sábado, 29 de enero de 2011

Llenos de buenas intenciones


En mi artículo de ayer manifestaba mi desacuerdo con unas recientes declaraciones del obispo Martínez Camino. Hoy no pienso continuar opinando sobre el talante de este clérigo, cuya manera de pensar está a años luz de la mía. Sin embargo, leo un artículo de Gerardo Rivas, en Libertad Digital, que no puedo pasar por alto. Con mucho ingenio, Rivas compara a la Iglesia Católica con la “coca-cola”, en la manera que han conseguido ambas “empresas” adaptarse al gusto del consumidor. El refresco creado en una farmacia de Atlanta, concebido en un principio como alivio del dolor y aplacamiento de las náuseas, se ha transformado, pasados los años y por personas codiciosas, en la bebida más consumida en el mundo. En su diversificación (“coca-cola” normal, Light, Diet, Zero, etc.) ha radicado, posiblemente, la clave de su incuestionable éxito. “El Catolicismo -según comenta Rivas en su articulo- nació también con un marcado efecto benéfico sobre las personas. Un Dios que se hizo hombre para salvar a la Humanidad del pecado original y transmitir un mensaje de esperanza a los más desfavorecidos. Una religión que se difundió, en un principio, como la panacea para los desheredados de la Tierra y oprimidos por el poder pero que, una vez alcanzada cierta notoriedad, fueron los propios poderosos los que decidieron expandir sus creencias por el orbe entero. Y es que éstos descubrieron las inagotables capacidades que tenía esta religión para conquistar el juicio de la población mediante la intimidación, el miedo y, sobre todo, a través de la “confesión” que libera a los fieles del sentimiento de culpa a cambio de informar a las personas adecuadas de sus más íntimas miserias”. O sea, que el éxito de la Religión Católica y, también, del resto de las religiones monoteístas, supongo que estriba en el miedo que siente el hombre ante el hecho cierto de la muerte. Al final de su artículo, Gerardo Rivas hace una comparación en forma de pregunta: “¿qué les parece a los lectores -católicos o no- la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén en comparación con la que le están organizando a Benedicto XVI para cuando acuda a Madrid el próximo mes de agosto a celebrar la Jornada Mundial de la Juventud 2011? ¿Cómo valoran que todo un Dios entre en la ciudad sagrada a lomos de un asno que previamente había sido choriceado -evangelio de Lucas 19:28-44- y que su humilde representante en la Tierra organice un evento que tendrá un presupuesto de 50 millones de euros y que contará con siete ministerios a su servicio (Exteriores, Trabajo, Cultura, Interior, Defensa, Fomento y Presidencia)?”. Mi personal valoración es muy negativa en lo que respecta al gasto innecesario. Claro, si tal evento en pleno ferragosto y en un descampado se dulcifica con “coca-cola” y con “fanta naranja” para mitigar la sed, todos ganarán, o sea, los fieles asistentes al adoctrinamiento colectivo y las dos multinacionales. La “coca-cola” y el Catolicismo no cabe duda que nacieron con un marcado efecto benéfico sobre las personas. También las cajas de ahorro. Y es obvio comprobar por dónde han derivado.

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