Afán de trinque

 

Hoy lo que me pide el cuerpo es comentar unas declaraciones del presidente de la Conferencia Episcopal, Juan José Omella, donde afirma que “los cepillos de las iglesias se están quedando vacíos” por la falta de fieles en los templos como consecuencia de la pandemia. Pero conviene aclarar que una cosa son los donativos que los fieles entregan a las parroquias (sea en mano o en cepillos) y otra cosa es lo que los párrocos asientan en los “libros de cuentas”. Pues bien, como consecuencia de esa falta de flujo de caja, la Conferencia Episcopal ha pedido a los fieles, como digo, que practiquen cuotas periódicas para salir del bache. Ya en marzo de 2014, los entonces líderes de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez y Carlos Osoro se plantearon deshacerse del canal televisivo TRECEtv, ubicado en Pozuelo de Alarcón y que por aquel entonces tenía unas pérdidas de 25 millones de euros en los dos últimos años. Para que el lector pueda hacerse una idea, la televisión de la Iglesia se lleva 10 millones de euros anuales mientras que a Cáritas sólo destinan 6 millones (de acuerdo con los datos de 2018 reflejados en la Memoria de la Conferencia). Pero la Iglesia, que recibe del Estado el dinero suficiente como para mantener a 17.754 curas y 23.021 parroquias a través de dos apartados distintos, añade otros “ingresos corrientes” (bodas, bautizos, comuniones, misas encargadas, entrada a catedrales, lamparillas, etcétera) que sobrepasan los 200 millones de euros al año, de los que 2’5 millones se utilizan para el funcionamiento de la estructura de la Conferencia y otro medio millón se envía al Vaticano en concepto de “óbolo de san Pedro”. Pero hay que ir más lejos. ¿Cuánto se lleva Carlos Herrera en su contrato con la COPE? Se sabe que sobrepasa los siete millones de euros anuales, es decir, más que lo que la Conferencia concede a Cáritas. A Omella habrá que recordarle las inscripciones a beneficio de la Iglesia en el Registro de la Propiedad (más de 35.000 inmuebles en sólo dos años) y las exenciones fiscales que disfruta como consecuencia de los acuerdos entre España y la Santa Sede de 1979. Omella, que se alza con el santo y la limosna, me recuerda a esos camareros eventuales de chiringuitos playeros que se quejan de que los clientes echan poco dinero al bote de las propinas. Terminaré con una anécdota. En 2015 la Iglesia perdió un pleito con la cervecera Mahou por su afán de trinque, como contaba Diario de Almería el 9 de marzo de aquel año. Decía ese diario: “El cabildo de Córdoba había patentado la marca "Mezquita de Córdoba" para cerveza…y para un cerro de cosas más: cosmética, joyería, menaje, aparatos tecnológicos, metales, muebles, ropa, juguetes, artículos de cuero, productos alimenticios, café, té, cacao, agua mineral, vino, publicidad, seguros, servicios de telecomunicaciones, transporte, servicios de educación, servicios de hospedaje, servicios de veterinaria y médicos”. La Iglesia, en su afán depredador, primero inscribió la Mezquita en el Registro de la Propiedad, después cobraba y sigue cobrando entrada por su visita y más tarde pretendió alzarse con la patente de la marca “Mezquita de Córdoba” para una serie de productos de consumo incluida una marca de cerveza registrada en su  nomenclátor de patentes número 32 pertenece a Mahou, propietaria de Cervezas Alhambra y distribuidora de una cerveza llamada Mezquita. Cada día que pasa estoy más contento de no pertenecer a ese “club del becerro de oro” que ya rumia la idea de vender un cielo parcelado en cómodos plazos. Los descendientes de Aarón fueron Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar.  Pero como Nadab y Abihú murieron antes que su padre sin haber tenido descendencia, Eleazar e Itamar se encargaron del sacerdocio. Y pasaron los siglos de los siglos. ¿Y cómo terminó aquello? Degenerando.