lunes, 24 de noviembre de 2008

Entre la ceja y la caja

En las paredes del Congreso de los Diputados no podrá colocarse una placa en homenaje a Santa Maravillas de Jesús, nacida en la casa que ocupaba la ampliación de la Institución. Estamos en un Estado no confesional y, por lo que se deduce del sentir de los diputados, no procede. Correcto. En los colegios públicos deberán quitarse los crucifijos de sus paredes. Así se ha resuelto, al menos, en una escuela de Valladolid. También correcto. No se deben herir susceptibilidades. Sin embargo, me consta que en las paredes del Congreso siguen colgados los retratos de Esteban Bilbao, Antonio Iturmendi y Alejandro Rodríguez de Valcárcel. Bono se negó a retirarlos a petición del diputado Joan Herrera. Todos ellos murieron en la cama y de muerte natural. También Santa Maravilla de la Cruz, en 1974, o sea, poco antes de la muerte de Franco. En las paredes del Congreso, si no me falla la memoria, sólo existen dos recordatorios: el de los Reyes de España y el de Clara Campoamor.

Lo que ya no comprendo es por qué permanecen colgados en sus paredes los retratos de esos tres presidentes de las Cortes durante la Dictadura. Tampoco alcanzo a entender el empecinamiento de Bono en evitar que sean retirados de inmediato. Esos cuadros forman parte de la otra "Memoria Histórica", de la "Memoria Histórica Bis", la del reconocimiento a los "servicios prestados" mediante cargos de la máxima importancia dentro del aparato del Movimiento. A otros "servidores patrios" se les concedió el mando de un gobierno civil, importantes ascensos militares, jefaturas en ramas del Sindicato Vertical, o un estanco vitalicio. Cualquier día, (a mí no me extrañaría) hasta podríamos ver colgado en las paredes del magno edificio de la Carrera de San Jerónimo el retrato ecuestre del general Pavía, por haber conseguido poner término a la Primera República de la forma más expeditiva. José Bono es un hombre poliédrico de imprevisibles escapes. En suma, en el Congreso no se mueve de su sitio ningún cuadro que ya esté colocado, ni se permite colgar de la escarpia otro nuevo aunque se trate de sor Patrocinio, la monja de las llagas. Que lo ha dicho Bono. Menos todavía si se trata de sor Maravillas.

--¿Acaso no han notado que su rostro semeja al de Zaplana? ¡Hasta aquí podríamos llegar! Vamos, que de ninguna manera. Además, los pintores cobran mucho. Miren lo que se ha llevado Barceló por decorar un techo a base de brochazos, por más que la ex ministra Carmen Calvo dijera que "el dinero público no es de nadie", o que Moratinos largue a la rosa de los vientos que "el arte no tiene precio...". Una cosa es la ceja y otra la caja.

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