Tal día como hoy, 29 de octubre de 1929, hace ya setenta y nueve años, sucedía un cataclismo económico en la Bolsa de Nueva York. Fernando González Urbaneja, en una espléndida "Tercera" de ABC, bajo el título "El capitalismo sobrevive y se va apañando", nos recuerda a los lectores que "el capitalismo, con sus distintas variantes, no tiene alternativa", en contra de lo que suponía Joseph A. Schumpeter a principio de los años 40. En este sentido, dice G.Urbaneja: "sobre el capitalismo han caído estos días facturas que cortan la respiración, varias crisis con características conocidas que nunca concurrieron simultáneamente: crisis de liquidez, ruptura de los umbrales de riesgo, esa codicia desaforada que forma parte de la naturaleza humana, y amenaza de colapso sistémico del sistema de crédito y de pagos. (...) Lo que dirime ahora no es el precio de las acciones sino el funcionamiento de los mercados de crédito. Importan más las transacciones que los precios, el intercambio efectivo que el valor del mismo. La fiebre se mide en los mercados de valores, en el derrumbe o sostenimiento de las acciones, pero la infección viene de los mercados de crédito y del desprecio al riesgo. El cierre de la financiación interbancaria, la desconfianza entre los intermediarios de crédito, constituyen el centro del problema, y transfieren a los agentes económicos señales decisivas sobre la gravedad y la magnitud de la crisis. Si los mercados de crédito no funcionan, la inversión y el consumo se encogen y el conjunto de las economías se paraliza, las familias y las empresas no compran y se instalan en la desconfianza".
El Gobierno de ZP recomienda la necesidad de que nos apretemos el cinturón. Los reyezuelos de taifa adquieren coches blindados a precios de avioneta y algunos hasta los "tunean" a su antojo, como si fueran utilitarios en manos de pijos de primero de carrera. La Moncloa cuesta a los españoles 1.200 euros diarios en su mantenimiento. El alcalde de Zaragoza marcha hasta Dubai, esposa incluida, junto a un excesivo séquito de políticos de vía estrecha, dispuesto a conseguir que la ciudad, en 2014, sea sede de Floralia. Largo me lo fiais. Y resulta que hasta lo consigue, por tratarse de la única población del mundo interesada en el evento. O sea, es como si yo me presentase a un concurso literario en el que sólo apareciese un concursante, mi menda, y lo ganara. Y más tarde lo citasen en mi curriculum literario cuando mi editor hiciese la solapilla de un trabajo en el que contase, por ejemplo, por qué aburren las ovejas cuando rumian serenamente en las rastrojeras de Denver (Colorado). Ahora viene tres preguntas: una, ¿cuánto nos costará ese belén?; dos, ¿dará el alcalde cuenta a los ciudadanos de los gastos de desplazamiento?; y, tres, ¿estará Belloch de alcalde en 2014? A mi entender, lo que Zaragoza necesita con urgencia es que se recupere con decoro el casco viejo y, también, que se estudien las necesidades de los barrios. Los juegos florales me parecen más propios de los tiempos de Gabriel Galán, cuando se entregaba la flor natural al mejor soneto con estrambote. Este hombre, el alcalde de Zaragoza, es un auténtico botarate. Supone, y supone mal, que al pueblo, su vivero de votos, sólo se le conquista con pan y toros, o con exposición tras exposición, cueste lo que cueste. Se mendiga a Madrid, se suben las tasas municipales y a vivir, que son dos días. Lo malo de todo es que el ciudadano medio, el que a la definitiva las apoquina una encima de otra, entra al trapo del becerro enamorado de la luna que le ofrece el maletilla que nunca llegará a vestir de luces. Tenemos los políticos que nos merecemos. Sarna con gusto...
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