Javaloyas es un municipio de la provincia de Teruel
de 65 habitantes situado en plena Sierra de Albarracín y regido hasta hoy por
el socialista Enrique Álvarez, natural
de un pueblo de Granada, Santafé, y empadronado en ese municipio turolense
desde 2004, después de haber vivido 46 años en Barcelona. Por las raíces de su
esposa llegó al pueblo en 1990 y allí se quedó. Pero una moción de censura le ha
apartado de la Alcaldía que llevaba presidiendo desde la muerte de su
antecesor, Antonio Sánchez. En 2016
se asentó, del mismo modo, la alicantina Marisol
Tristán, tras conseguir la concesión bar-restaurante El Diezmo, que Enrique Álvarez clausuró el pasado mes de septiembre.
Ese bar no era municipal sino propiedad de la Fundación para el Desarrollo de la Comunidad de Albarracín. Y ese
cerrojazo no gustó a una parte importante de los vecinos que habían hecho del
bar, como en tantos pueblos pequeños, su segundo cuarto de estar. A Álvarez le ha
sustituido el independiente Óscar
Castillo con un aval de 31 firmas. El ya nuevo alcalde reprochó al alcalde
saliente “regir el Ayuntamiento pensando en los vecinos residentes y no en el
resto de empadronados”. Hay cosas que nunca entenderé, entre ellas que se haga
una moción de censura a un alcalde que, al igual que sucede en multitud de
municipios pequeños, no recibe ninguna compensación económica por su ejercicio
en el cargo (que en ocasiones hasta le cuesta dinero) y que dedica mucho tiempo
intentando arrancar ayudas para el amejoramiento del municipio. Pero la
ingratitud, por desgracia para los españoles, forma parte de nuestro devenir
histórico. Lo sucedido en Javaloyas me recuerda la novela satírica francesa de
1934 “Clochemerle”, de Gabriel Chevallier, donde medio pueblo
se enfrenta al otro medio por la puesta en marcha de unos urinarios. En
Javaloyas, de igual manera, medio municipio se ha enfrentado a la otra mitad
por el cierre del único bar existente. Y es que a los españoles se nos puede
quitar lo que sea menos el bar, que es sagrado.
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