Dicen que la cara es el espejo del alma. García Trapiello, al que no se le
escapa una; y que, curiosamente, siempre mea en arco dentro del tiesto, señala hoy en su
artículo “Dice san Andrés” en Diario de León, que ‘el que tiene cara
de algo lo es’. No cabe duda de que la política española está llena de frescos,
sansirolés, chulos de bolera y sinvergüenzas, cuyo objetivo final no ha sido por regla general la
de servir al ciudadano que un día les votó, en la confianza de que pudieran
sentarse en un escaño del Congreso para tratar de conseguir algo de utilidad
pública. ¡Qué menos! Para eso cobran. La España cañí, por desgracia, tiene representantes públicos que parecen clientes de cantina de la estación ferroviaria de Venta de Baños. Pues bien, escribe García Trapiello: “La
cara de Santos Cerdán, por ejemplo,
mucha cara, cara de hogaza o pandero, cara de Abad de la Cucaña con casulla
porcinera visitando la pocilga para calcular la matancera, cara de in fraganti,
cara de hormigón y de hacerse el bobo sin salir de idiota al dejar tanto rastro
de la mierda que mercó, patí, pamí y pal ayayay... O la cara de Ábalos, tan del estilo, cara botijo con
papada de tripalari en caldereta, cara zoqueta de zampón listillo y muy avieso,
cara de queso de bola, cara de monitor tocaculos y tocapelotas, cara espejo de
todo lo que tuvo al lado o debajito... O la cara del Koldo, diosmío qué cara, cara siniestra de cabo matón de puertas,
cara emboscada bajo antifaz de gafota tintada, cara de obús, cara lanzada a
morder con la boca cerrada, cara de machaca, cara furriela de guardián de
puticlubs, cara de abracadabra...”. El PSOE que presumía de ‘100 años de honradez’ y que siempre callaba
lo de ‘y 40 de vacaciones’ (lo que duró el franquismo) ya no
sirve de ‘faro de mareantes’ por
haberse transformado en ‘faro de maleantes’. Y Sánchez, en aparente inopia, se refugia
entre pinos negros, pedrizas y
noquedales en el Coto Nacional de Quintos
de Mora, en Los Yébenes (adquirido en 1942 por Patrimonio del Estado), para reflexionar sobre no sabemos qué. Allí fue donde en 2016 una ministra, la
vallisoletana Isabel García Tejerina,
convocó a altos cargos de su Ministerio (Agricultura, Pesca, Alimentación y
Medio Ambiente) para realizar un ‘retiro
espiritual e intelectual’. Sus paredes, desde entonces, siguen impregnadas
de un misticismo monástico donde todavía puede escucharse en gregoriano,
arrimando la oreja a los tabiques, el Salmo
50: “Retira tu faz de
mis pecados, borra todas mis culpas…”. Pero aquí no dimite ni dios.
Por cierto, aquella ministra del PP, que cuestionó la enseñanza en el Sur, fue
la que afirmó lo de que “en Andalucía, lo que sabe un niño de diez años es lo que
sabe uno de ocho en Castilla y León". Sólo un imbécil del género masculino, femenino o neutro es capaz de
hacer tal afirmación. Que tengan un buen fin de semana.