Se acaba abril
Suárez
Illana es como el santón que acompaña a Casado
en todos los actos públicos, como el pendón de Castilla, como el mascaron de
proa que surca los mares procelosos, como la gaviota de las siglas de un PP al que
le han dejado el culo pajarero, que no ha cubierto sus expectativas y que ha contraído
una deuda de 25 millones de euros al perder 71 diputados. Con Fraga –recuerdo- nunca se ganaban las
elecciones generales. De nada le servía ponerse los tirantes con la bandera
bicolor, hablar en la tribuna de oradores comiéndose palabras, o llevar el
Estado en la cabeza. Pero Fraga sabía hacer queimadas y entenderse con Santiago Carrillo, lo que no era poca
cosa. Pero a Casado la faltan tablas y
le sobra soberbia. No se puede intentar querer gobernar cuando lleva sobre sus espaldas
todo el lastre de la Gúrtel y el
desprecio de un Rajoy que celebró su derrota personal en un bar de copas
hasta las nueve de la noche el 31 de mayo del pasado año, y la derrota de su
partido comiendo ayer en Horcher. A
Casado le ha tocado bailar con la más fea la pieza más larga. Es una milonga
sentimental que dice aquello de “milonga pa’ recordarte / milonga sentimental,
/ otros se quedan llorando, / yo canto
pa’ no llorar…”. A Rajoy le perdió la altivez y a Casado le ha perdido su miedo
a Vox y escorarse más hacia la derecha por contentar a Aznar, que es un valor amortizado, pensando erróneamente que su enemigo
era Abascal y que Rivera -que casi le hizo sorpasso- sólo era como un pez anádromo,
o una veleta naranja que viraba según
soplase el viento.
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