martes, 7 de septiembre de 2010
La tiara, la cofia y la visera
Se comenta en círculos generalmente bien informados (como acostumbraba a señalar el ABC de los Luca de Tena cada vez que quería tirar la piedra y esconder la mano) que Alonso Guerrero, el primer marido de Letizia Ortiz, escribió en su día un libro que misteriosamente nunca vio la luz. Ya veremos qué sucede ahora con Isidre Cunill y su trabajo “Una republicana en la corte de Juan Carlos I”. Esperar para ver. Lo que sí sabemos son las últimas declaraciones de Letizia Ortiz a la prensa en Palma de Mallorca: “Estoy muy contenta con mi nuevo trabajo”. Hombre, no mata, la verdad. No es lo mismo llevar una cofia almidonada para servir, al estilo de las que acarreaba en las películas Gracita Morales, que recibir de regalo una cofia con pedrería valorada en más de 50.000 euros. Por cierto, yo nunca he entendido la razón por la que una cofia en la cabeza de una reina, o de una princesa, se llama tiara. La tiara, según el diccionario de la RAE es “una mitra alta con tres coronas de origen bizantino y persa que representa el símbolo del papado. Consiste en un birrete cónico o semiovoideo rodeado de tres coronas y del cual penden dos cintas similares a las ínfulas de la mitra”. El regalo del príncipe a su consorte, por lo tanto, es una cofia; como cofia era la de Victoria Eugenia de Habsburgo lucida por la reina Sofía el día de su boda en Atenas. Deberíamos acostumbrarnos a llamar al pan, pan; y al vino, vino; y dejarnos de eufemismos pijos. Una gorra de visera es la que yo utilizo cuando voy a pescar al Ebro, y una gorra de visera es, también, la que utiliza un capitán de fragata cuando, en alta mar y a falta de guerras y de enemigos a la vista, se asoma a cubierta para recitar eso de “Asia a un lado, al otro Europa, / y allá a su frente Estambul: /Navega, velero mío...” etcétera. Espero que haya quedado claro. Una visera es una visera, una cofia es una cofia y una mitra es la que se pone en la cabeza el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, cuando se pone trascendente y dice que “hay que tener las antenas bien puestas para entender a Dios” y demás lindezas para asustar a sietemesinos con fimosis y adoctrinar a familias de clase media de cortos recursos.
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