sábado, 20 de noviembre de 2010

Zapatero, capitán Araña

Nuestro territorio cada día que pasa es más reducido. Con Franco perdimos Tánger, Marruecos, Ifni, Guinea, Fernando Poo, Corisco, Annobón, Elobey grande, Elobey chico y el Sahara. Ya veremos qué sucede con Ceuta y Melilla si Marruecos se empecina en lanzarse a campo abierto con otra “Marcha Verde”. Zapatero ha pedido en la cumbre de la OTAN en Lisboa que ésta se implique más en el Mediterráneo. Pero todos han mirado para otro lado. El presidente del Gobierno parece el alumno distinguido del sátrapa rey de Marruecos, ese que dice llamarse “hermano” del rey de España. Observa cómo Marruecos impide la entrada en El Aaiún de los enviados de 'El País,' Tomás Bárbulo, y de 'El Mundo', Ana Romero y Alberto Cuellar con el más absoluto desdén. Por otro lado, Mariano Rajoy permanece impertérrito, apoltronado en un sillón fumando puros. ¿Y qué hace mientras la ministra de Exteriores? Pedir a Hillary Clinton una mayor implicación de los Estados Unidos, o proponer que se envíen a ese desierto africano “cascos azules”. Por lo que se desprende, aún o se ha enterado Trinidad Jiménez de que la CIA fue la organizadora de aquella “Marcha” de mujeres, niños y tropas marroquíes trufadas en el asalto al Sahara de 1975. Aquí todo el mundo parece ningunear al Frente Polisario. Siempre los grandes conflictos han comenzado por pequeñas escaramuzas. Ya veremos…

jueves, 18 de noviembre de 2010

Cuelgamuros y todo eso

No sé, creo que la mejor solución no es volar por los aires la cruz de Cuelgamuros. A fin de cuentas a nadie importa demasiado una cruz de más o de menos en España. El Foro por la Memoria de la Comunidad de Madrid y el Foro Social de la Sierra de Guadarrama así lo desean y respeto profundamente esas pretensiones. Lo que sucede es que con el Valle de los Caídos pasa como con los bocadillos: lo importante es lo dentro. A la caverna le haría mucho más “daño” que se exhumaran los restos de Franco y de José Antonio, que se los entregasen a sus familiares y que ellos decidieran qué hacer con sus respectivos despojos. La basílica, ya sin frailes benedictinos y sin los restos de ese par de fascistas, se convertiría en un simple camposanto con restos de soldados muertos en combate durante la última contienda. Dentro de lo malo, mejor es que los caídos de uno y otro bando permanezcan en ese lugar antes de que continúen olvidados en las cunetas. A la postre, todos fueron soldados españoles llamados a filas y casi siempre sin poder de elección. Las guerras civiles, como bien dijo De Gaulle, no se terminan nunca. Pero a Franco y al Ausente habría que separarlos del resto de inmediato como a esas manzanas medio podridas existentes dentro de un frutero. No puede ser que permanezcan uno delante y otro detrás del altar mayor conociendo sus responsabilidades en la mayor tragedia histórica de España. No se cerrarán las heridas abiertas mientras acudan cada 20 de noviembre unos nostálgicos de la caverna a ponerles flores, a ondear banderas inconstitucionales con olor a alcanfor y a cantar unos himnos más rancios que el fajín de Mola. Lo peor de todo es que muchos chavales de pelo rapado y botas paramilitares que acuden a esos obsoletos actos no saben nada ni de historia ni de lo que representaron ese par de insensatos. Acuden por inercia y mezclan cruces gamadas con tatuajes raros y pelos cortos con chupas de cuero llenas de chapas de "rottweilers" que no vienen a cuento. Les sucede, más o menos, como a aquel tipo que me acompañaba una tarde por las calles de Reus. En un momento dado, ambos nos paramos bajo la estatua ecuestre del general Prim. “¿Quién es ese?”, me preguntó mi acompañante. “Es el general Prim-- le contesté--, el héroe de Castillejos”. “¡Ah, claro, el general Prim!”, respondió. Se hizo el silencio. Al poco rompió el mutis para decirme con mucha seguridad: “¡Quién no ha oído hablar del general Prim de Rivera!”. Pues eso.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Una ministra con poco rendibú

