jueves, 15 de julio de 2010
El desdén con el desdén
Que me perdone Agustín Moreto por haberme apropiado del título. Se acabaron los Mundiales de fútbol con el triunfo de España. Lo que ya no sabemos es cómo terminará el pulpo adivino. También finalizaron los sanfermines y el Debate sobre el Estado de la Nación. Ya se han apagado, al menos por un tiempo, las adivinanzas, los encierros taurinos y las vuvuzelas sopladas en el interior del Hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo. Ignoro si el ganador del último feroz combate dialéctico ha sido Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy. Sí es cierto que el jefe de la Oposición, en clara actitud de desprecio a los representantes de los españoles, no se ha dignado asistir a la segunda sesión del Congreso. En mi opinión, Rajoy es un tipo perezoso al que le importa un rábano cómo marcha el país; que sólo pretende ocupar la Moncloa sin dar un palo al agua y, lo peor de todo, sin exponer un programa político alternativo ante la Cámara. ¿Será que no lo tiene? El agorero Tertsch, en el interior de las páginas del diario ABC, señalaba hoy lo siguiente: “la economía se hunde, los socios europeos nos huyen y temen, nadie se fía de nosotros, nuestras instituciones se combaten entre sí y afloran las hostilidades por doquier”. Hermann Tertsch es, posiblemente, el bombero encargado de lanzar gasolina por la manguera para apagar el incendio. Columnistas así, máxime cuando se trata de un primo carnal de Ana de Palacios, actual vicepresidenta del Banco Mundial, sólo ayudan a escorar por la línea de estribor la intención de voto de ciertos ciudadanos pusilánimes, de escasa cultura democrática y sin las ideas claras, que todavía esperan al Mesías salvador. Echarle la culpa de la tremenda crisis económica únicamente al equipo de Rodríguez Zapatero supone no entender nada de nada sobre lo que acontece en un mundo donde campan a sus anchas los tiburones financieros. ¿Será Rajoy el nuevo Mesías prometido? Yo no lo creo. A estas alturas de la vida sé que la fe consiste, como decía Nietzsche, en “no creer en lo que vemos”. Y hasta ahora sólo se escucha el ruido monocorde de las endiabladas vuvuzelas demandando un adelanto electoral. Rajoy ya debería saber que lo que la Naturaleza no da, Salamanca no presta.
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