lunes, 29 de agosto de 2011
Bazofia para hospicianos
Ha hablado González Pons y lo ha hecho a los oyentes de la COPE. Por un lado, pide un esfuerzo para que los impuestos de los ricos "no los acabe pagando, como siempre, la clase media"; por otro, ha dejado claro algo que todos presumíamos como evidente: “El PP no llevará en su programa el impuesto a los ricos”. ¿Entiende alguien este galimatías? ¿Acaso se cree González Pons que los ricos (léase Emilio Botín, Juan Roig, la Casa de Alba, Amancio Ortega, Entrecanales, Esther Koplowitz, Rosalía Mera, Rafael del Pino o el propio rey Juan Carlos) están dispuestos, así, por las buenas, hacer un esfuerzo al estilo de las grandes fortunas de Francia? Rotundamente no. Una cosa es predicar y otra dar trigo. Por otro lado, el ministro de Trabajo e Inmigración declara que “agosto es un mes malo para el empleo”. Yo flipo. ¿Qué pasa en España? ¿Acaso todo el personal contratado por temporada en el sector de Servicios y los eventuales contratados para la recogida de fruta en el campo no están dados de alta por los respectivos empresarios en la Seguridad Social? Valeriano Gómez debería explicarse mejor si quiere hacerse entender. Este señor no sabe ni por dónde le sopla el viento. Decir, como ha dicho, que “es un error mirar más al Parlamento y al Boletín Oficial del Estado, que al diálogo social” es como para que le lleven con grilletes directamente a “La cárcel de papel” de “La Codorniz”. ¿Dónde quiere Gómez que miremos los españoles? Si las leyes se “cocinan” en el Congreso de los Diputados y sus “estofados” aparecen expuestos en la vitrina expositora del BOE, que recientemente no es cosa distinta a un menú a base de bazofia para hospicianos mediopensionistas, ya me contará el pinche de cocina y exsindicalista Valeriano Gómez, dónde carajo está el diálogo social, ese que (según el experto de Arroyo de Ojanco, que el día de la huelga general de 2010 estuvo presente en la cabecera de la manifestación en Madrid contra la reforma laboral) hay que mirar. Uno y otro, Pons y Gómez, me recuerdan el conocido chiste del conductor de la moto, que era ciego, y del paquete, que era tartamudo y tardaba en señalar la curva.
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