Si todos hiciésemos caso a la ministra González-Sinde cuando dijo aquello de “no hagan el papel de opinar los que no son expertos”, nuestros políticos estarían listos. Así, el secretario de Organización del PSOE, Marcelino Iglesias, hubiese hecho bien en callarse sin antes aprenderse en qué año se descolonizó el Sahara por parte de España; la ministra de Asuntos Exteriores, Jiménez, a la que le ha desbordado el tema de Marruecos como un tsunami, debería tomar clases de Moratinos, ese maestro Ciruela de lágrima fácil, antes de defender a capa y espada lo que hasta hace pocas fechas denigraba en manifestaciones callejeras; la ministra Pajín, otra que tal baila, no debería visitar un sanatorio sin antes conocer in situ cómo se “soporta” con el estoicismo necesario ese tiempo indefinido que algunos pacientes ingresados en sórdidos hospitales permanecen en unos pasillos llenos de corrientes y de sábanas sucias; Rodríguez Zapatero, antes de opinar de Economía, debería haber tomado clases del ex ministro Sevilla para no hacer, como ha hecho, el ridículo más espantoso en Europa; etcétera. A la ministra González-Sinde habría que recordarle que Javier Bardem, la vecina del cuarto izquierda, o servidor de ustedes, podemos hacer el papel, como ella dice, de opinar sobre aquello que nos venga en gana, o que nos salga de la parte más ancha y sabrosa del cebollino. Lo que ni Bardem ni la vecina de arriba ni servidor de ustedes nos vamos a creer es que Pérez Rubalcaba se haya quedado con la copla que le ha cantado con rumor de barcarola su homólogo Taïb Cherkaoui. ¿En qué es experta González-Sinde? ¿En hacer discursitos en contra de las descargas gratuitas de archivos? ¿De verdad considera que se pone en peligro la supervivencia del cine español? Por lo que veo, esta ciudadana aún no se ha enterado de que el cine español, del que ella come, está subvencionado con el dinero de todos los españoles por la sencilla razón de que no vende. Escuche, ministra, usted es especie política de muy apagada iniciativa, conque déjese de aleccionar a nadie. Infunde poco rendibú en el cine, en la política y en su rara manera de entender la cultura.

martes, 16 de noviembre de 2010

El laboratorio de Caldera

Jesús Caldera tiene un laboratorio de ideas, la Fundación Ideas, que es como el laboratorio del mago don Pirulo. Este tipo, que siendo ministro de Trabajo sólo se dignaba hablar con su chófer a través de su guardaespaldas; que “arregló” el espinoso asunto de la inmigración en España a base de conceder visados de estancia indefinida hasta al negrito del “colacao”; que un día cambió de peinado y se mandó hacer un caracolillo en la entrada de la calva como el de Estrellita Castro, y al que resulta difícil darle el timo de la estampita, pretende ahora hacer el triple salto mortal sobre el trapecio como si fuese Pinito del Oro, o sea, dando cursos al cincuenta por ciento de los parados para así poderlos sacar de las listas del INEM. Cualquier día de estos saldrá a la calle y doblará cucharillas soplando, hipnotizará basiliscos con la mirada como hacía san Trifón, o recitará aquello de Rafael de León que cantaba Pepe Pinto: “¿Quieres un collar?, ¡de brillantes!”. ¡Qué más da, si el dinero público no es de nadie! Este tipo, aficionado a los ensayos científicos con el “quiminova”, está dispuesto a terminar con las abultadas cifras de desempleo de la forma más expeditiva. Pongamos por caso que a usted le echan del tajo, le sueltan una modesta indemnización y corre a apuntarse a la lista del paro. Pero, una vez allí, en esa siniestra oficina de funcionarios inoperantes, aparece un señor de bigote y le dice aquello de “échale guindas al pavo, que yo le echaré a la pava”. Usted se mosquea. No termina de entender el sarcasmo de ese desconocido. Pero el tipo del bigote y con cara de saberse de carrerilla los obsoleto Fueros del Trabajo le espeta: “Ha tenido suerte, caballero, existe un curso de escaparatista que es la rehostia y tiene que apuntarse”. El recién parado, que no sabe ni por dónde le sopla el aire, intenta poner inconvenientes: “Pero, escuche, ¡es que yo soy veterinario!”. El tipo del bigote, que a primera vista parece respetuoso con la ley y el orden, pero que más tarde resulta ser especie de culo pajarero e inclinado a soplar el bombardino en las fiestas patronales, le corta tajante: “No importa. El saber no ocupa lugar. Mire, o se apunta de inmediato al curso, o le saco de la lista”. Y usted, resignado, se apunta al curso de escaparatista y, además de ello, le sacan de la lista. Se acaba de obrar el milagro. Desde ese día ya no está usted en el paro. Se acaba de convertir en «desempleado-trabajador».

