lunes, 2 de noviembre de 2009

A TODOS POR IGUAL

Arcadi Espada, en El Mundo, bajo el título “Policía o periodistas: ¿Quién pone las esposas?”, comenta: “Los jueces ablandan a sus detenidos con la incomunicación durante 72 horas, las esposas y toda una suerte de humillaciones, tanto más eficaces cuanto el humillado menos humilló en su vida. (...) En el ablandamiento es importantísimo el tramo mediático: el flash sobre los ojos de un hombre cuando comprueba que todas sus pertenencias del momento caben en una miserable bolsa de basura que, además, ha de recoger esposado. Muy distinta la pena si todo eso se hubiese hecho en la intimidad.”
A mi entender, los grilletes se les deben colocar en las muñecas a todo aquel ciudadano que contraviene, no sólo a los “robagallinas”. Lo que sí es cierto es que habría que darles igual tratamiento informativo a todos los mangantes, sin excepción alguna. Y eso no sucede así. Cuando unos políticos espigan presuntamente el peculio del contribuyente en beneficio propio hasta conseguir amasar un patrimonio significativo, como es el caso de lo acontecido en Santa Coloma de Gramanent, Badalona y San Andrés de Llavaneras, es higiénico para la democracia que los presuntos autores de tales estrépitos aparezcan en los medios audiovisuales atados, con el flash inculpador sobre sus ojos y acarreando sus pertenencias a duras penas en una bolsa de basura. De hecho, ya se contabilizan más de ochocientos imputados por corrupción en España. Andalucía, Canarias, Madrid y Valencia se llevan la palma. Los casos Gürtel, Punta Arena y Pretoria sólo son los postreros ataques a la salud nacional de un virus mutante capaz de traspasar los filtros de porcelana, conocido como cohecho, que ya se ha convertido en pandemia. De momento no existe vacuna tangible que nos salvaguarde ante las toxinas deletéreas de los adictos a lo ajeno. Mientras no se innove algo más útil, la solución pasa por la reposición de lo sustraído ilegalmente, cosa poco probable, y del encierro en prisión de sus protagonistas.

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