Aquí, en Zaragoza, lo que se impone es que venga con urgencia el psiquiatra Castilla de Pino para que informe a los ciudadanos de este secarral sobre la relación existente entre los políticos locales y sus correspondientes posaderas. Cada vez que gobiernan los socialistas, bien sea en nuestra Comunidad, o en el Ayuntamiento de la Inmortal Ciudad, lo ponen todo patas arriba y se dedican a lo único que saben hacer, a comprar por lo grande a cuenta de los ciudadanos.
En la década de los 90, cuando José Marco llegó al Pignatelli de la mano del tránsfuga Gomáriz, lo primero que hizo fue abrir una puerta por la calle doctor Fleming para que el troyano que lo desease, pudiera ir a la ventanilla única a depositar su petición de un gimnasio para su pueblo y, después, al ambigú del sótano, a brindar por los cien años de honradez. El ABC fetén, el de los Luca de Tena, donde yo escribía, sacó por aquellos días a la luz un escabroso tema relacionado con un sillón. El "sillón de José Marco" llenó páginas de tinta. Los socialistas que ocupaban el Ayuntamiento, con González Triviño a la cabeza, se dedicaban, mientras, a sembrar la ciudad de adefesios urbanos, que han quedado para la posteridad y vergüenza de quiénes llegan a Zaragoza para pasar la noche, porque, en Zaragoza, el viajero pasa sólo una noche y se marcha al amanecer por donde ha venido. Y lo hace con prisas, como de mal pagador, que es la peor de todas las prisas. Después, una década más tarde, tras el paso inane por la Alcaldía de una tal Rudi, que además de maceteros en el centro aprovechó para casarse por la Iglesia, volvieron los socialista por donde solían, o sea, para comprar mobiliario municipal a precio de angulas. Y todo, para poder asentar sus lindas posaderas, que son como las de todo el mundo aunque más acostumbradas a poltronas y coches oficiales.
Belloch no remienda de viejo. Si hay que subir las tasas, se suben; si quieres un collar, de brillantes. María Manuela, ¿Me escuchas? Yo de vestidos no entiendo... En fin, esa carne mollar que ocupa todo el espacio intermedio entre el fin de espinazo y el nacimiento de los muslos, está cuidado por los políticos de aquí de forma suprema. Se compra lo haga falta, ora una mesa, ora un perchero, ora unas sillas. ¡Se acabó la miseria! Que lo pague el culo del fraile, es decir, el ciudadano, que lo paga todo sin rechistar. Si se resiste, le ponemos el culo pajarero a base de multas de tráfico, para que aprendan.
"Vamos a abrir el mundo en que vivimos/ la peregrina crónica secreta,/ y los santos misterios que leímos/ a trocar en cuestiones de bragueta./ Vamos a revelar lo que aprendimos/ en nuestra alegre juventud inquieta,/ y a dar a la ficción y al disimulo./ A fuer de caballeros, por el culo."
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