sábado, 12 de marzo de 2011

El neoliberal Zetapé


Señala el diario El País que, en la última Cumbre sobre el Pacto del Euro, “Zapatero se mostró partidario de alinear salarios y productividad, como viene reclamando Merkel”. Esa alineación que pretenden Merkel y Zapatero ya se viene llevando a cabo en España desde los tiempos de Wamba. Se llama trabajar a destajo. ¿Cómo se calcula la productividad del chófer de un subsecretario; de un teniente de Intendencia; de un diputado que sólo aparece por Madrid tres días a la semana; del capellán de unas monjitas; o del portero mayor de un museo? La economía española, en su conjunto, funciona a pesar de las vergonzosas mordidas y del habitual trapicheo. Pero, además, por el valor demostrado y las ganas de salir delante de los pequeños empresarios, los que conforman las pymes, que cuando fracasan en su intento de crear riqueza nunca reciben ayudas, como sucede con los bancos, ni tampoco “salen en los papeles”. Hoy día es fácil poder encontrar pegado en las farolas de nuestras calles anuncios con una faldilla de números telefónicos de contacto extraíbles, en los que se anima al ciudadano a efectuar reformas en pisos y locales. Y en todos esos cutres anuncios se añade siempre la misma coletilla: “disponemos de todos los gremios”. Eso, ¿qué quiere decir? Que cuando contratamos a Juanito Chocolatero para que nos cambie el alicatado de la cocina, la disposición de la fregadera, para que incluya cuatro enchufes y ponga unos armarios y encimeras de color magenta, somos conscientes de que a casa va a llegar un comando de electricistas, carpinteros, fontaneros y albañiles; y que, al finalizar la obra apalabrada, la factura, en el dudoso caso de que exista, nos la presentará “la parte contratante de la primera parte”, como se decía en aquel diálogo surrealista de ‘Una noche en la ópera’, donde Groucho se disponía a fichar al tenor Ricardo Baroni. El señor Chocolatero, la parte contratante de la primera parte, ya se encargará de liquidar al citado comando, o sea, autónomos o simples parados con ganas de pillar algo de parné, por los trabajos realizados a destajo. Es una forma hábil de ganarse la vida que, en demasiadas ocasiones, escapa al control de la Agencia Tributaria. Lo mismo que sucede con ese taller mecánico donde aceptan y “hasta encuentran normal” no hacer factura de reparación del vehículo, las cuidadoras de ancianos en hospitales, las mujeres que hacen limpiezas por horas en domicilios particulares, etcétera. Sin embargo, pese a la picaresca reinante “urbi et orbe”, las pymes intentan trabajar y dar trabajo, llevan los libros en regla, funcionan de la mejor forma que conocen y, por desgracia, son víctimas de la falta de créditos de unas entidades bancarias que, paradójicamente, han recibido ayudas estatales, aunque sea intolerable en un Estado de derecho. Zapatero, que forma parte del problema, debería empezar por luchar contra el dinero negro de los particulares y contra los despilfarros con el dinero público de los políticos. Ni se puede arruinar a un pueblo a costa del Estado ni se debe tolerar que la corrupción en el ámbito de las Comunidades Autónomas adquiera carta de naturaleza. El problema español no sólo parte de los salarios en relación de la productividad, que también, sino a la desfachatez impune de ciertos políticos a la hora de enriquecerse a costa del ciudadano frito a impuestos. Salarios y productividad pueden alinearse de forma eficiente sólo cuando se trabaja en cadena, o cuando los trabajos se hayan racionalizado por cronometrador. Pero España, a diferencia de Alemania, sólo es un país de servicios donde la principal riqueza proviene de los ingresos por turismo. Al margen de su dedicación a la política, sabido es que Rodríguez Zapatero no ha dado un palo al agua en su vida. Y en tal dedicación, todos sabemos cómo anda el aceite de su candil. No está en condiciones, a mi entender, de aplicar prácticas neoliberales por un lado y levantar el puño por el otro. Algo no cuadra. Tampoco parece que sea el momento adecuado para poner palos en la marrana de la noria. Sus experimentos de laboratorio no funcionan en España ni aunque los haga con gaseosa.

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