martes, 6 de diciembre de 2011
Aguinaldo
Dicen los comerciantes que los pedidos de las cestas de Navidad se retrasan. La forma de aguinaldo más conocida era la de barrenderos, serenos, porteros, basureros y todo un rol de asistentes periféricos cuando llamaban al timbre de las puertas felicitando la Navidad mediante la entrega de una estampita con ripios alusivos a su profesión. Pero porteros casi no quedan en las comunidades de vecinos. Los barrenderos y los basureros son de contrata municipal y apenas conocen a nadie del entorno en el que desarrollan su trabajo, y los serenos con su chuzo y su gorrilla desaparecieron en la bruma de la noche morada. Incluso la paga de Navidad, que comenzó siendo un bien fungible en forma de aguinaldo que algunos empresarios entregaban a los trabajadores por acallar su mala conciencia de unas nóminas de hambre, desapareció el día que la paga extra se reguló por ley. Ahora los comerciantes se quejan de que las cestas de Navidad se retrasan; los taxistas, de la disminución de las bajadas de bandera; los hosteleros, de la ausencia de reservas de habitaciones y de la pérdida de clientes derivada de la ley que prohíbe fumar; los párrocos, por la escasez de feligresía en los actos litúrgicos; etcétera. El “eguinand”, palabra celta de la que deriva “aguinaldo”, con la que se designaba el regalo de Año Nuevo, está de capa caída. El bisiesto 2012 pinta mal, muy mal. Pero el futuro presidente del Gobierno, poniendo el esparadrapo en previsión de la herida, ya ha dicho que “hará lo que tenga que hacer”, que viene a decir: “yo me llamo Mariano y me acuesto a las ocho”. Y todos los ciudadanos, advirtiendo el asomo de la pata de la raposa, tocamos madera, nos vienen a las mientes una posible bilocación de Aznar y el vaticinio de Mateo, 16.27. Y se nos afloja el vientre. La siniestra profecía de Mateo (“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre… etcétera”) se queda corta ante los infaustos agüeros de este pánfilo de muchos credos, Mariano Rajoy, que lo cuenta todo sin decir nada a mayor gloria de Ángela Merkel. A grandes males, grandes remedios. Rajoy entiende, desde su silencio elocuente, que el mejor remedio para el paralítico es que salga de paseo.
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