Fue necesario crear la figura del pecador
para justificar la figura del sacerdote, ese chamán que dentro del confesonario
perdona los pecados cometidos contra Dios mediante
lo que se conoce como el ‘sacramento
de la Penitencia’. Eso no lo digo yo, sino que lo explicó hace ya muchos
años Nietzsche. “Dios -en consecuencia- “no perdona solo al que se arrepiente de sus pecados
sino, también, a aquel que se somete a las artes del sacerdote”. De la misma manera, al sostener que
sólo un cura ordenado a divinis puede llevar a cabo el sacrificio de la misa y pronunciar
las palabras de consagración se le hace al pueblo totalmente dependiente de sus
sacerdotes (sacerdotisas no hay) para el perdón de sus culpas. Por cierto, el vocablo “transubstanciación” apareció el siglo XI. Y un dogma de la Iglesia
católica romana fue causa en 1215 de torturas y asesinatos a miles de judíos
por el simple rumor de que ellos habían “desecrado
la hostia” traspasándola con agujas o aplastándola bajo sus pies. Como
curiosidad, se conoce el caso del sastre inglés Juan Badby, quemado en una hoguera en Londres acusado de hereje, al
no poder entender que el Mesías durante
la Última Cena pudiese ofrecer a sus
12 apóstoles presentes su propio cuerpo para que se lo comieran. Para aquel sastre, aquello se trataba de un acto claro de antropofagia. Hoy, la Iglesia
católica celebra la festividad del Corpus
Christi destinada a exaltar la Eucaristía
(transustanciación de pan y vino) por coincidir con el noveno domingo después
de la primera luna llena del equinoccio de primavera en el hemisferio norte,
una fiesta que comenzó a celebrarse en 1247 en Lieja. Cuenta una tradición que
en 1263 y durante la celebración de una misa en una iglesia italiana de Bolsena
al romper el cura la hostia consagrada brotó
sangre. ¿Alguien lo entiende? En Daroca (Zaragoza) se celebra la ‘Fiesta de los Corporales’ con alfombras florales por las calles y la
correspondiente procesión en la que desfilan también los niños que han recibido la
primera comunión ese año. En esa fiesta se recuerda un ‘milagro’ acaecido en esa ciudad durante la Reconquista, en 1239,
cuando se unieron las tropas procedentes del alfoz de Calatayud, de la comarca de Campo Romano
y de Valencia en su lucha contra los musulmanes al sur del río Júcar tras la conquista de Valencia por Jaime I en 1236. Se cuenta que antes
del inicio de aquella espantosa batalla, los soldados cristianos asistieron a una
misa oficiada por un cura, de nombre Mateo,
en la darocense iglesia de san Cristóbal. Pero en medio de la misa hubo un
ataque enemigo. El cura suspendió el acto religioso, tomó los corporales dentro
de un paño y los escondió en un pedregal próximo. Días después, al ir a retomar
los corporales, el cura comprobó que estaban llenos de sangre. Se decidió colocar los corporales ensangrentados sobre una
acémila árabe y dejarla caminar a su albedrío. Tras largo peregrinaje por tortuosos caminos, aquella acémila regresó a Daroca y cayó muerta en la puerta de la iglesia de san Marcos, actual
convento de monjas de santa Ana. Allí estuvo depositado durante muchos años el
paño de los corporales hasta que se trasladó a la iglesia de Santa María. El ‘milagro’
está documentado en la llamada “Carta de
Chiva” de 1340, firmado por el notario Domingo Agüero, y conservado en el Archivo Colegial del Notariado de Daroca. Ese evento inaudito fue declarado
en 2006 como ‘Fiesta de Interés Turístico en Aragón’. Como puede comprobarse, hay
que persuadir y evocar emociones para que la fiesta, la que sea, no decaiga. ¿Qué sería de los pueblos, aldeas y lugares remotos sin arcanos misteriosos y sin horrores cósmicos? Poco menos que nada.
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