miércoles, 20 de julio de 2011
Sufrir en silencio
Dice el corrido mexicano “Rosita Almirez” lo siguiente: “el día que la mataron/ Rosita estaba de suerte, / de tres tiros que le dieron/ nomás uno era de muerte”. Valeriano Gómez, ministro de Trabajo, se felicita por algo que es como para echarse las manos a la cabeza. Según esta lumbrera de la Cosa Pública, hay que congratularse porque “sólo uno de cada cuatro desempleados investigados ha estado cobrando una prestación que no le corresponde”. Y así se lo ha transmitido a Juan Rosell, un presidente de la CEOE más pendiente de meter en cintura a los funcionarios públicos, que ni le va ni le viene, que a ayudar al Gobierno a conciliar puestos de trabajo en la empresa privada. Juan Rosell es el mariachi que toca el guitarrón con traje charro de caporal cada vez que Gómez canta un huapango, “Cielito Lindo”, o “Que te vaya bonito”. A mí, que la cuarta parte de los desempleados investigados por los inspectores de Trabajo estén en situación de fraude, me parece una desventura. Es como lo de los trajes de Camps, pero trincando otra tela marinera, la de la Caja Única. Ahora comprendo la razón por la que Juan Rosell no quiere que los parados se apunten al desempleo “porque sí”. Preferiría, supongo, que, como en el anuncio de “Hemoal”, esa pomada rectal contra las almorranas, los parados sufrieran su cesantía en silencio. Ya ha quedado claro con tanto corrido mexicano que en este país se nos meterá a todos en cintura salvo si pertenecemos a la clase política, incluido el exsenador socialista Casimiro Curbelo, el autor tardofranquista de la expresión “Usted no sabe con quién está hablando”. En tales circunstancias, todo cambia. En ese sentido, cuenta hoy en el diario ABC Fernando Iwasaki que “a los políticos se les permite acumular distintos sueldos y pensiones, mientras que a los demás ciudadanos nos imponen límites, recortes y renuncias de todas clases. Si alguien crea riqueza pública con dinero personal me parecerá estupendo, pero promover la riqueza personal con dinero público se me antoja obsceno”. Esos tipos indecentes ya me tienen hasta los huevos.
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