Siempre que llegan estas fechas
de fin de año, como si de un extraño rito se tratase, vuelvo a releer una vez
más “La Nochebuena
de 1836”
de Mariano José de Larra. Hay párrafos que ya sé de memoria. Pero miren ustedes
por dónde, abriendo las páginas de
“Vozpópuli” me topo con el apartado “Farsas y farsantes en la Historia de España (II),
donde se hace mención al falso cuadro de Ricardo Baroja expuesto en una galería
madrileña para su posible venta y que, en realidad, aunque salió de la casona
de Vera de Bidasoa, había sido pintado por su sobrino Julio Caro. A pesar de
las explicaciones dadas por don Julio, los encargados de aquella exposición
hicieron caso omiso a las explicaciones del sobrino de Baroja sobre su
verdadera autoría y decidieron, a pesar de ello, seguir en sus trece. Para
llorar. Un poco más abajo, “Vozpópuli” hace referencia a una faceta de
Baldomera Larra, hermana de Adela, ambas hijas de de Mariano José. Adela fue más conocida en la Corte por ser la amante
predilecta de Amadeo de Saboya. Pues bien, su otra hermana, Baldomera, hija
póstuma de Fígaro, estuvo casada con un médico que decidió marcharse a Cuba,
dejando a su mujer y a sus hijos en una precaria situación económica. Baldomera
tuvo que “buscarse la vida” y no se le ocurrió nada mejor que llevar a la
práctica una pirámide financiera con la que llegó a amasar 22 millones de
reales sin siquiera conocer los esquemas de Carlo Ponzi, el famoso delincuente
italiano especializado en estafas, nacido en Lugo, Italia, el 3 de marzo de
1882, y que a su vez se había inspirado en William F. Miller, un contador de
Brooklyn que en 1899 utilizó el mismo sistema piramidal para estafar más de un
millón de dólares. Ahora, siglo y pico más tarde, con una crisis económica que
se prolonga en el tiempo pese a la palabrería del inepto Mariano Rajoy (que se
adjudica triunfos económicos que en nada se deben a él ni a su deplorable Gobierno sino al
hecho de haber bajado Europa la prima de riesgo, lo que supone un ahorro al
Estado de 8.300 millones de euros) y donde hasta tenemos a una infanta de
España como “imputada intermitente”, bueno es recordar tiempos pasados. Para
más información, recomiendo la lectura de la IV parte del “Anecdotario Histórico Contemporáneo”
(Editora Nacional, Madrid, 1949, pp. 49 a 52) de don Natalio Rivas, con dedicatoria
al doctor Gregorio Marañón. Todo un lujo de volumen difícil de encontrar hoy en
las librerías.
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