martes, 16 de noviembre de 2010
El laboratorio de Caldera
Jesús Caldera tiene un laboratorio de ideas, la Fundación Ideas, que es como el laboratorio del mago don Pirulo. Este tipo, que siendo ministro de Trabajo sólo se dignaba hablar con su chófer a través de su guardaespaldas; que “arregló” el espinoso asunto de la inmigración en España a base de conceder visados de estancia indefinida hasta al negrito del “colacao”; que un día cambió de peinado y se mandó hacer un caracolillo en la entrada de la calva como el de Estrellita Castro, y al que resulta difícil darle el timo de la estampita, pretende ahora hacer el triple salto mortal sobre el trapecio como si fuese Pinito del Oro, o sea, dando cursos al cincuenta por ciento de los parados para así poderlos sacar de las listas del INEM. Cualquier día de estos saldrá a la calle y doblará cucharillas soplando, hipnotizará basiliscos con la mirada como hacía san Trifón, o recitará aquello de Rafael de León que cantaba Pepe Pinto: “¿Quieres un collar?, ¡de brillantes!”. ¡Qué más da, si el dinero público no es de nadie! Este tipo, aficionado a los ensayos científicos con el “quiminova”, está dispuesto a terminar con las abultadas cifras de desempleo de la forma más expeditiva. Pongamos por caso que a usted le echan del tajo, le sueltan una modesta indemnización y corre a apuntarse a la lista del paro. Pero, una vez allí, en esa siniestra oficina de funcionarios inoperantes, aparece un señor de bigote y le dice aquello de “échale guindas al pavo, que yo le echaré a la pava”. Usted se mosquea. No termina de entender el sarcasmo de ese desconocido. Pero el tipo del bigote y con cara de saberse de carrerilla los obsoleto Fueros del Trabajo le espeta: “Ha tenido suerte, caballero, existe un curso de escaparatista que es la rehostia y tiene que apuntarse”. El recién parado, que no sabe ni por dónde le sopla el aire, intenta poner inconvenientes: “Pero, escuche, ¡es que yo soy veterinario!”. El tipo del bigote, que a primera vista parece respetuoso con la ley y el orden, pero que más tarde resulta ser especie de culo pajarero e inclinado a soplar el bombardino en las fiestas patronales, le corta tajante: “No importa. El saber no ocupa lugar. Mire, o se apunta de inmediato al curso, o le saco de la lista”. Y usted, resignado, se apunta al curso de escaparatista y, además de ello, le sacan de la lista. Se acaba de obrar el milagro. Desde ese día ya no está usted en el paro. Se acaba de convertir en «desempleado-trabajador».
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