Dice el alcalde Belloch que "a un hombre no se le pone por consenso una calle, sino por méritos, y un santo tiene méritos, nada menos que por eso, por ser santo". A Belloch le encanta la tautología, o sea, que luna es la luna. No es que el general Sueiro fuese precisamente un santo en vida, aunque siendo gobernador militar de la IV Región, se sublevara junto a Franco y ayudase a fraguar una nueva España "por el Imperio hacia Dios", con aquello de prietas las filas, recias, marciales, que tampoco se percibe como moco de pavo. A Belloch le ha debido entrar una especie de ataque místico y, créanme, el día menos pensado empezará, como Teresa de Cepeda, a recitar lo de "vivo sin vivir en mí/ y tan alta vida espero,/ que muero porque no muero" y lindezas parecidas, asomando la cabeza por el rosetón del Seminario. Se me hace raro que Luis García-Nieto todavía no le haya dedicado un "hagiograma" al ceremonioso alcalde desde la pantalla de Aragón Digital.¡Pero si sólo faltan por aparecer Emilio Lacambra, Antonio Piazuelo y él!
Belloch ha adquirido un compromiso con el C.M. Miraflores y es su deber cumplirlo. No importa que media Zaragoza esté en contra. De nada sirve la opinión de la Oposición. No tiene importancia que los comerciantes de esa calle, hoy de General Sueiro, deban modificar todos los impresos. El nuevo nombre deberá ser largo, como extensos son los apellidos ilustres. Nada menos que san Josemaría Escrivá de Balaguer y de los Grandes Expresos Europeos. Tampoco deberá olvidar el alcalde el título de marqués de Peralta, aunque sea entre paréntesis, que siempre añade rimbombancia. Y si me apuran, hasta se puede indicar que "No legisló", como tampoco legislaron el beato Valentín de Berrio-Ochoa ni la Madre Genoveva Torres. O sea, como reza el epitafio de Joaquín Costa. ¿Qué menos? Aquí, mientras se discute si se debe o no cambiar el nombre a una calle, los ciudadanos se van olvidando del tema de las sillas, la mesa, las cursis adquisiciones para Casa Solans, el fiasco de los barquitos sobre el Ebro, la inutilidad del costoso azud, las cuentas finales de la Expo..., no vale la pena seguir. ¿Para qué?
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