Ayer domingo fallecía el
exgeneral Alfonso Armada Comyn, marqués de Santa Cruz de Rivadulla, una de las tres personas
distintas, que junto a Jaime Milans del Bosch y Fernando de Santiago y Díaz de
Mendívil, pretendieron fusionarse en un solo dios verdadero, o sea, en la “Autoridad
Militar por Supuesto”, mediante una regresión en España al estilo de aquel 13 de septiembre de
1923, cuando Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, capitán general de la 4ª Región
Militar, se convirtió en uno de los “salvadores patrios” con sus cuartillas “Al
País y al Ejército”, entregadas a los periodistas a la una y media de la
madrugada de aquel día: “Españoles: Ha llegado para nosotros el momento más
temido que esperado…”. Mientras, el rey, que se encontraba en San Sebastián, anunciaba su llegada a Madrid en el expreso
de las siete. ¡Ay, cuánto pudimos echar en falta los ciudadanos en aquellos
días de febrero de 1981 a
Vicente Blasco Ibáñez! Eduardo Aunós (“El general Primo de Rivera”, Ed.
Alhambra, Madrid, 1944) dejó escrito lo acontecido aquel frío 12 de febrero de
1930: “A las siete de la tarde iba camino de Barcelona el invicto español en su
automóvil, cuyo dueño formaba parte del modesto séquito del general. Apenas
llegaban los viajeros a Alcolea del Pinar, comenzó a caer una nevada de
extraordinaria fuerza, que si al principio no preocupó a nadie, al acercarse a
Calatayud aparecía como obstáculo insuperable, sobre todo ante la necesidad de
atravesar el puerto de El Frasno, (…) y planeó continuar el viaje en el tren
expreso, cuyo paso por Calatayud estaba señalado para dentro de breves minutos.
Aprovechando las pocas plazas vacías del convoy, reanudó el general su viaje a
Barcelona, descendiendo en el apeadero de Gracia”. Curiosamente, ese fue el mismo apeadero que tomó Primo de
Rivera una noche, seis años antes, camino de Madrid. (Recomiendo la lectura de
“Crónica de la Dictadura
de Primo de Rivera”, Manuel Rubio Cabeza, Sarpe, 1986). Pues nada, nos hemos
quedado sin poder saber quién era el
“Elefante Blanco”. “El grueso del sumario –como bien recuerda José Oneto en un
reciente artículo de opinión- está en poder del Tribunal Supremo, que no
permite su consulta hasta que hayan transcurrido veinticinco años después de la
muerte de todos los procesados, o cincuenta años a contar desde la fecha del
fallido golpe de estado, es decir en el año 2031”. Paciencia.
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