jueves, 27 de enero de 2011
Íñigo de la Serna
En este país, donde los amigos de lo ajeno parece que fuesen los alcaldes, como consecuencia del habitual despilfarro del dinero del contribuyente, aparece un alcalde, el de Santander, dispuesto a perseguir a un delincuente como si se tratase de un actor de la serie televisiva “Corrupción en Miami”. El alcalde en cuestión, Iñigo de la Serna, joven y apuesto ingeniero de caminos, siguió el pasado martes en su coche oficial a un muchacho que acababa de sustraer ropa en la tienda “Stradivarius”. El caco de poca monta, perseguido a corta distancia por el empleado de la tienda y por el coche oficial, pudo ser retenido junto al segundo Hotel Bahía, el primero se desplomó, y muy cerca del Banco de España, que tampoco es ya Banco de España ni nada que se le parezca. El coche oficial al servicio de don Iñigo cerró el paso al raterillo y el guardaespaldas, un policía municipal de paisano, le tomó del brazo y lo retuvo hasta que llegaron otros policías, esos que vemos en las películas de policías y ladrones, con el consiguiente estupor de los viandantes, que no sabían muy bien lo que sucedía, si es que se estaba rodando una película en la que el alcalde hacía un cameo, o estaban asistiendo en vivo y en directo al rodaje de un capítulo de “Vivir cada día” en tierras montañesas. Pero, como decía La Codorniz en su “Cárcel de Papel”, “al ser considerado un delito de menor cuantía no fue necesario que A.F. pasase a la jurisdicción de más altos y severos organismos”. Don Iñigo de la Serna, con ese arrojo, ya tiene casi asegurado el sillón para otros cuatro años.
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