miel. Para su preparación, se calienta el
vino en una olla a fuego medio sin que hierva. Se añaden los productos
señalados y, al rato, se retira la olla del fuego y se deja reposar durante una
hora. Será necesario utilizar un colador para filtrar los posos de las especias añadidas. Es un brebaje
dulzón que, como digo, gusta mucho a los alemanes, hasta que llegan a España y
descubren las imponentes jarras de sangría a base de vino oscuro, peleón y con
mucho tanino, de tempranillo de Valdepeñas, de garnacha de Cariñena o de uva
tinta de Toro. Existen muchas fórmulas para la sangría, pero la receta ideal es
la siguiente: un litro de vino tinto del año; el zumo de dos naranjas o de dos
limones; cuatro melocotones (o manzanas) troceadas; tres cucharadas de azúcar; dos copas de Cointreau o de ron blanco Bacardi
; y en el último momento (en
evitación de que el vino se aguachine) el añadido de unos cubitos de hielo. Todo ello se agitará suavemente
con la ayuda de una cuchara de palo. El añadido de gaseosa es una práctica que
desaconsejo. “Los experimentos con gaseosa, joven”, le espetó Eugenio
d’Ors a un camarero que le manchó la
chaqueta por su impericia de no saber descorchar una botella de champaña. Sí,
en efecto, los experimentos, con gaseosa, pero nunca con la sangría, ese placer
de dioses. En enero de 2014, el Parlamento Europeo dictó unas normas referentes
a la “peninsular” sangría, cuya denominación sólo puede ser utilizada para
vinos de España y Portugal en evitación de posibles falsificaciones. El
Parlamento Europeo también señalaba en aquella directiva dos concreciones: si
se cambiaba el vino tinto por vino blanco pasaría a llamarse “clarea”, y si
estaba hecha con cava, “sangría de cava”. En muchos pueblos de Aragón, durante
la Semana Santa, es costumbre que en cada casa se haga “limonada”, que es vino tinto azucarado, con el añadido de trozos
de limón y unas ramas de canela. Se suele ofrecer a los amigos de una familia
que han sido invitados para ver pasar la procesión de Viernes Santo desde uno
de los balconcillos de la casa. Si se acompaña de una torrija, miel sobre
hojuelas.
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