domingo, 14 de noviembre de 2010

La "Marcha Azul"

La marcha kilométrica avanzaba a paso rápido por la carretera de La Coruña. “Debe tratarse de una nueva Marcha Verde”, comentaban unos pastores que veían asombrados la escena desde un otero. Un turista, armado de una rudimentaria cámara de fuelle, apeaba su viejo cacharro en una cuneta seguramente llena de esqueletos e intentaba plasmar el instante. Era lo más parecido a aquel soñador de Monte Palomar que dijo haber fotografiado la modesta tapadera de un congelador de botellas, la famosa tapadera de Adamski, fallecido el 23 de abril de 1965 de un ataque al corazón, convencido hasta su muerte de haber fotografiado un platillo volante. No, mejor aún, sería probablemente un jubilado que había salido con su pequeño utilitario a tomar el aire de la sierra de Gredos. Definitivamente no se trataba del rodaje de una película sobre la “Marcha Verde”. Lo de ahora parecía más bien una “Marcha Azul”. Seguía avanzando con paso firme y culebreo de banderas. El turista, algo asustado, recordó una Declaración de Principios, aquella de “En Madrid a 14 de noviembre de 1975, y reunidas las delegaciones que legítimamente representan a los Gobiernos de España, Marruecos y Mauritania, se manifiestan de acuerdo en orden a los siguientes principios, bla,bla,bla…firmado, Carlos Arias, Ahmed Osman, Hamdi Mouknass”. El turista se tomó la pastilla de la tensión que había olvidado tragar en el desayuno y siguió haciendo fotos, ahora a un halcón peregrino que revoloteaba sobre el azul-mahón cielo de Cuelgamuros. El cadáver de Luis García Berlanga continuaba expuesto en la Academia de Cine de Madrid, el suplemento XL Semanal ofrecía su última entrevista, concedida sólo tres días antes, y un agujero en tierra le esperaba en Pozuelo de Alarcón. La edición digital del diario ABC daba esa radiante mañana de domingo una noticia que nos dejaba a todos algo menos inquietos: “Miles de personas han acudido hoy en masa al Valle de los Caídos para asistir a la misa de los benedictinos prohibida por el Gobierno «por seguridad». Tantas se han desplazado hasta El Escorial, que han provocado atascos de unos diez kilómetros y Patrimonio se ha visto obligado a permitir la entrada al valle. Los monjes han contabilizado unos 2.000 vehículos”. Una vez más, el Gobierno había claudicado ante una marcha pedestre, en este caso la “Marcha Azul” de los nostálgicos de la caverna hacia el Valle de los Caídos. De haber vivido hoy García Berlanga, y de haber escrito él este modesto artículo, tal vez hubiese pasado a otro escenario tras un punto y aparte y hubiera comenzado en otro ámbito, en otro tiempo y de otra manera. Por ejemplo, que ya es hablar por no callar, como lo hizo “Cambio 16” un 8 de diciembre de 1975: “A esa hora, un camarero de Perico Chicote, que es el encargado del bar de las Cortes, interrumpía la reunión para servir un café cortado a Antonio María de Oriol y Urquijo, un whisky para Girón, otro whisky con soda para Iñigo Oriol…y patatas fritas, chorizo y tortilla de patata para todos”.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Fariseismo

