domingo, 8 de noviembre de 2020

El dédalo

 

Antonio Burgos hoy, en ABC de Sevilla, en su artículo “España sin español”, hace un comentario sobre lo que él denomina como “ley Celaá”, y sostiene que “habrá pronto una parte de España en la que los niños no podrán en la escuela estudiar en la lengua oficial del Reino, la que en el mundo hablan 600 millones”. Y todo ello –según  comenta el columnista- para que Sánchez pueda sacar adelante los Presupuestos. Bueno, la política es así, hasta el punto que para conseguir el apoyo del representante de Teruel Existe ya le han prometido al diputado de esa plataforma, Tomás Guitarte, el amejoramiento del Territorio Dinópolis en Teruel y sus siete sedes ubicadas en la provincia, así como un centro de la UNED para Alcañiz. Pero a lo que iba, moreno. Burgos, por aquello de que el Eresma es subafluente del Duero por su margen izquierda, aprovecha para decir que el español se eliminará de las escuelas “para complacencia de los separatismos”, incluidos los podemitas, “que se benefician “como vicepresidentes, ministros, cargos de confianza y paniaguados de las mamelas del sistema que quieren destruir, como la concordia de la Constitución de 1978, su espíritu y su letra, y terminando, de momento, con la Monarquía Parlamentaria”, para llegar a dónde quería llegar, o sea, al rey emérito. Dice: “A este paso, en su intento de desprestigio y desmontaje de la Institución Monárquica, pronto sacarán una acusación contra el rey Don Juan Carlos, diciendo que una vez lo pillaron en el check out de un hotel pidiendo la cuenta sin que declarase lo que había tomado aquella noche del mini-bar de la habitación”. Hombre, Burgos, de ser así, ello constituiría un “delito” de menor cuantía. Si no recuerdo mal, las sospechas de presunto blanqueo y fuga de capitales del anterior jefe del Estado ya van por la tercera investigación sobre sus finanzas y hace referencia a una cuenta activa en la isla de Jersey, sobre la que se han utilizado tarjetas opacas. Sí, se sabe que en los hoteles hay clientes que pretenden llevarse el albornoz y alguna toalla cuando se marchan. Otros, los más cutres, se beben algún botellín de whisky del mini-bar de la habitación y lo rellenan de agua del grifo para despistar. Son “daños colaterales” que todos los hoteles tienen previstos, como sucede con los pequeños hurtos en las grandes superficies al estilo raquero de Cristina Cifuentes. Ignoro cuánto tiempo durará la Monarquía Parlamentaria en España. Tampoco me preocupa demasiado. Una cosa sí tengo clara: aquí y ahora, sería prioritario, a mi entender,  llevar a cabo un nuevo “Pacto de la Moncloa” para sacarnos del endiablado dédalo en el que estamos inmersos los españoles. El “Pacto de San Sebastián” pertenece a un turbio pasado que no conviene olvidar.  

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