viernes, 26 de agosto de 2011
Imiten a Kent Rusli
Ahora resulta que los churros españoles se han puesto de moda en Yakarta. Kent Rusli, que así se llama el churrero, pasó unas vacaciones en nuestro país y se aficionó a comer churros en Madrid. Lo que no entiendo es cómo los españoles en paro no caen en la cuenta de que hay que sacar billete de avión a la isla de Java, en vez de ir de vacaciones a Benidorm. Para montar una churrería como las que ponen por aquí en las ferias sólo hay que hacerse con una barraca de madera, muchas luces de reclamo y alguna musiquilla de Manolo Escobar que ponga el ambiente necesario. El éxito está asegurado. Si alguien lo duda, que se lo pregunten al tal Kent Rusli que, como acabo de leer en la prensa diaria, “ya planea extender el negocio de lo que allí llaman donut español al resto de las islas de ese país de 245 millones de habitantes”. Yo comprendo que cualquier muchacho español esté desmotivado en España sólo con pensar que, de acuerdo con las nuevas medidas adoptadas por el Gobierno de Rodríguez Zapatero en el último Consejo de Ministros, podría ser aprendiz hasta los 30 años de edad. Un Gobierno fuerte con los débiles y débil con los fuertes, como se ha podido comprobar con la renuncia a la creación de un impuesto especial sobre las grandes fortunas. No queda más remedio, en consecuencia, que tomar un avión de bajo coste, marchar a Yakarta y montar la barraca churrera. Vale más abrir horizontes lejanos que permanecer aquí sentado los lunes al sol. Más adelante, si el ánimo no decae, ya se estudiarán nuevas fórmulas para abrir mercados en Asia. Se comenzó con el “chupa-chups” en China y se puede continuar exportando nuestra sabiduría culinaria al grito de “¡rico parisién!”, fabricando rosquillas de anís para venderlas al detall o instalando en cada esquina un chiscón de asar castañas. Lo que sea. Todo menos quedarse en este país escuchando las sandeces de un Gobierno que ha perdido la aguja de marear y que sólo rectifica su errático rumbo cuando se lo ordena Merkel. Un Gobierno, en fin, que nos hace sentir vergüenza ajena a los ciudadanos por sus lamentables palos de ciego, más acabado que el cachalote varado en la playa de Zarautz.
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