miércoles, 16 de marzo de 2011
La otra niña de Luzmela
Josefina Rodríguez, que adoptaría el nombre de “guerra” de Josefina Aldecoa a la muerte de su marido, ha fallecido hoy en La Montaña, en Mazcuerras, tierra de foramontanos donde todavía pulula el inquieto espíritu de la delicada Concha Espina. Josefina Aldecoa tenía algo en común con doña Concha: su amor por la novela costumbrista. Josefina, que siempre dijo formar parte de los “niños de la guerra”, como Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute y Rafael Azcona, escribió un trabajo bellísimo sobre el papel de las maestras durante la República. Su novela “Historia de una maestra” (Anagrama, Barcelona, 1990) se corresponde con el primer volumen de una trilogía compuesta por esta obra, “Mujeres de Negro” y “La fuerza del destino”. La protagonista, Gabriela, inicia el relato con un hecho de 1923, el día en que se recibía de maestra, ve pasar una boda. Describe los novios y sus actitudes y nos dice que ella no sabía que serían personas que influirían tanto en las vidas de todos. Era la boda de Franco. Más tarde marcha a Guinea (ello ocupa la mitad del libro) y, a su regreso, es asignada a otra escuela en un pueblo muy pobre. En 2008, el diario El País preguntó a 100 escritores españoles sobre los libros que habían cambiado su vida. Josefina contestó por este orden: “Anna Karenina”, “Madame Bovary”, “Los papeles póstumos del club Pickwick”, “El Gatopardo” y “La Regenta”. Todo un ejemplo de buen gusto. Mazcuerras, desde 1948 denominada como Luzmela, conserva la casona solariega con escudo que perteneciese a don Víctor Rodríguez Espina y de doña Ascensión García Tagle y, cómo no, un busto en el que puede leerse “La Montaña a Concha Espina. Año MCMXLVIII. Ahora, Josefina Aldecoa ha muerto en una de las tres casas más significativas de Luzmela. Una es la casa de Nicolás de Hoyos Calderón, levantada en la primera mitad del siglo XVIII; otra, la casona solariega de los Espina; y, una tercera, la conocida como Las Magnolias, de estilo ecléctico, construida en 1882. La escritora es, también, la fundadora en 1959 del Colegio Estilo, donde se aplican los métodos y el talante impulsado por Francisco Giner de los Ríos en la Institución Libre de Enseñanza. Por esa razón, y con toda justicia, el pasado 8 de marzo recibió la Medalla de la Igualdad creada por el Ministerio de Sanidad, (que integra desde la última remodelación ministerial la Secretaría de Estado de Igualdad) al tener en cuenta el talante de Josefina Aldecoa en los métodos aplicados en la enseñanza, es decir, los mismos que en su día inspiraron a Giner de los Ríos, que opuso la libertad a la autoridad a fin de conseguir la formación de hombres útiles a la sociedad, coeducación y reconocimiento explícito de la mujer en pie de igualdad con el hombre; racionalismo, libertad de cátedra y de investigación, libertad de textos y supresión de los exámenes memorísticos, en el marco de una Escuela activa, neutra y no dogmática. Algo que, paradójicamente, todavía hoy echamos de menos en determinados colegios concertadas españoles manejados por esos alguaciles de hoz y coz de la Iglesia Católica.
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