domingo, 5 de junio de 2011
Rol de raros
El Hombre del Saco de nuestra infancia un día desapareció para siempre y nunca más volvimos a oír hablar de él. Algo parecido sucedió con el Sacamantecas, con La Molondra y con el famoso cuélebre. De todos ellos, en el caso de haber existido, nunca supe sus verdaderos nombres. El cuélebre es el nombre dado a una criatura legendaria, perteneciente a la mitología asturiana, la cual es descrita como un ser con forma de dragón similar a una serpiente alada. Existe una historia sobre que supuestamente un cuélebre fue avistado en Felechosa; y en 1965 se llevó a cabo la última batida de la Guardia Civil contra este animal mitológico. La batida, en tono festivo, culminó con una espicha que un empresario local, Luciano Tejón Muñiz, organizó para las autoridades y para motivar con ello a que los periodistas con sus artículos atrajeran el turismo a esta localidad. Pero existen todavía en activo otras figuras pintorescas dignas de ser tenidas en consideración. Y en ese rol de raros se encuentra el Cipotegato turiasonense, un personaje vestido de arlequín al que los vecinos de Tarazona acribillan a tomatazos a lo largo de un extenso recorrido. También, el famoso Barandales, que tiene la misión de abrir las procesiones en Zamora. Se trata de un hombre de aspecto siniestro que porta una amplia túnica de extraño diseño y mueve dos enormes cencerros. Se sitúa en la cabecera de los desfiles detrás de la cruz guía y tañe las esquilas, anunciando el paso de la procesión. Ahora resulta que me entero de que el último Barandales falleció el pasado jueves. Se llamaba Alberto Villacorta y llevaba treinta y tres años en el oficio. Como bien señala Ángel Macías en su artículo de hoy en El Correo de Zamora, los ejercientes de Barandales en las procesiones zamoranas siempre semejaron a “almas errantes, bajo las flores de abril”. Pues nada, qué le vamos a hacer…
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