La entrevista de Millás a Felipe González en El País publicada la semana pasada sigue sirviendo de carnaza a la caverna. Así, como nos recuerda El Plural, “el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, recupera los GAL para atacar al Gobierno socialista”. En un editorial titulado ‘Una investigación posible y necesaria’, su periódico subraya lo siguiente: “En el Ejecutivo y en el Grupo Parlamentario Socialista se sientan personas que tuvieron que ver tanto con la guerra sucia contra ETA como con la obstrucción de las investigaciones en los últimos años del mandato de González. Lo que no recuerda el texto es que Pedro J. justificaba la guerra sucia contra la banda terrorista a principios de la década de los 80”. Por otro lado, César Alonso de los Ríos, en el diario ABC, bajo el título “La X se defiende”, señala entre otras cosas: “Aquel atormentado ser se ha planteado ahora, y nos lo plantea a todos, la muy espinosa cuestión de saber si tuvo o no valor ético que él como Presidente no llevara el terrorismo institucional hasta el punto de cometer un crimen múltiple en el territorio de otro Estado. Es obvio que González da por supuesto que la opinión pública sabe que él fue la X del GAL”. Por otro lado, Alfonso Rojo, director de “Periodista Digital” y tertuliano profesional, habló en “El Programa de Ana Rosa”, de Telecinco, refiriéndose a las declaraciones de Felipe González, señalando que “tuvo la oportunidad de volar a la cúpula de ETA”. Y añadió: "Estos tíos a los que Felipe González tenía que haber volado y no tuvo lo que hay que tener para volarlos..."; para concluir: "al terrorista y al pichón, perdigón". En resumen, aquel sector de la más rancia derechona que aplaudían con las orejas la “guerra sucia” contra ETA, se constituye ahora, casi treinta años más tarde, en un ramillete de jueces de la horca. Menos mal que existen las hemerotecas para poder poner a cada uno en su sitio.

jueves, 11 de noviembre de 2010

De cine

Ha fallecido el productor de cine Dino de Laurentis. Recuerdo su película “Las noches de Cabiria”, dirigida por de Fellini en 1957, donde Giulietta Masina hacía un papel genial. La prostituta Cabiria Ceccarelli se convirtió en víctima de sucesivos vividores que se aprovecharon de ella. Recuerdo que, siendo un mozalbete, tenía prohibida la entrada al cine de todas aquellas películas que fueran para mayores de 16 años. Por aquellos tiempos en los que imperaba en España el espíritu del “nacional-catolicismo” existía una férrea censura hasta el punto de que, en muchas ocasiones, la ofuscación de aquellos censores llegó a lindar en lo patológico. Todos conocemos el caso de “Mogambo”, la película de 1953 dirigida por John Ford, con Clark Gable, Ava Gardner y Grace Kelly. Aquella censura, tan acostumbrada a cogérsela con papel de fumar, cambió los diálogos para evitar que se produjese adulterio en su argumento, y convirtió a Grace Kelly y a Donald Sinden en hermanos en vez de matrimonio con lo que, por el hecho de acostarse juntos, se producía un evidente quebrantamiento. Pues bien, en aquel pueblo de Zaragoza proyectaban “Las noches de Cabiria” una de aquellas tediosas tardes de domingo. Sobre el mediodía era costumbre colocar en la puerta del cine varios fotogramas ampliados de la película que se proyectaría horas más tarde, así como su clasificación moral. Yo era consciente cada mañana de domingo, en función de aquella subjetiva clasificación, de si podría o no podría pasarme por taquilla para sacar entrada. Aquella tarde iba a ser que no. Pero sucedió algo fuera de lo habitual. El puritano párroco, que años más tarde saldría rana, aconsejó mediante unos avisos que colocó por todas las paredes del pueblo acudir al cine aquella tarde, considerando que Cabiria era una película muy peligrosa para la moral de los feligreses, que si acudían al cine pecarían mortalmente, etcétera. Por la tarde me acerqué por la puerta del cine. Mi sorpresa fue grande cuando el empresario del local me invitó a pasar a la sala de proyección sin pedirme el carné. En las butacas casi no había público. Aquella tarde descubrí una de las mejores películas del cine italiano. Como dijo Franco a la muerte de Carrero: “no hay mal que por bien no venga”.