De ninguna de las maneras pretendo en este blog arremeter contra los fascistas. Lo que sucede es que, no sé si por asociación de ideas, de la misma manera que a los socialistas se les conoce en el mundillo pijo como sociatas, a los fascistas también, supongo, se les podrá llamar fasciatas de la misma forma despectiva. Pero no, no está en mi ánimo despertar a la bicha. Eso lo hubiese dejado, de haber vivido, para Agustín de Foxá, con su corte y con su cheka.
Lo que sucede ahora es que, además de la mordida de ciertos desaprensivos: en el Palau de la Música, en las siete empresas de Merino, que dice que no es Merino sino churrro, con los implicados en el caso Gürtel, con la desfachatez de la alcaldesa de La Muela, etcétera, a Rajoy, que dice tener mucho callo, le entusiasma hablar del viaje oficial de Moratinos a “su propio país”, refiriéndose a Gibraltar, y de los chiringuitos playeros. Lo de Bárcenas, según parece, sólo es una serpiente de verano. Como los ovnis el monstruo del lago Ness y esas cosas que tanto le gustan a Iker Jiménez.
Y en estas estamos, en una España devorada por los incendios forestales; amedrentada por una Patronal que ya no se conforma con el despido libre, sino que aspira al despido gratis; con una amenaza de gripe que hará buena la peste de tiempos pretéritos; con un paro que galopa a toda máquina; y con gran disposición para tener las mejores aceras del mundo en nuestras calles con el plan de Zapatero. En estas estamos ahora, digo, cuando resulta que a una niña de El Vendrell le acaba de morder en la pierna un pez lirio, o sea, una leccia fasciata. Cunde el miedo en las playas mediterráneas y va a ser necesario, además de urgente, que Manuel Fraga se vuelva a poner el “meyba” de Palomares, para demostrarnos a todos, turistas y locales, que no existe peligro alguno en nuestras costas. Si les digo la verdad, Fraga, a pesar de su ancianidad, sigue llevando el Estado en su cabeza.
Menos mal.
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